Balance 2024: El presidente que odia a los políticos, pero los imita
El presidente Javier Milei en Wall Street. Archivo.
Javier Milei cierra su primer año de Gobierno seguramente insatisfecho. Su deseo de notoriedad apenas tuvo algo de correspondencia en un puñado de publicaciones extranjeras que destacaron “el ajuste más grande de la historia”, como él mismo lo describe.
Pese a que pasó 1 de cada 7 días de su gestión en el exterior, la gran mayoría de las veces como promoción personal, no logró hacerse del impacto que buscaba y el costo por día de viaje para el Estado fue de alrededor de 10 mil dólares.
En el ámbito doméstico de la política tampoco pareció desempeñarse mejor. Hasta el momento sus dos grandes proyectos -también refundacionales-, el DNU 70 y la Ley Bases, solo consiguieron exponer principalmente a sus aliados, pero no generaron el impacto desregulatorio promocionado. A la gente de a pie no le cambió nada las normas que ocuparon la agenda legislativa 2024. Lo que sí logró exponer el presidente fue el funcionamiento de los engranajes de la casta, pero que en la mayoría de los casos fueron conversos que saltaron a las filas oficialistas.
El gran efecto de sus medidas fueron los recortes de presupuesto, centralmente, a las provincias, jubilados, estatales, subsidios y obra pública. Pero el éxito se debió al apoyo popular que aun sostiene. De todos modos eso tampoco le dejará un nombre en la historia grande porque el pasado reciente lo cuenta varias veces.
Un Milei aferrado a los datos económicos solo se sumergirá más en el barro que dice detestar. La investigación del caso Edgardo Kueider, un exkirchnerista devenido en oficialista que fue detenido con una valija con dólares, debería ser clave para la suerte de un presidente, claro en cualquier país como el que se declama.
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