Los parques nacionales de la región buscan sostener el vínculo con comunidades mapuches

El “comanejo” que mantienen los parques nacionales Lanin y Nahuel Huapi con una docena de comunidades quedó en la mira desde el cambio de gobierno. Pero aseguran que no hay cambios.

Aunque el nuevo gobierno del presidente Javier Milei endureció de manera ostensible la relación con las organizaciones del pueblo mapuche, en los parques nacionales de la región se esfuerzan por evitar cualquier confrontación y por sostener las actividades de “comanejo” con varias de esas organizaciones, en una interacción que acumula ya una historia de dos décadas.

La intendente del parque nacional Lanín, Monin Aquín, aseguró que la interacción tiene en plena vigencia y que en su pocos meses de gestión logró establecer un buen vínculo con las comunidades. Señaló que la intención es reflotar en breve “la mesa política de comanejo”, que requiere la presencia de funcionarios de la Administración de Parques Nacionales y que no se reúne desde hace más de un año.

Otra fuente señaló que ese primer encuentro se realizará el próximo miércoles en Bariloche. El werken de la regional wiliche de la Confederación Mapuche de Neuquén, Fidel Coipan, espera que allí las partes puedan desactivar las desconfianzas que hayan surgido y acordar cómo continúan.

Además de la experiencia en Lanín, en el parque Nahuel Huapi existe una operatoria similar de la que participan siete comunidades distribuidas entre el oeste de Río Negro y el sur de Neuquén, y que por su perfil conciliador se diferencian por ejemplo de la Lafken Winkul Mapu, que ocupó tierras en Mascardi durante varios años y terminó en un desalojo que hoy está judicializado.

En el parque Lanín, con epicentro en San Martín de Los Andes, intervienen en el comanejo las comunidades Ñorquinco, Aigo, Lefiman, Lafkenche, Raquitue, Cayun y Curruhuinca. En el Nahuel Huapi la experiencia involucra a las comunidades Wiritray, asentada a orillas del lago Mascardi (muy cerca del territorio ocupado por la Winkul Mapu), Maliqueo (en el valle del Challhuaco), Quintupuray, Kinxikew, Paichil Antreao, Huenchupan y Wenu Ñirihuau.

La bandera mapuche está en varios sectores de los parques, donde habitan comunidades. Archivo

La lonko de la comunidad Cayún, Ailín Uribe, dijo que con la nueva intendente de Lanin entablaron “un buen vínculo” y resaltó que el comanejo superó varias etapas “y ha dado sus frutos”. Aceptó sin embargo que surgieron ruidos no buscados en la relación.

“Sabemos que como mapuches siempre hemos sido personas no gratas. Y hay gente que trabaja para que la mala relación exista, pero nosotros apostamos a la construcción política a través del díálogo -explicó la lonko-. Comprendemos, pero tratamos de no seguirles el ruedo. El comanejo tiene 25 años de trayectoria y no lo vamos a dejar caer”.

Prefirió no ahondar en “esos comentarios que circulan” y también apostó a la recuperación de la “mesa política” con Parques, como el instrumento que falta para asegurar la continuidad del intercambio.

Dijo que la comunidad Cayún, por ejemplo, no solo logró el reconocimiento de Parques a su derecho territorial sino el acompañamiento para la administración de un camping y un espacio ceremonial en Piedra de Trompul, que “muchos turistas se interesan por visitar”.

Nuevas preocupaciones

El comanejo en el parque Lanin se tradujo hasta ahora en trabajos de cooperación entre los guardaparques y otros agentes públicos con las comunidades para la gestión de proyectos turísticos, productivos y también para el manejo racional de la ganadería de subsistencia.

Esa relación pareció entrar en crisis hace algunas semanas, cuando surgieron desde la administracion central algunas señales que preocuparon, con directivas al personal de Parques para evitar el uso de simbología mapuche en las áreas protegidas.

La lonko Uribe dijo que “diferencias hubo siempre, pero también predisposición a trabajar en conjunto” y no cree que corra riesgos la continuidad del comanejo.

El werken Colipán dijo que se trata de “una herramienta muy positiva” y reconoció que la relación tuvo muchos vaivenes, y no solo con el actual gobierno. “El espacio político del comanejo es válido, más allá de la complejidad -señaló-. Tiene que ver con la consulta, con un aprendizaje sobre cómo proceder con las comunidades. Pero es verdad que cuesta muchísimo. El Estado ha venido muy lento en el reconocimiento de derechos, que están escritos, pero a veces quedan en lo teórico”.

A su entender, “es un gran desafío establecer políticas públicas” en las áreas protegidas con presencia de pueblos originarios. Pero también rescató la actitud de la nueva intendente del parque Lanín, que “ha mostrado bastante predisposición”.

El intendente de Nahuel Huapi, Dámaso Larraburu, se negó a hablar del tema y transmitió que lo haría recién después de que se reactive la “mesa política”.

Colipán dijo que en muchos casos la reticencia “tiene que ver con un desconocimiento y una negación”, pero confió en “encaminar una línea de convivencia” con los nuevos funcionarios de Parques.

Y se enfocó en las descalificaciones que una parte de la sociedad les dedica cada vez que se expresan en público: “dicen que queremos armar un país aparte, pero nada que ver. El pueblo mapuche ha derramado su sangre como otros por la soberanía de este territorio donde hoy se asienta el pueblo argentino”.

Campos de trabajo en común

La intendente Aquín dijo que en el parque a su cargo las comunidades mapuche “tienen contacto directo y cotidiano”, que suelen gestionar ayuda a pobladores aislados por el clima, mejoramiento de caminos, y otros “asuntos menores” que contribuyen a la integración.

Dijo que hay “un coordinador que articula las acciones” y varios campos de trabajo con las comunidades en materia turística, productiva y forestal. Mencionó por ejemplo un plan de viveros y la recuperación de bosque nativo en áreas incendiadas, con financiamiento del Banco Mundial. “Este año entra en la segunda etapa”, precisó. Otros proyectos son afrontados directamente con presupuesto de la APN.

Otro ejemplo que mencionó Aquín es el acompañamiento “de fechas relacionadas con la cultura mapuche”, en especial el cierre anual del acceso por una semana al volcán Lanín “para un uso religioso por parte de las comunidades, que lo conservan como un lugar sagrado. Para ellos es muy importante”. Señaló que lo mismo se puede hacer con otros lugares.

Aquín relativizó las manifestaciones de hostilidad que pudieron verse alentadas desde el recambio de gobierno y aseguró que en el parque a su cargo “la relación es muy estrecha” con las organizaciones mapuches. Sostuvo que algunos miembros de las comunidades se formaron e ingresaron como brigadistas de incendios. “No tengo problema con las comunidades legalmente reconocidas -afirmó-. Distinto es el caso de los que no tienen legalidad y toman tierras ajenas”.

Aseguró que el trabajo con las comunidades demanda “un aprendizaje mutuo” e interpretó que las diferencias a veces tienen origen en “una cuestión de tiempos” o de miradas diversas. “No vamos a estar siempre un 100% de acuerdo, pero las discusiones en un marco de respeto son muy buenas. La mayor diferencia está en los tiempos, ellos tienen una filosofía donde se debate todo en la comunidad, a veces por semanas, o por años. Y nosotros planificamos y queremos resultados. Pero se puede convivir”, dijo Aquín.


El encuadre normativo, por ahora sin discusión


Como muchos proyectos en Parques y otros organismos del Estado, pueden escasear los detalles sobre la implementación efectiva, pero todo está debidamente reglamentado.

Desde el parque Nahuel Huapi no quisieron referirse a la marcha del comanejo y solo aportaron un documento que data de 2019, pero (aseguraron) está en plena vigencia. Allí la interacción con las comunidades es definida como una política de gestión orientada a “conservar los ecosistemas y diversidad en términos de desarrollo sustentable en los territorios comunitarios”, con respeto por los “estilos tradicionales de vida” de las familias indígenas, muchas de ellas asentadas en tiempos previos a la creación del parque.

Aseguran haber trabajado en el abordaje de la “identidad cultural, los usos de territorios comunitarios y los reclamos territoriales”.


Un nuevo microclima que enrareció la relación


La gestión de los parques nacionales durante el gobierno de Alberto Fernández, hasta diciembre pasado, mantuvo una actitud distante pero colaborativa con las comunidades indígenas. Pero con el cambio de mando pareció instalarse un nuevo relato, que en principio generó cierta confusión, porque la nueva administración también demoró varios meses en cubrir las intendencias y los puestos de dirección en la APN.

A comienzos de junio el gremio ATE denunció una directiva bajada desde la Administración de Parques para “evitar cualquier tipo de alusión o comunicación sobre el año nuevo mapuche” o wiñoy xipantu, que coincide todos los años con el solsticio de invierno.

Un mes antes, el vocero de presidencia Manuel Adorni había dicho que “en los parques nacionales no va a flamear ninguna otra bandera que no sea la argentina”. Luego de esos episodios, el Centro de Estudios Legales y Sociales cuestionó en un comunicado “el racismo y el negacionismo” del gobierno de Milei.

Fidel Colipán, de la Confederación Mapuche de Neuquén, dijo que la bandera de ese pueblo o wenufoye sigue ondeando en sus rucas y territorios y no necesitan pedirle permiso a nadie. “Es un símbolo del pueblo mapuche y no lo pueden prohibir”, afirmó”.

Ailin Uribe dijo que el año nuevo mapuche lo celebraron esta vez como siempre y lo seguirán haciendo más allá de las posturas agresivas que afloran con el nuevo clima de época.

La intendente Aquín también minimizó esas expresiones y dijo que la bandera mapuche -por ejemplo- flamea desde hace años en los edificios públicos de San Martín de los Andes sin cuestionamiento alguno porque se trata de “un municipio intercultural”, algo que desde la administración a su cargo no pueden desconocer.


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