A 20 años de la Masacre del Laboratorio: los misterios del apellido Sandoval
Un sospechoso que huyó por las calles del centro en bicicleta y con una prueba que lo habría incriminado.
El apellido Sandoval se repitió en varias hojas del expediente de papel que todavía se cosían en la Justicia rionegrina. El primero en aparecer fue un tal Orlando, que con el apodo de El Clavo se hizo más o menos conocido de un día para otro. Tenía una especie de inquilinato en el barrio Pichi Nahuel, hasta donde llegaba el rastro que los perros policías habían seguido.
Dos días después del crimen, los investigadores ya sabían que una de las víctimas, Carmen Marcovecchio, que era psicóloga, había atendido en un hogar de menores de Neuquén a otro Sandoval, de nombre David, con el que había tenido no pocos problemas.
“No sabe leer ni escribir”, “ha estado fugado del hogar la mayor parte del tiempo”, “cabalga entre la masculinidad y la femineidad”, escribió la víctima en un informe psicológico que publicó RÍO NEGRO en su momento.
Con los periodistas Elizabeth “Betty” Hoischen y Julio “Beby” Salto, seguimos esa pista y la de una persona más flaca y más joven que David Sandoval, la que huyó de la escena del crimen en bicicleta. Ahora muchos protagonistas de esa investigación hablan de la posibilidad de que ese que huyó fuera El Clavo.
Esa persona salió del laboratorio de la masacre, en Roca y 25 de Mayo, ante la mirada de uno de los testigos. Pedaleó hasta Yrigoyen y dobló hacia Mengelle; en la esquina del club Cipolletti, se topó con el Renault 12 de un trabajador gastronómico que iba a cumplir su turno nocturno. Se le volcó la botella de ácido y continuó por O’Higgins hacia el barrio donde vivía El Clavo.
No había juez penal en Cipolletti; la Justicia atendía desde Roca. Lo más cercano a un funcionario judicial era la fiscala en comisaría Alejandra Berenguer, hoy camarista.
El intendente era Julio Arriaga, aliado en ese momento del radicalismo en la Alianza. Pablo Verani transitaba su séptimo año en la gobernación.
Una noche se presentó en la agencia Cipolletti del diario David Sandoval. Dijo que, efectivamente, él había estado en el hogar Santa Genoveva de Neuquén, pero que no recordaba a la psicóloga. Y que él no había matado a nadie.
Rolando Maggiolo, que fue jefe de Criminalística de Gendarmería y perito en esta causa, murió hace 16 años. En 2002 contó a este diario (con pedido de reserva) que, cuando le tomaron las huellas palmares en una dependencia de la Policía de Río Negro, David Sandoval apoyó dos veces su mano derecha y evitó exponer la izquierda. Es zurdo.
El resto es historia. Una historia de impunidad.
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