¿Por qué comemos todo el tiempo cuando estamos en casa?
Mucho se habla estos días sobre qué comer y qué no comer. La healt coach Piqui Mendez nos explica qué tenemos que tener en cuenta en esta cuarentena, para no caer en el “hambre emocional” y el picoteo innecesario.
¿Por qué tenemos el deseo permanente de comer cuando estamos en casa? Piqui Mendez, healt coach de Avia Argentina, nos responde esta duda, que nos asaltó a todos en algún momento de la cuarentena.
A la hora de comer, la higiene es salud
Por un lado, la función principal de los alimentos es nutrirnos. La teoría dice que si nos alimentamos con comida real, satisfacemos esa necesidad.
La comida real es fácil de identificar; pensemos en aquellos alimentos que tienen un único ingrediente. El alimento en sí: frutas, vegetales, semillas, frutos secos, carne, pollo, pescado, huevos, algas, etc. Esa que, en general, no está empaquetada.
En cambio, si nuestra alimentación se basa en productos ultraprocesados, llenos de aditivos y conservantes y carentes de nutrientes, vamos a querer estar todo el día comiendo, porque esas papas fritas, galletitas o postrecito light no van a cumplir la función de nutrirnos y tienen muchos ingredientes adictivos. Entonces seguimos comiendo…
Por otra parte, la comida muchas veces reemplaza otras carencias emocionales más que nutricionales. Comemos por aburrimiento, por ansiedad, para premiarnos, para castigarnos, porque estamos tristes, porque estamos contentos, para tapar algo, para llenar un vacío y podría seguir. Esto es el famoso “hambre emocional”.
¿Cómo distinguimos el hambre real del hambre emocional? A continuación, repasamos algunos patrones básicos:
– El hambre real llega de a poco, es gradual. El emocional se siente repentinamente.
– Cuando tenemos hambre real comeríamos cualquier cosa. El hambre emocional busca una determinada textura en el alimento, un determinado sabor. No se conforma con una ensalada.
– Cuando satisfacemos el hambre real ya no queremos comer más. En cambio, cuando el hambre es emocional, seguimos comiendo aún estando llenos.
– Cuando comemos porque realmente tenemos hambre sentimos saciedad y nos quedamos con una buena sensación así hayamos comido mucho, porque estamos calmando una necesidad fisiológica. En cambio, cuando comemos para reemplazar una carencia emocional, en general sentimos culpa después.
Mi recomendación es, en primer lugar, hacerlo consciente. Una vez que ya sabemos distinguir si de verdad tenemos hambre o esa comida está reemplazando otra cosa, el siguiente paso es parar un segundo antes de comer y pensar en qué rol está cumpliendo eso que vamos a ingerir: ¿Picoteo porque no me quiero hacer cargo y parar a pensar en que en realidad no estoy bien con la persona que tengo al lado y tengo que tener una charla que no tengo ganas? ¿Me como ese alfajor porque extraño a mi familia? ¿Me bajo el paquete de papas fritas porque estoy cansada de estar encerrada? Estos son solo algunos ejemplos.
Entonces, el siguiente paso es trabajar en nutrir esa área de mi vida que está desbalanceada.
Para esto, es importante identificar como debe estar conformado un plato.
Los protagonistas del plato tienen que ser los vegetales. Podés cocinarlos de diferentes maneras para no aburrirte: frescos en ensalada, hervidos, al vapor, al horno, a la parrilla, salteados, en sopas, en licuados, en dips. En esta época podés usar papa, batata, calabaza, boniato, remolacha, cebolla. En primer lugar, son prácticos porque duran mucho tiempo. Incorporando este tipo de vegetales durante el día, se reducen los antojos por alimentos dulces ultraprocesados.
Podés abusar de los vegetales verdes y pensá en que tu plato tiene que estar lleno de colores. El famoso arcoíris. Con la variedad te aseguras estar dándole a tu cuerpo todas las vitaminas y minerales que necesita.
Planificá el plato desde la guarnición. En general, cuando pensamos una comida decimos: carne con algo, pollo con algo, pescado con algo. Hagámoslo al revés. ¿Cuál es la idea con esto? Que de a poco empecemos a pensar más en vegetales, granos o legumbres.
Recomiendo no de dejar de lado ningún macronutriente: proteínas, carbohidratos y grasas saludables.
Y, una vez más, con comida real, priorizando los alimentos integrales, de estación y en lo posible orgánicos o agroecológicos.
Algunos tips fundamentales para cuidarse
Hay varios consejos por fuera de la alimentación real que pueden ser de gran utilidad y muchas veces no les presetamos atención.
Primero, y fundamental, hay que tomar más agua. Muchas veces confundimos hambre con sed. Las ganas de comer pueden ser un signo de deshidratación. Entonces, antes de atacar la heladera probá tomar 1 o 2 vasos de agua.
Otro buen consejo tiene que ver con el cambio en la energía: probá poniéndote en movimiento. No hace falta hacer una hora de gimnasia. Bailar 5 minutos o simplemente ponerte a hacer otra cosa te va a permitir salir de ese estado y cambiar la energía.
Por último, pero no menos importante, comé con los 5 sentidos y evitá el multitasking. Comemos 3 , 4 o 5 veces al día, entonces la mente no requiere mucho esfuerzo y se va para otro lado. Comemos en piloto automático. Estamos presentes, pero nuestra mente está en el pasado o en el futuro. Esto genera estrés y, a su vez, no nos permite disfrutar de sabores, colores, texturas, la experiencia y ni siquiera ser conscientes de la sensación de hambre ni de la de saciedad. El resultado es no darte cuenta ni qué comiste. Como no estabas ahí, al rato querés comer de vuelta, justamente, porque no estabas ahí. Nos perdemos los momentos. Aplica a la comida y a todo! Perdemos atención, y, por ende, el disfrute.
¿Cómo podemos evitar el picoteo innecesario?
– Eligiendo comida real e integral. Es repetitivo, pero es clave. Este tipo de alimentos dan mayor saciedad.
– Haciendo comidas completas, sin dejar de lado ningún macronutriente: proteínas, carbohidratos y grasas saludables.
– Teniendo a mano “picoteos” saludables. Algunas ideas: frutos secos, frutas frescas o pasas. Podemos untar todo esto con mantequilla de maní o almendras, o tahini (pasta de sésamo). Licuados o jugos con vegetales y frutas, yogures de vaca orgánicos o vegetales a base de coco o almendras. Chocolates que tengan al menos 70% de cacao, bastones de vegetales o tomates cherry. O uno de mis favoritos, el helado de banana casero.
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