Pioneros y el impulso de las logias

Aliados al progreso, la educación y hasta la filantropía, varios masones de fines de siglo XIX llegaron al Neuquén. Desde los primeros agrimensores hasta varios terratenientes iniciales.

El tren especial partió de Constitución hacia la inauguración de la capital del Neuquén en la noche del sábado 10 de setiembre de 1904. Se cumplía un paso más del plan para cambiar la sede del gobierno territorial. Pero aquella mudanza no sólo tronchaba la vida capitalina de Chos Malal sino que sepultaba definitivamente otra mudanza, desvanecido sueño del ex gobernador Juan I. Alsina: llevar la capital a Las Lajas, como lo había intentado infructuosamente en 1903.

Aquella locomotora se abrió paso entre las tinieblas de la noche pampeana bonaerense llevando a bordo al riojano ministro del interior Joaquín V. González y su comitiva, entre la que figuraban algunos cofrades de la masonería argentina. El propio ministro era un adherente desde la temprana edad. Por ser hijo de masón, pudo ser iniciado muy joven y en su diploma lucía la firma de Domingo F. Sarmiento.

 

Conjuro sobre Las Lajas

 

Esa misma noche del sábado 10 , como si respondiera a un desafortunado conjuro, se desató un ciclón sobre Las Lajas. La furia de aquella tormenta derrumbó «cuatro casas y la mitad del frente del cuartel 2° de caballería…(también) levantó íntegros los techos de varias casas», telegrafió dos días después el corresponsal de La Nación. La mala fortuna persistiría porque «los fuertes vientos siguen y seguirán por ser la época, y aquí todas las construcciones son de puro adobe y viejas, (es por eso que) convendría desalojar estos parajes». El matutino señaló que el adobe era en Las Lajas el único material a mano y que el jefe del regimiento «pidió autorización para abandonar el cuartel» porque, además, al día siguiente se repitió el meteoro y «se derrumbaron dos casas más y otro pedazo del cuartel». Cuando 3 años antes se desató en Las Lajas otro tipo de tormenta (la denuncia contra el joven juez de paz Abel Chaneton por un doble y escandaloso delito privado) y la autoridad militar lo enfrentó, el jefe accidental de 2 de Caballería de Línea, capitán Eliseo Quiroga, suscribió una de las actas. Así Quiroga dejó registrada en el expediente penal (archivo del Gehiso) su pertenencia a la masonería al estampar su rúbrica con los tres puntos en triángulo, típica de los iniciados.

 

Zorrilla por duplicado

 

Según varias crónicas, en la comitiva del ministro González estaba un doctor Castillo. La Nueva Provincia señaló que era el Secretario General de Higiene. Se trataba entonces del Dr. Aquila del Castillo (1835-1920), pres

tigioso masón iniciado el 4/10/1858 en la Logia Sol de Mayo N° 8. Castillo actuó luego en la Logia Constancia N° 7 y fue Gran Tesorero de la Gran Logia Argentina entre 1901 y 1902. Llegó a Gran Hospitalario en 1917 y fue miembro del Supremo Consejo, grado 33° para la República Argentina, según Alcibíades Lappas en su libro «La Masonería Argentina y sus hombres»(siguen otros datos de ese origen bibliográfico).

Con su gran barba blanca, apoltronado en el tren al Neuquén, viajaba el Dr. Manuel Zorrilla (1842-1915), aquel salteño que fue intendente de Buenos Aires en 1880 y secretario del presidente Avellaneda. También había sido interventor en Santa Fe y profesor de derecho administrativo en la UBA. Su vínculo con Neuquén señala que en 1909 el agrimensor Allan B. Lea mensuró el campo de Zorrilla en el departamento Los Lagos lindante con el arroyo Castilla (duplicado de mensura 126, Archivo de la Dirección Provincial de Catastro del Neuquén). Desde el 11 de diciembre de 1888 pertenecía a la Logia Confraternidad Argentina N°2. La única crónica de aquel viaje en tren, fue la del enviado de Caras y Caretas que testimonia que «el ministro fue saludado con vivas en todas las estaciones donde se detuvo». En Bahía Banca se embarcaron otros viajeros y ejemplares de La Nueva Provincia. Curiosamente el matutino (que no aparecía los lunes) fue fundado en 1898 por el maestro radicado y afiliado a la masonería Enrique Julio. En la enseñanza llegó a ser Director General de Escuelas en Mendoza (1918) y miembro de Consejo de Educación bonaerense (1925). Su incursión en el periodismo comenzó mientras estudiaba magisterio. Asoció en el diario a su amigo Ramón López Lecube, dueño del establecimiento modelo San Ramón del sur bonaerense y propietario de tierra que basaron parte de la capital de Neuquén.

 

De Julio a Setiembre

 

Enrique Julio (1872-1940) dio gran espacio a las noticias de la nueva capital y reforzó a su corresponsal Arsenio B. Martín con un enviado especial a los actos inaugurales. Julio se inició en la masonería el 3 de julio de 1899 en la Logia Estrella Polar N° 78.

Encontrar vínculos masones de algunos protagonistas de la historia territorial del Neuquén, no implica reconocer la existencia de un plan de largo alcance con objetivos de apropiación o especulación inmobiliaria, salvo que ello fuera demostrado. Hay, sin embargo, dos áreas de presupuesto para otro tipo de elaboraciones e hipótesis de trabajo: 1) la coincidencia de protagonistas con esa filiación en funciones gubernamentales o compradores de tierras, otros en trabajo de mensura, y hasta los primeros interventores nacionales; y 2) el diseño y disposiciones urbanas de la nueva capital. Referido a esto último, ya ventilado en estas páginas, puede agregarse que, además del parecido diseño urbano de La Plata inspirado en el plano del ingeniero Juan Martín Burgos (iniciado en la Logia Confra

ternidad Argentina N° 2 el 30/10/1875), la planta inicial de Neuquén agrega la rigidez laica de un trazado inicial sin ubicación de templo religioso alguno y plaza principal, como fue lo típico de la España virreinal.

El repaso de personajes reconocidos por sus registros en logias o por sus rúbricas documentales (con 3 puntos) de los iniciados, o hasta la pertenencia a familias notorias en la masonería, encuentra huellas desde apenas concluida la llamada Campaña del Desierto. Sin profundizar indagaciones en número y protagonismo de masones que actuaron desde los orígenes del Neuquén, el resultado básico puede asombrar. Va desde los fotógrafos de la expedición de Villegas y luego primeros agrimensores en el territorio, hasta algunos terratenientes pioneros, gobernadores, los tres comisionados del gobierno central enviados entre 1902 y 1903, dos de los donantes de tierras para la capital, y no pocos funcionarios locales, profesionales, militares y artesanos locales.

 

La muerte de Encina

 

El agrimensor pionero en el Neuquén Carlos Encina (1838-1882) fue masón e hijo de masón. Resultó un agrimensor e ingeniero diplomado de notable éxito que también se lo conoció como periodista, fotógrafo, poeta (premiado por «Canto a Colón» y «Atlántida»), socialista romántico a lo Echeverría, funcionario y diputado provincial (1873). Es sabido que encaró en 1882 junto con el agrimensor Edgardo Moreno (también reputado como masón pero sin datos de iniciación) los primeros trabajos topográficos y mensuras del Neuquén por encargo del gobierno y otros particulares. Para estas últimas formaron la sociedad profesional Moreno, Encina y Cía. que continuó el primero de ellos a la muerte de Encina. Mucho antes, Encina y Moreno fueron los fotó

grafos de la expedición al desierto del general Conrado Villegas. Encina había dictado cátedra en la Facultad de Matemáticas (fue su decano de 1876 a 1881) y en el Colegio Militar. Fue además director de las escuelas de la Municipalidad de Buenos Aires y del Observatorio de La Plata en su inicio. Pero su destino final estaba en Neuquén: allí lo abatieron las penurias padecidas durante los trabajos topográficos. Había sido iniciado en la Logia Consuelo del Infortunio N° 3 el 23/11/1858 y un año antes de morir fue uno de los fundadores de la Logia Docente.

El 14 de marzo de 1882, a los 42 años y poco antes de la muerte Encina, el doctor en jurisprudencia Miguel Sorondo -nada menos que autor de «Crónica histórica de Neuquén»- fue iniciado en la masonería, precisamente en la Logia Docente de Buenos Aires. Cinco años más tarde figura alistado en la Logia La Plata N° 80. Aparece vinculado a Neuquén no sólo por su «Crónica…», sino por los establecimientos de campo neuquinos, ya sea con otro de los Sorondo (Alejandro) y sobre todo en tierras de Las Lajas vecinas con los Alsina (Demetrio y el ingeniero Juan Ignacio). Precisamente este último realizó en 1888 las mensuras de campos de la firma Rubial, Sorondo y Cía (duplicado n° 2 del archivo de Catastro Provincial). Miguel Sorondo fue secretario de la Cámara de Diputados de la Nación (1874/86) y fundó el Instituto Sorondo de enseñanza secundaria en La Plata.

Alejandro Sorondo,15 años más joven que Miguel, ya que nació en 1855 (murió en 1934), además de la titularidad de tierras en Las Lajas, tuvo otras en Loncopué que mensuró Edgardo H. Moreno en 1910 (duplicado 196 del ya mencionado archivo catastral).

 

El Gran Maestre

 

En los diccionarios biográficos se lo señala como creador de uno de los primeros establecimientos rurales de Neuquén y se lo pondera como personaje polifacético y hasta político, que, con su esmirriada y hasta poco prolija figura, estimuló a los dibujantes de Caras y Caretas. Su paso rápido por las armas como coronel de varios regimientos, cedió al profesor de historia y geografía que formó legiones de pedagogos. Fundó el Club Liberal y con Zeballos, el Instituto Geográfico Argentino. Actuó en diversas sociedades protectoras, en la Cruz Roja y otras que erigieron los monumentos a Rivadavia, Sarmiento y Roca. Fue personaje trascendente en la masonería argentina donde tuvo un crecimiento vertiginoso desde que se inició el 13 de abril de 1904 en la Logia Obediencia a la Ley N° 13. Al año siguiente fue Gran Orador de la Gran Logia Argentina y un año después resulto Pro Gran Maestre y alcanzó el grado 33° del Supremo Consejo de la Argentina. Su homónimo hijo fue también masón y titular de campos en Neuquén, departamento Picunches (Duplicado 197 de Catastro, mensurado en 1910). ¿Fueron masones los propietarios de campos neuquinos como Felipe Senillosa, José Pietranera, Manuel Porcel del Peralta, Casimiro Gómez, Amador Villa Abrille y Félix San Martín? ¿O gobernadores como Lisandro Olmos, Bouquet Roldán y Eduardo Elordi? ¿Interventores nacionales como Carrasco, Lugones y Gallardo o policías como De la Serna, artesanos como Edelman y muchos otros?

(Continuará)

fnjuarez@sion.com


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