Profunda cuestión cultural
Opinión
sergio escalante sergescalante@hotmail.com
El caso del joven trabajador salteño Daniel Solano sacó a la luz un sinnúmero de situaciones paralelas que la justicia deberá investigar; un terreno en el que el poder político debería dejarla actuar libremente. Desnudó principalmente el maltrato que reciben los miles de trabajadores “golondrina” que llegan cada temporada de cosecha a integrar una organización que describen como cuasi feudal, con sueldos magros, condiciones de vida indignas -son hacinados en sitios donde las comodidades y servicios son nulos o mínimos- y deben pagar hasta 10 veces más que el valor real por las mercaderías que les entregan para su consumo. También reveló la compleja trama que ha unido por años a importantes empresas y supuestas “cooperativas de trabajo” con las fuerzas policiales. El caso Solano también llevó a hablar del trato que aplican policías de la zona al resto de la población -sobre todo a menores, foráneos y mujeres-, y de la pasividad que han evidenciado los organismos de control para que estas anomalías dejen de existir. Una de las preguntas más frecuentes que se realizan vecinos y algunos políticos es por qué el Valle Medio no ha crecido al mismo ritmo que otras zonas de la provincia, como la zona costera, la cordillerana, el Valle Inferior y el Alto Valle. Las respuestas simplistas lo atribuyen a conspiraciones contra la zona, pero hay indicios de que la comarca, como colectivo, ha repelido todo atisbo de cambio, y esto incluye esconder bajo la alfombra este tipo de accionar ahora denunciado. Ciudades de la zona han sido manejadas como feudos por los dueños de la política, con escaso o nulo margen de participación, con clientelismo y presiones, y eso se nota culturalmente, aun cuando el signo político haya cambiado. La acción violenta de la policía no es más que el reflejo del pensamiento de muchos que no usan uniforme. De lo contrario, esto ya se hubiese modificado.
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