Por la pandemia la Escuela de Hotelería de Bariloche perdió cientos de alumnos
La virtualidad afectó seriamente las cursadas teóricas e hizo casi imposible el dictado de las prácticasen el único terciario con esta especialidad de la provincia.
El único instituto terciario provincial que forma técnicos en turismo y en gastronomía sufrió desde el año pasado una fuerte caída en la matrícula de alumnos debido a la obligada suspensión de las clases presenciales y el carácter marcadamente práctico de los contenidos.
A diferencia de lo ocurrido en las universidades, que lograron achicar los niveles de deserción durante la pandemia con estrategias como clases virtuales generalizadas, horarios adaptados y becas por conectividad, el Instituto Superior de Educación Técnico Profesional (que funciona asociado a la Escuela de Hotelería, de nivel medio) tuvo serios problemas para contener a sus estudiantes.
La coordinadora pedagógica, Carla De Vito, dijo que tienen 112 alumnos activos, cuando deberían ser no menos del triple. “No tenemos dispositivos para poder conectar remoto” dijo De Vito, en referencia a una de los obstáculos que se encontraron.
En el instituto el ingreso es por cupo, porque cada año el interés de los estudiantes supera largamente el número de vacantes. Las carreras duran tres años y aseguran una importante salida laboral. De hecho muchos estudiantes ya trabajan durante la cursada, que tiene horario exclusivamente nocturno, a partir de las 18.
La coordinadora dijo que también hubo una caída muy marcada en el número de graduaciones. La pandemia impidió completar los talleres prácticos en el ciclo 2020 y solo se recibieron ocho alumnos, que eran aquellos “a los que solo les faltaba completar alguna teórica”. Hasta 2019, el número regular de graduaciones anuales no bajaba de 30.
Este año la escuela volvió a las clases presenciales durante un mes y medio entre marzo y abril, lo cual permitió recuperar las prácticas atrasadas de 2020, pero luego hubo un nuevo corte, que se extendió hasta junio.
Aun con las clases “cara a cara” en las aulas, dijo De Vito, quedan algunas limitaciones insalvables porque ya no es posible tener (por ejemplo) clases de cocina con más de 12 alumnos. “Eso condiciona todo”, aseguró. También está cerrado el restorán de la escuela, donde los alumnos realizaban sus “prácticas profesionalizantes”. Ahora, protocolos mediante, estudian reabrirlo el mes próximo.
El instituto tenía un sistema de trabajo y una impronta de práctica intensiva que son indispensables para completar la formación de los alumnos y que quedaron desbaratados con las regulaciones sanitarias.
El director, Daniel Torres, dijo que el plan es recuperar ese perfil en todo lo posible, pero no será sencillo porque “hay cosas que llegaron para quedarse”, por ejemplo las clases remotas.
Explicó que durante la virtualidad obligada los profesores de cocina “dieron clases como si fuera el canal Gourmet”: se grababan mientras preparaban y describían un plato y luego los alumnos hacían lo mismo para ser evaluados, “pero se pierde una parte fundamental que es el docente cuando prueba la comida”.
Señaló que las graduaciones postergadas son un problema, pero no para todos igual. “A los técnicos en Turismo y en Gastronomía, si ya están con trabajo, no les cambia demasiado esperar, pero los Guías de Turismo sí o sí necesitan el título para colegiarse y trabajar en la profesión”.
Otro condicionante que quedó como producto de la pandemia es el recorte en el transporte urbano, que termina más temprano y complica a los chicos que cursan hasta tarde. Tradicionalmente el instituto funciona de 18 a 24, pero hoy terminan antes de las 23 porque la circulación está permitida hasta esa hora. Pero en algunos casos deben salir antes porque pierden el último colectivo.
Torres dijo que las deserciones se dieron principalmente porque muchos estudiantes no tenían computadora “y un 10% no tenían teléfono”. Otros no podían pagar el servicio de internet. Según lo relevado por el propio instituto “un 30% de las deserciones fueron por falta de conectividad” aseguró.
Según el director, una de las enseñanzas que dejó “todo este duro proceso” fue que el Estado debe tener una política activa “para compensar esta gran desigualdad” en materia de accesibilidad y tecnología.
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