Cómo viven en el nuevo ejido de la meseta los reubicados de la toma Casimiro en Neuquén
Son casi 1.000 famlias de Neuquén que están en 14 manzanas con electricidad pero con agua recién hace dos meses, luego de cortar la nueva Ruta 22.
Las familias reubicadas que habitan el Lote 34 de la meseta en Neuquén soportaron los 40 grados del verano sin agua de red y en este otoño las temperaturas bajo cero, sin gas ni distribución cercana de garrafas.
La solidaridad ante las carencias es la que surgió de la organización comunitaria y la de las iglesias en esta zona del nuevo ejido de la ciudad, en la que viven más de 1.000 familias que antes estaban en la “toma Casimiro”, actual distrito 6, donde hoy se abren las calles de los lotes con servicio para profesionales o integrantes de cooperativas o mutuales que se organizaron con el municipio.
Los reubicados y sus familias pagan mensualmente el terreno a 2.500 pesos, inclusive antes de la reubicación, que fue en agosto del año pasado.
Algunos pagan desde hace un año atrás cuando salieron los últimos ocupantes de Casimiro y Autovía Norte, otros desde antes, cuando acordaron irse de la toma.
El pago lo realizan en forma virtual, a una CBU que les otorgó la municipalidad, a la que deben informar por mail cuando abonan la cuota.
“Hay que pasar los 40 de calor que tuvimos en el verano y sin agua: la largaron después de que cortamos la Autovía”, la nueva Ruta 22, recordaron algunos de los reubicados de la extoma Casimiro.
Esperan mejores condiciones y exigen la presencia del Estado.
Y si no llega, se organizan para llamar la atención (buscan a los medios audiovisuales o cortan la ruta) y conseguir el agua que le prometieron o una posta policial o una sala de salud o la llegada del camión garrafero, entre las demandas que están reclamando.
“Acá nos tiraron y se olvidaron de nosotros, los únicos que entran con ayuda son las iglesias”, invocaron.
Son 14 manzanas de terrenos que tienen luz y ahora también agua, un servicio que se les presta hace dos meses, sostuvieron.
Todos son adjudicatarios de un terreno a través del Instituto Municipal de Urbanismo y Hábitat (IMUH), que incluso extendió constancias oficiales a varias familias por el mismo lote, según describieron y se quejaron ante la Defensoría del Pueblo de la ciudad.
Las calles principales del Lote 34 son Arroz, Yerba Mate y Caña de Azúcar.
“Ahora estamos peleando por las garrafas y la leña. Y lo más importante es tener seguridad”, dijo Carlos Candia, uno de los vecinos en la manzana 5 del loteo 34.
Explicó que a la noche se escuchan tiros y la semana pasada, hubo una persona herida.
“No se puede dejar el lote solo, porque hay robos en la noche y en el día. A los chicos, les roban hasta las bicicletas, son muchos los casos de inseguridad”, se quejó.
Jaqueline vive desde octubre en la manzana 6. Explicó que debido a que muchas casas aún no son de material (de madera o de nylon y cartones) “las balas pasan para adentro, y ese es el temor, que nos den a algún chico”, dijo.
“Pedimos seguridad y nos trajeron policías para hacer operativos, que sacaron las motos. Queremos una posta policial para seguridad”, insistió.
Varias mujeres exigieron la llegada de agentes de Acción Social. Con la lluvia, se mojó toda la ropa de abrigo y las frazadas en el interior de las casillas.
“La ambulancia no llega, en la salita de salud (de Nueva Esperanza) atienden hasta las 4 y dan pocos turnos, prácticamente te tenés que estar muriendo para conseguir que te atiendan”, detallaron.
No hay escuelas cercanas y la de Nueva Esperanza, no tiene cupos para las niñeces del barrio. “Los chicos no están escolarizados, no hay cupo”, aseguraron algunas mamás.
Francisco Baeza tiene 35 años, se mudó hace un año pero su bebé de 3 meses no puede vivir en el Lote 34. En el terreno en el que lo reubicaron tiene papeles, pero evocó con melancolía el tiempo en que vivió -con las mismas penurias- en la toma Casimiro Gómez. “Allá estaba todo más organizado”, recordó.
“Acá estuvimos dos meses sin luz ni agua, hace dos meses que conseguimos el agua pero el problema es el olor que viene del basural cuando hay viento, que es siempre”, explicó.
Agregó que con el olor nauseabundo y la tierra el bebé se enferma y no hay dónde ir ante una emergencia.
“El único privilegio que tenemos acá es el colectivo. Las mujeres suben las garrafas al Cole y se van hasta Novella y Racedo, donde llega el camión garrafero, y se tienen que volver con suerte si consiguieron”, explicó David Obando, otro de los vecinos del barrio que está reclamando seguridad y luz en los lugares del barrio donde se fijaron paradas.
En El Choconcito (un asentamiento en el otro extremo de Nueva Esperanza) llega el garrafero (que distribuye garrafas a las personas que reciben asistencia en bonos de gas) pero está a varios kilómetros del lugar y hay que conseguir movilidad, indicaron.
Dayana Badilla estaba en la toma Casimiro desde que arrancó. Prácticamente vivió en el lugar dos años, porque donde alquilaba no pudo pagar más cuando los alquileres subieron a valores que superaron el presupuesto familiar. Actualmente paga más de 7.000 pesos en boleta de luz y 2.500 por el lote al IMUH.
“Acá el Estado está ausente, tuvimos que cortar la ruta para tener agua, no tenemos destacamento y no se consigue ni un turno en la salita” de Salud, dijo.
Lamentó haber salido de la toma en Casimiro, porque “acá te podés morir desangrada, estamos aislados y no hay gente de Acción Social donde se le pueda conseguir colchón y frazadas, el lote no se puede dejar solo por la inseguridad”, expresó.
Yaqueline agregó que “como en todo barrio, hay gente buena y de la mala, el tema es que no tenemos ni un destacamento cerca”, insistió.
Las mujeres indicaron que hasta la manzana 10 tenían todos los servicios, pero los reubicados más al norte “están colgados” aun con el diagrama que hizo el Instituto Municipal.
“Pagamos boletas de 6 y 7 mil pesos de luz y sólo tenemos una heladera y la tele, nos calefaccionamos a leña porque si no nos congelamos. Hay gente que pagó hasta 10 mil es este mes, dicen que es por el alumbrado”, indicaron.
El viento sopla fuerte en la meseta y cuando ocurre, además de perder algo de materiales que vuelan, es inseguro.
“Nos guarecemos adentro, porque con el viento no se puede estar y podés quedar herida; con el viento del otro día se nos volaron una chapas y perdimos; nos prometieron nylons pero nunca llegó, y después llovió y se nos mojó la ropa y los acolchados, con este frío”, se quejó Ruth.
Mas de 1. 000 familias vive en el Lote 34
La información oficial del Instituto Municipal de Urbanismo y Hábitat indica que en el Lote 34 se entregaron en agosto 420 parcelas con servicios en una primera etapa con agua y energía eléctrica.
En el segundo traslado se entregaron 520 lotes y está prevista una tercera etapa de 250 para agosto, tras convenios con organizaciones de remiseros, el sindicato de recolectores domiciliarios y algunas cooperativas.
Con la ampliación del ejido se prevé llevar gas y se trabaja en cloacas para 2 000 terrenos a continuación del Lote 34.
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