A medio siglo del Rocazo, la memorable rebelión pacífica: entrevista a Julio Rajneri
Julio Rajneri, uno de los protagonistas de la revuelta de Roca contra un sistema bajo el imperio del gobierno militar, recuerda con orgullo el acontecimiento y detalla esos días de gran convulsión nacional. Fue encarcelado junto a otros ciudadanos por “subversión”. Y como director de RÍO NEGRO decidió no sacar el diario frente a la osadía de intervenir sus contenidos.
— Qué marcó el origen del Rocazo en julio de 1972?
— Analizando a la distancia las motivaciones del Rocazo, hubo causas concretas que generaron una primera etapa de la movilización. Y luego una segunda etapa que adquirió características y dinámica propias. La causa original fue la decisión de trasladar los juzgados a Cipolletti, pero eso se sumaba a la forma en que el gobierno venía distribuyendo los fondos públicos, favoreciendo básicamente a la zona Atlántica en una forma totalmente desproporcionada.
El traslado de los juzgados fue entonces la chispa que encendió problemas más profundos. Hay que tener en cuenta que, ya en la etapa constitucional y con gobierno civil, se trasladó no sólo un juzgado sino toda una circunscripción judicial bajo gobiernos dirigidos por políticos de Roca. Eso demuestra la importancia relativa que se le puede adjudicar.
A 50 años del Rocazo, la rebelión de un pueblo
Por otro lado, el problema de la Justicia y desmembramiento del Poder Judicial y el tema del presupuesto interesaban a un sector de la comunidad de Roca. Básicamente la clase media o, para decirlo en términos marxistas, la pequeña burguesía. No involucraba a todos. Las primeras manifestaciones fueron, entonces, de un sector de la población que estaba integrado básicamente por comerciantes, industriales y profesionales.
Luego se produjo una expansión del movimiento a límites, hasta ese momento, totalmente imprevisibles. Se extendió al grueso de la población, incluyendo los barrios más modestos. Y tomó una intensidad que nadie pudo prever.
A 50 años del Rocazo, la rebelión de un pueblo
— ¿Entonces el Rocazo no expresó la pérdida de liderazgo de Roca en el contexto provincial?
—No. El Rocazo no produjo la decadencia de Roca. Por el contrario, hubo gobiernos de Roca durante más de la mitad del período constitucional actual y hubiese sido mayor si no ocurría el asesinato de Carlos Soria. La pérdida del poder relativo de Roca se debe atribuir a la competencia con Neuquén, a la crisis de la fruticultura y a otros factores que afectaron su progreso.
— ¿Qué llevó a la rápida expansión de la revuelta a sectores más populares?
— La transformación de un reclamo específico a una movilización que cuestionaba al gobierno militar (en Río Negro al mando de Roberto Requeijo) se debió a un estado de ánimo de la población que no había sido advertido. Pocos se acordaban del origen del conflicto cuando adquirió esa dimensión.
El Rocazo se transformó de un problema local en un episodio nacional que tuvo gran repercusión, en alguna medida desproporcionada diría yo. Provocó una reacción exagerada del gobierno nacional, que hizo un despliegue de tropas militares como si se tratara de una insurgencia con capacidad práctica de influir en los acontecimientos del país, cuando en realidad era una revuelta en una ciudad pequeña del interior del país. Y que además aplicaba métodos completamente pacíficos.
—¿Y cómo fue esa protesta pacífica?
— Lo que le dio un carácter particular al Rocazo es el hecho de que los medios empleados distaban de parecerse a los utilizados en el Cordobazo o en Rosario.
Los más evidentes eran las trincheras y las fogatas. Recuerdo que había un periodista que vino de Estados Unidos y contó la cantidad de fogatas en toda la ciudad. Quedó asombrado.
Además, hubo episodios que demostraban métodos ingeniosos. Se tomó la Municipalidad (por ese entonces ubicada en calle España entre San Martín y Mitre) y se designó en una asamblea a las nuevas autoridades de la ciudad, pero no fueron una ficción, sino que también operaron. Por ejemplo, dictaron una ordenanza que cambió la circulación de los automóviles en la ciudad y fue obedecida, porque los autos circulaban por izquierda. Y cuando los militares llegaron a Roca se encontraron con que, para circular, debían hacerlo por el carril opuesto.
El episodio final también tuvo una respuesta muy agresiva, pero pacífica. Fue cuando los militares salieron de la ciudad con un desfile y la comunidad les dio la espalda. Los ignoraron al punto que hubo reproches entre los militares por no haber castigado esa manifestación.
Ese método de desobediencia civil acercó el Rocazo a otros movimientos de carácter pacifista empleados en la India o en otros lugares del mundo con resistencia pasiva. La respuesta del gobierno fue desmedida e incluso enviaron a Roca a un tribunal que juzgaba hechos de subversión. En ese momento yo estaba preso y nos tomaron declaración y lo cierto es que dictaron sobreseimiento, porque estaba claro que las personas que intervenían no eran violentas.
— Desde lo periodístico, ¿qué rol cumplió el diario RÍO NEGRO, del cual usted era director?
—Fue fundamental en la etapa previa cuando se hicieron las publicaciones sobre el destino de los recursos. Fue la oposición a los gobiernos militares porque los partidos políticos no tenían probabilidad de actuar. El diario hizo una tarea de investigación y de análisis económico profundo. Y tuvo mucha injerencia en la revuelta por la información y por las fotografías que recorrieron el mundo. Esa información era recogida por agencias del país y las internacionales.
— ¿Cómo fue esa intervención militar al diario?
— Se me notificó que un militar iba a supervisar todas las notas que publicara el diario sobre el conflicto. Lo que decidí hacer como director fue que el diario no saliera y esa fue otra manifestación de resistencia pasiva. El episodio se expandió al país y se consideró como un virtual atentado a la libertad de prensa. Fueron dos días de interrupción de la salida de la edición (miércoles 12 y jueves 13 de julio). Luego dieron marcha atrás y el RÍO NEGRO volvió a editarse. En el medio del conflicto, tuvimos dificultades porque el diario estaba amenazado por medidas para evitar su distribución. Nuestras camionetas tuvieron que utilizar vehículos no conocidos y la gente nos ayudó a repartirlo. Para no pasar por el puente a Neuquén se utilizaban embarcaciones para cruzar el río.
— ¿Cómo fue su detención en medio del Rocazo?
— Nos citaron a la Municipalidad y allí los militares nos comunicaron que quedábamos detenidos. Fueron cinco días. Estuvimos presos en la Alcaidía (actualmente ubicada en calle Palacios entre España y avenida Roca). Escuchábamos las manifestaciones diarias de autos que tocaban bocina rodeando el lugar. No las veíamos, pero podíamos oírlas.
Cuando nos dejaron en libertad, nos rodeó una multitud. Fue muy emocionante. Esa imagen me quedó grabada…
— ¿Tuvo miedo en ese momento?
— No. Teníamos el respaldo de la comunidad, pero también hay que hacer una diferencia: era la gestión de Lanusse, un gobierno militar pero con actores civiles, y no existían los actos de violencia como en los gobiernos de Isabel Martínez y de Jorge Rafael Videla. Durante ese último gobierno, por otra parte, el diario nunca dejó de salir, aunque ahí si teníamos temor.
— A medio siglo del Rocazo, ¿qué siente hoy?
— Yo lo recuerdo con orgullo y la ciudad también debería sentirlo. Creo que ya debería haber una calle con la fecha recordando el Rocazo. Los años pasan y los acontecimientos adquieren otra dimensión. No creo que en algún momento se haya desvalorizado. Fue un alzamiento contra un sistema difícil de olvidar.
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