Victimizaciones de una vicepresidenta que no responde a las pruebas
En su alegato por el juicio de Vialidad, Cristina Fernández hizo lo que mejor sabe: defenderse atacando.
Quedó bastante evidente el sentido de victimización que Cristina Kirchner le dio a su autodefensa, en la última jornada de su alegato en el juicio por la obra pública en Santa Cruz.
Víctima por “peronista” (“ya no se vería demasiado civilizado bombardearnos ni desaparecernos, bueno, acá estamos, sentados frente a ustedes…”), por gobernante (“los gobiernos somos elegidos por el pueblo y no podemos ser nunca una asociación ilícita”), por su género (“mi condición de mujer ayuda a la estigmatización”), por haber sido objeto de un atentado (“es como que desde el ámbito judicial se da licencia social para que cualquiera pueda pensar y hacer cualquier cosa”)… Esto último encierra una tesis más inquietante: la causa judicial contra ella explica -incita de algún modo- el intento de magnicidio.
Cree Cristina que -por el hecho de haber sido elegida por el voto popular- está por encima de la Justicia. Reniega de su obligación de someterse a derecho y desacredita la función fiscal de acusar (“los gobiernos somos elegidos por el pueblo y no podemos ser nunca una asociación ilícita”).
E insiste en vincular sin pruebas a los actores judiciales de esta causa con el dirigente político que más aborrece: Macri (“los jueces que me juzgan, ustedes, los que están en la Casación, el fiscal, son amigos y jugaban con Macri al paddle”). En ese punto buscó conmover a su auditorio (“me siento en estado de indefensión, muy intranquila”).
El problema es que no respondió las pruebas de Luciani ni pudo explicar hechos demasiado evidentes. Hizo lo que mejor sabe: defenderse atacando.
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