CALF tiene la tarifa más cara de la región y ganancias extraordinarias

El último balance aprobado por la asamblea de la cooperativa de Neuquén, consigna un resultado positivo de 1.900 millones de pesos, a pesar de que no puede cobrar el 17% de la energía que entrega.

El último balance aprobado por la asamblea de la cooperativa de servicios públicos de Neuquén, CALF, cerró con una ganancia extraordinaria, en torno de los 1.900 millones de pesos. La distribuidora de electricidad llegó a estos números gracias a la tarifa más cara de la región, incluido el aporte de capitalización que todos los usuarios hacen cuando pagan el servicio.

Como (casi) todas las cooperativas eléctricas del país, CALF maneja una caja descomunal, con ingresos que a mediados de 2022 eran de 7.600 millones de pesos y a pesar de que no puede cobrar más del 17% de la energía que entrega.

Los 1.876 millones de pesos de resultado positivo del balance 2021-2022 contrastan con los 1.776 millones de pérdida que registró la empresa en el ejercicio anterior.

Las cooperativas tienen en general balances anuales que cierran el 30 de junio de cada año. El del período 2022-2023 aún no se conoce.

Tampoco es que CALF difunda libremente sus números. Diario RÍO NEGRO no consiguió el balance de fuentes oficiales sino a través de terceros. Fue infructuoso el intento por tener la palabra de algún directivo de la cooperativa.


Llega Figueroa a la provincia, se va Lucca de CALF


La vida institucional de la empresa está signada desde hace años por el impacto de los cambios en el gobierno provincial y, en menor medida, el municipal, que es el que le otorga la concesión del servicio.

De hecho, cuando Rolando Figueroa, el emepenista devenido independiente, ganó las elecciones a gobernador, en abril de este año, hubo un rebote importante en la conducción de CALF: Darío Lucca, un exdirigente del gremio de los peones de taxis, renunció a la presidencia de su Consejo de Administración y en su lugar subió Marcelo Severini, hasta entonces secretario general de la cooperativa.

CALF tiene tarifas muy altas que ayudan a cubrir sus costos, igual de altos. Su facturación creció un 40% de un año a otro pero compró energía apenas un 13% más cara. De esta manera pudo mejorar en un 70% su resultado bruto.

También redujo de manera llamativa, sin que exista explicación aún, el pasivo por la electricidad no pagada, que en el ejercicio anterior eran 6.200 millones de pesos y en el último aprobado, de apenas 2.000 millones.


CALF: Cuando menos es más


El aporte de capitalización es una suma que CALF les cobra a sus usuarios. Como tiene un impacto mayor en las facturas de importes más bajo, distorsiona el valor final en los hogares y comercios con consumos bajos, que son en general familias de recursos igual de bajos o emprendimientos de escala reducida.

Así es como los usuarios residenciales de la cooperativa neuquina con consumos de sólo 100 kilovatios hora (kWh) por mes pueden llegar a pagar el doble que un hogar de Río Negro atendido por Edersa o una casa de Zapala, donde el prestador es también una cooperativa, que, encima, no puede comprarle la energía al mercado mayorista.

Hasta la empresa provincial de energía EPEN, que entrega energía en todas las ciudades donde no hay cooperativas, tiene precios más beneficiosos para los hogares más humildes.

En cambio, en los hogares de mayores recursos, donde el consumo es más grande, la diferencia no es tan notable.

Hasta hace unos años se podía encontrar una diferencia entre los precios de un servicio regulado y otro que, como en el caso de CALF, la tarifa depende de una decisión política.

Aunque en los últimos 20 años se mantuvieron a nivel nacional y en algunas provincias los criterios de regulación técnica, los precios finales están atravesados por decisiones que se toman en los escritorios de los funcionarios.

Y hay casos en los que la regulación se burla deliberadamente mediante aportes que nada tienen que ver con la electricidad, como pasó durante años en Bariloche, sin que el ente regulador provincial hiciera nada para proteger a los usuarios, con el argumento de que son decisiones de entidades sociales.


CALF entrega más de lo que puede cobrar


La energía es la actividad principal de CALF, que se fundó para darle electricidad a una ciudad sin fuente cercana, pero tiene funciones sociales, como la de los servicios de sepelio, que se han transformado en una prestación clave para sus casi 90.000 socios activos, que son los que tienen un medidor de luz.

En el ejercicio bajo análisis, se brindó el servicio de velatorio y sepelio a 2.629 personas que murieron.

Pero además tiene publicaciones y una radio, en sociedad esta última con la Universidad Nacional del Comahue.

No son las únicas funciones sociales que cumple. La más importante tal vez no aparece como un logro: el 17% de la energía que compra e inyecta a su red no la cobra.

En el lenguaje especializado se llama “pérdida no técnica” porque la red suele tener caídas por razones físicas, por una inducción de campos electromagnéticos, problemas con el aislamiento entre los conductores o por asuntos relacionados con la conexión a tierra.

Pero las “pérdidas técnicas” no suelen superar el 6%; por eso, cuando se registra por encima de ese umbral, es señal de que hay “colgados” o directamente robos.

Los robos o fraudes son más o menos detectables. Lo que ocurre en Neuquén es que la cooperativa absorbe como un costo la provisión a asentamientos irregulares que se enganchan de manera irregular a la red o, para dar mayor seguridad, a un tablero.


CALF arrastra las consecuencias de negocios ruinosos


Durante la década del 90 la fiebre privatizadora del gobierno de Carlos Menem vendía todo lo que podía. CALF estaba entonces en manos de una agrupación más relacionada con cierto sector progresista de la política neuquina que con el MPN, pero aun así se subió a la ola.

Bajo la presidencia de Osvaldo Bonvín se tomaron varias decisiones en ese sentido. La más ruinosa fue la compra, en sociedad con una empresa estadounidense, de la central térmica Alto Valle, que construyó, operó y mantuvo hasta entonces Agua y Energía, una empresa del Estado nacional.

CALF tenía el 40% de esa sociedad, pero su socia, Dominion Energy, contaba con algo más que el 60% restante que obra en los papeles: Alto Valle le vendió durante años a la cooperativa la energía que distribuía, a un precio fijo en tiempos de valores en caída por la gran oferta y una recesión que hizo bajar la demanda de manera notable.

Cuando CALF ya estaba colonizada por el MPN, con Marcos Silva de presidente, se realizaron maniobras extrañísimas con la que sucedió a Dominion, otra empresa estadounidense llamada Duke Energy.

Duke se había quedado además con Hidroeléctrica Cerros Colorados, una de las unidades de negocios en la que se dividió Hidronor para su privatización.

En realidad, lo de Cerros Colorados fue una concesión, no una venta. Y esa concesión venció hace dos meses y tiene una prórroga hasta que asuma el nuevo gobierno._

Alto Valle sí fue una venta.

Pero en marzo de 2002 Duke decide fusionar las dos empresas: así Cerros Colorados absorbió a Alto Valle. Y CALF pasó, de tener el 40% de un activo como una central térmica, a ser dueño de un porcentaje que no está claro ni en el balance.

Hay sí una mención: cuando se repartieron dividendos, en 2017, a la cooperativa le correspondió un mísero 6,55%.

Al  año siguiente, recibió poco más del 7% de los dividendos que Orazul, nuevo dueño de la central Alto Valle y la concesión de Cerros Colorados, repartió como ganancia.


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