Qué hacemos cada uno de nosotros en Neuquén para cuidar el agua
A horas de otro aniversario de la capital neuquina se plantea una oportunidad para la reflexión y la acción colectiva. Estamos en emergencia hídrica.
Por Gabriela Álvarez (*), especial para «Río Negro«
Sus características dominantes en una visión integral retrospectiva son la del crecimiento poblacional intenso, sostenido basado en oportunidades laborales provenientes de actividades económicas potentes como la fruticultura inicialmente, la generación de energía hidroeléctrica, actividades hidrocarburíferas, etc. Espacialmente en una ciudad construida, extendida con baja densidad, con algunos desequilibrios emergentes de este transcurrir de su vida… pre existencia que la define como un espacio de oportunidad y de alta potencialidad, repensando acciones en clave “sostenibilidad”.
En vísperas del cumpleaños 117 de la ciudad de Neuquén observamos la pujanza de su crecimiento continuo y la potencia del cambio de escala a hacia ciudad metropolitana.
Desde el punto de vista de la provisión de infraestructuras, el crecimiento se resolvió mediante sistemas tradicionales que hoy plantean algunas dificultades a la hora de considerar factibilidades reales de contar con las mismas.
Específicamente en este caso centraremos la atención de la reflexión en el ciclo del agua, tan esencial para la vida humana saludable, para garantizar la provisión de los servicios vinculados a ella, y fuertemente a la “sostenibilidad del hábitat”, también vital para la vida urbana.
Neuquén y su área metropolitana está inserta en un territorio de clima árido que cuenta con un sistema hídrico natural y artificial, ríos y lagos, que le permiten abastecerse de agua para el consumo humano y actividades, como también para recibir las aguas cloacales tratadas, escurrimientos superficiales provenientes del agua de lluvia y escurrimiento natural de napas sub superficiales.
En este corte temporal de 117 años de vida surgen datos respecto de la calidad contaminada del agua de las fuentes naturales, como así también algunos muy recientes respecto de la crisis hídrica regional. Es justamente por ello que parece oportuno preguntarnos en nuestro rol de ciudadanos actores directos vinculados al tema, usuarios favorecidos por vivir en una ciudad rodeada de ríos y lagos…¿cómo imaginamos la sostenibilidad de nuestro hábitat urbano en un futuro mediato, dado que las tendencias de crecimiento poblacional son crecientes y la demanda de consumo de agua también?
Podríamos mirar nuestra casa, el uso del agua en nuestra vivienda, la higiene personal, el riego de jardines y preguntarnos si creemos que estamos colaborando al uso racional, colaborativo y sustentable del agua de la cual disponemos en apariencia sin límites.
Gabriela Alvarez, arquitecta, investigadora y docente de la Universidad Nacional del Comahue
Puestos ahí a reflexionar colectivamente podemos preguntarnos ¿hay algo que podamos hacer para colaborar desde la mirada de la calidad y ciclo del agua?
Tal vez sea interesante hacer un repaso a nuestro entorno urbano cercano; por ejemplo nuestro barrio bien podría ser un buen recorte para este ejercicio. Reconocer cómo es el espacio público, como son sus calles, arbolado, plazas; un reconocimiento del espacio privado, las edificaciones, los jardines… y también cómo son nuestras conductas en esos espacios… fundamentalmente observarnos crítica y responsablemente sobre los modos de uso del agua.
Situados allí podríamos mirar nuestra casa, el uso del agua en nuestra vivienda, la higiene personal, el riego de jardines y preguntarnos si creemos que estamos colaborando al uso racional, colaborativo y sustentable del agua de la cual disponemos en apariencia sin límites.
También podríamos situarnos desde un rol colectivo y reconocernos en el modo de uso del agua en el espacio público, ejemplo, ¿nos imaginamos pudiendo ser parte de acciones conjuntas para su ciudad y aprovechamiento?
Por qué no citar, a pueblos originarios del noroeste argentino, entre otros, q ue sabiamente situados en climas áridos con escasez de agua ejecutaron canales de conducción e infraestructura para el almacenamiento de agua, para uso colectivo, de consumo, pero fundamentalmente para riego de cultivos que garantizaban el alimento de la población.
Del mismo modo podríamos reflexionar acerca de los pioneros de nuestro Alto Valle que pensaron, diseñaron y construyeron una infraestructura brillante de canales de riego y desagües para cultivos de las chacras, que potenció las capacidades del territorio para producir alimentos para consumo propio, y también para convertirse en una actividad económica generadora de riqueza genuina regional, que lamentablemente en la actualidad se van perdiendo… esto es por citar algunos referentes en el tema.
También en espacios urbanos, situados en el espacio público, ejemplos de aprovechamiento racional de agua no potable, nuestros vecinos mendocinos y su sistema de acequias nos dan muestra real de alternativas para el riego del arbolado urbano.
A comprometernos
Nuestro Neuquén construido se caracteriza en general por calles y veredas anchas, que admiten propuestas de diseño alternativas al riego de acción individual. Entonces, ¿por qué no pensar que de ese sistema se pueda tomar el agua necesaria para jardines? Así mediante un sistema colectivo de riego urbano con agua no potable, evitar el uso de agua potable para riego y racionalizar la metodología para riego. A este sistema también podríamos incorporar los sistemas individuales y tratamiento de aguas grises de nuestros hogares y comercios.
En espacios públicos, como plazas y parques, podríamos pensar la instalación de tanques de almacenamiento que se abastezcan del agua de lluvia y de aguas grises. Así, de este modo se puede optimizar el uso del agua no potable excedente de la ciudad y también habilitar nuevos espacios para generación de alimentos como huertas urbanas comunitarias. Seguramente cada uno de nosotros, al hacer este recorrido de pensamiento en su barrio, ha podido reconocer espacios posibles para estas ideas y otras tantas, que seguramente podrían ser encauzadas en espacios de participación comunitaria, usinas de ideas, propuestas y compromisos de acción colectiva.
La ciudad existente es la ciudad de jóvenes y activos años, parados ahí y celebrando que nuestro momento es hoy, con revisión crítica hacia atrás acerca de lo que no hicimos bien. Y puesta la mirada futura en clave sostenibilidad se impone repensarnos desde lo individual, comprometernos desde la mirada colectiva, a ser actores activos de un proceso de mejora de la calidad de nuestro hábitat urbano, proponiendo la necesidad de diseñar nuevos sistemas posibles…
En espacios públicos, como plazas y parques, podríamos pensar la instalación de tanques de almacenamiento que se abastezcan del agua de lluvia y de aguas grises. Así se puede optimizar el uso del agua no potable excedente de la ciudad y también habilitar nuevos espacios para generación de alimentos como huertas urbanas comunitarias.
Gabriela Alvarez, arquitecta, investigadora y docente universitaria de Neuquén
En 117 años la ciudad se ha nutrido de población rica en diversidad de pensamiento, instituciones formadoras en conocimientos específicos, instituciones de responsabilidades específicas… una buena manera de festejar podría ser comprometernos generosamente a la tarea indelegable de conjunto, todos somos importantes y necesarios. El pensamiento, el diseño y la construcción de conjunto parece ser central para los próximos años de vida urbana sostenible e inclusiva.
(*) Arquitecta, investigadora y profesora titular carrera Ing. Civil. Facultad Ingeniería de la UNCo.
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