Pioneras en la lucha por el derecho al aborto legal en la región
Cuatro historias de activistas que hicieron posible la marea verde de 2018. Los noventas, la aparición del "miso", las alianzas con personal de salud y los acompañamientos.
El próximo martes 1 de diciembre comenzará a debatirse en el Congreso, por segunda vez desde la recuperación democrática, la legalización del aborto. En 2018 cuando llegó el proyecto al recinto no hubo ley, pero se produjo la “despenalización social”: se logró hablar del tema en voz alta, legitimar la decisión de interrumpir un embarazo y ubicarla como una práctica de salud que no debe ser obstaculizada.
Esa potencia jamás habría sido posible sin la constancia de activistas de todo el país que iniciaron un camino hacia fines de los ´80 y principios de los ´90. En esta oportunidad recogimos la experiencia de cuatro de ellas de Neuquén y Río Negro. Nos quedamos cortas, hay muchas más. Las alianzas con el sistema de salud, las intervenciones públicas, la aparición del misoprostol y la alegría de vivir un cambio de época, de mayor escucha y menos crueldad.
«El alivio moral de que no te miraran como un monstruo»
*Por Laura Loncopan Berti
Eran los ´90 y un grupo de mujeres recogía firmas por el derecho al aborto en el centro de la ciudad de Neuquén. ¿Fue en 1992 o 1993? Andrea Diez no lo puede precisar, sí que era 28 de septiembre, el día de lucha por la legalización que se había instaurado a principios de la década, en el V Encuentro Feminista realizado en San Bernardo. “Pasaba de todo, pasaba la gente que nos miraba como si fuéramos extraterrestres y sobre todo las mujeres que iban en pareja. “Yo voy a firmar”. Y firmaban. Y los tipos se hacían los boludos. Había gente que pasaba y decía “¿qué es esto?” y nos insultaban.
-¿Dónde pusiste la mesita para las firmas, te acordás?
-Frente a la Catedral, obviamente.
Mujeres por el Derecho a Elegir fue una organización feminista de Neuquén, pionera en la instalación del debate por la legalización del aborto, según describe Julia Burton en su libro “Desbordar el silencio, tejer complicidades”. Se puso en marcha luego del Encuentro de Mar de Plata de 1991.
“La idea estaba desde antes, yo soy hija de los Encuentros de Mujeres, cuando vuelvo ahí creo Mujeres por el Derecho a Elegir, porque conozco a las chicas de la comisión”, afirma Andrea. La comisión por el derecho al aborto, creada en 1988, fue un espacio de referencia a nivel nacional que existió hasta 2008. En 1993 dos de ellas vinieron a Neuquén al taller titulado “Las mujeres y los derechos reproductivos y sexuales”, que se realizó en el diario Río Negro. Allí hubo fuertes cruces con sectores religiosos: “Éramos asesinas, ellos no han cambiado el discurso, las que hemos cambiado somos las mujeres”.
“Mi aporte fue quebrar el silenciamiento”, repite Andrea, licenciada en Comunicación Social, postgraduada en estudios de género y cultura en América Latina. “Nace del conocimiento de la tremenda crueldad con la que la sociedad trataba a las mujeres que no querían ser madres. Básicamente es ese el origen. No había “miso”, entonces todo aborto era quirúrgico. Esto obligaba a las mujeres a acudir a la clandestinidad, sin recursos, de manera totalmente denigrante, acordate que estamos hablando de pocos años de democracia también”, relata.
El misoprostol es un medicamento, avalado por las autoridades de salud, que se suministra hoy en el primer trimestre de gestación para abortar de forma ambulatoria y sin riesgos.
La Casa de la Mujer, ubicada en Villegas y Rivadavia, era el lugar desde el cual se acompañaba a quienes iban a interrumpir embarazos, la mayoría, recuerda Andrea, eran madres de “por lo menos dos hijos, de clases populares bajas”. “Era la escucha atenta y el alivio moral de que no te miraran como un monstruo. La sociedad en esa época no estaba dispuesta a escuchar que la maternidad podía ser un lugar de displacer y que era una elección, y que en consecuencia eso implicaba la posibilidad de decidir sobre la sexualidad y la reproducción. Tampoco quería escuchar la sociedad que las mujeres pudieran desear la sexualidad sin un objetivo reproductivo”, asegura.
Andrea señala la articulación que había con tres profesionales del sistema de salud de entonces que atendían a las mujeres que ya se habían practicado abortos, sin juzgarlas: Gabriela Luchetti, Ricardo Cucuy y Mirta Pacin. La organización intervino activamente en el anteproyecto de la ley 2222 de salud sexual y reproductiva, sancionada en 1997. Quienes fueron parte de la organización o hicieron alianza fueron: Érica Mansilla, María Eugenia Sánchez, Carmen Capdevilla, Alicia Zanona, Natalia Cantero, María Barros, Valeria Helsinki, Valeria Flores, Judith Wendell, Claudia Velásquez.
-El Código Penal establece desde 1921 las interrupciones de embarazos, ¿ni se hablaba de las causales legales?
-Olvidate. El riesgo de muerte era enorme, permanentemente, cada vez que llegaba una mujer era decir, “¿va a sobrevivir?” Porque tenía que pasar por un procedimiento quirúrgico, le metían un fierro o le metían un perejil, pero algo le metían. Esas posiciones denigrantes y degradantes y sobre todo no poder llegar, no poder preguntar, el ominoso silencio.
«Un activismo que no deja de generar acciones propositivas»
*Por Laura Loncopan Berti
Está agachada y sus brazos estirados hacia arriba, con los puños apretados. Mira para abajo. Está a punto de lanzarse a correr. Hasta hace un momento sostenía la bandera que encabezaba la marcha, la primera luego de ocho meses de cuarentena por la pandemia del covid-19. La soltó para alistarse a una carrera: la de ocupar la calle. Ruth Zurbriggen se arrodilla solo para tomar envión.
En 1986 llegó a Neuquén. Siempre maestra y del sindicato ATEN, en 2001 fundó La Revuelta con Graciela Alonso y Valeria Flores. La primera movilización en la que participaron fue con la bandera “Aborto Legal para no morir”. En el libro que recorre la bio-genealogía de la organización, Mónica Reynoso dice que Ruth anda con las “lágrimas al borde de los ojos, siempre desmesuradamente abiertos. De asombro, como una niña. Y de incontenible indignación también. Como incontenible es su palabra porque ella no tiene filtro.”
Marca que uno de los hechos centrales del activismo a favor del aborto legal de La Revuelta fue haber decidido en 2005 ser parte de la Campaña Nacional. “Nos podríamos haber quedado aquí, dentro de las fronteras provinciales y haber mirado la campaña nada más y nuestra decisión fue ser parte, ser impulsoras. Tuvimos muchos años en la comisión de articulación, cuando ponerse el pañuelo verde no era lo que es ahora y ahí pusimos muchas energías, pusimos mucho pensamiento, me parece que esa definición hace a nuestra definición política de las articulaciones”, explica.
Agrega: “otro de los hitos fue nuestra definición político-pedagógica de trabajar mucho lo que tiene que ver con sexualidades, así en plural, género, educación sexual integral, y todo lo que hicimos para la transformación curricular de los profesorados de nivel inicial y primaria, tanto en la facultad de Ciencias de la Educación, como en los Institutos de Formación Docente en Neuquén. Nuestra insistencia con un activismo que le reclame al Estado, pero a la vez un activismo que no dejan de generar acciones propositivas y formas de activismo de acción directa”.
En 2010 crean el Socorro Rosa y toman la determinación de acompañar los procesos de abortos con medicamento. Esta es la génesis de lo que sería Socorristas en Red: una línea telefónica que brinda información y a partir de la cual se pautan encuentros para romper la soledad. “Me parece que venimos colaborando con eso, con que la práctica y la decisión de abortar deje de ser una vergüenza, tanto como para quien lleva adelante el aborto como para quienes garantizan en los lugares de salud. Otra definición muy importante fue el deseo y la paciencia inmensa para articular con los sectores de salud”.
Por fuera de las fronteras provinciales, La Revuelta alentó desde 2017 alianzas en nuestro continente. Para Ruth: “Si finalmente logramos el aborto legal en 2020 y si ojalá el Senado entiende que tiene una deuda que saldar, ojalá no aborte esta posibilidad histórica que tiene, creo que eso va a tener efectos de mucho estiramiento para América Latina y el Caribe”.
«Sabía que no estaba bien y que eso tenía que cambiar»
*Por Natalia López
El 10 de mayo de 2018, durante el tratamiento legislativo del aborto, la periodista feminista, Susana Yappert, fue una de las expositoras a favor del proyecto de Interrupción Voluntaria de Embarazo. Ante los Diputados, Yappert denunció la vulneración sistemática de los derechos sexuales y reproductivos en la provincia de Río Negro. “Si el Estado viola derechos”, aseguró, “no es posible insistir en la criminalización de las mujeres cuyos derechos han sido previamente vulnerados por el propio Estado”. En esa intervención hizo un agradecimiento especial a la doctora Rosana González junto a la cual promovió localmente la Campaña por el Derecho al Aborto Legal. “Fui muy amiga de ella, todavía la lamento, y eso que dijo durante el debate lo compartimos bastante, lo preparamos juntas, teníamos un vínculo muy cercano”, cuenta González al recordar a Susana quien falleció el 20 de marzo de este año.
Rosana es ginecóloga, tiene 64 años, nació en Buenos Aires y vive en Bariloche desde 1984, a donde llegó a trabajar en el hospital zonal. Integra la Red de Profesionales por el Derecho a decidir y se reconoce como “abortista” desde el principio de su especialidad. Hizo su residencia en el Policlínico San Martín (Buenos Aires). “Ahí tomé conciencia, había entre 7 y 8 abortos diarios de mujeres jóvenes, infectadas y febriles. Tenía 23 años, no sabía cómo era, ni siquiera de qué lado estaba, pero sabía que no estaba bien y que eso tenía que cambiar”, indica.
Cuando comenzó en el hospital barilochense ni siquiera se podía trabajar abiertamente en materia de salud sexual y reproductiva. El área de “Planificación Familiar” estaba prohibida por un decreto de la dictadura y costó dos años de democracia poder abrir el primer consultorio en esa materia. “Andábamos con los DIU (Dispositivo Intrauterino) y los anticonceptivos en los bolsillos. Así que en relación al aborto era igual, hablábamos por debajo, no teníamos medicación, todo transcurría como en un mundo paralelo, oculto y con miedo, en mucha soledad”, relata.
Durante los 90’ realizó un trabajo de investigación junto a una colega sobre la idea del aborto en la población hospitalaria de la zona. Fueron 100 entrevistas en profundidad a adolescentes que habían sido madres y en las que analizaron las motivaciones por las que habían continuado con el embarazo. “La idea del aborto no existía”, agrega, “tampoco dentro de las comunidades de los pueblos originarios. No existía la referencia, no se pensaba”.
Uno de los puntos de inflexión fue la aparición del misoprostol. “Nos cambió la historia”, considera, “si bien ya se usaba para inducir partos, siempre fue caro y había que pasar el filtro del farmacéutico que interpelaba a las pacientes de una manera horrenda”. Por otra parte, la relación con Ruth Zurbriggen, de La Revuelta en Neuquén, también fue otro hito en el proceso, porque pudieron observar las distintas realidades, a pesar de ser provincias vecinas.
En 2012, el Protocolo ILE generó un espacio de discusión junto a médicas generalistas del hospital que comenzaban a pensar en su implementación. Pese a que Rosana ya no trabajaba más en el área de salud pública participó de muchas reuniones en la que lo analizaron hasta con el área legal, debatieron y terminaron incorporándolo. Señala: “empezamos a trabajar en red, hicimos una lista de médicos amigables, barrio por barrio, qué días estaban de guardia y en los centros de salud, se daba respuesta. Nos unió una fuerte relación, llegamos a hacer reuniones de 20 generalistas y logramos convertir el sistema en una cosa amigable”.
Cuando fue designada como directora del Consejo Provincial de la Mujer impulsó desde la Comisión de Género de la Legislatura la adopción del protocolo ILE. Afirma: “Lo nuestro fue todo muy de los vínculos. La reflexión sobre la práctica profesional, la militancia, la amistad, todo junto. Así construimos las mujeres, no hay vuelta que darle”.
«Antes de la pastilla era un gran negocio»
*Por Virginia Trifogli
Se llama Estela Cavazzoli, pero todo el mundo la conoce como la Negra. Desde su militancia en el Partido Comunista Revolucionario y su rol de psicóloga social, recorre hace tres décadas Neuquén. Desde que llegó a la provincia se hablaba de aborto, pero la situación era muy distinta entre la capital y el interior.
La Negra se mudó en 1991, seis años después de la creación de la multisectorial que se formó en el país para pelear por el aborto y que, de inmediato, tuvo su regional en Neuquén, cuenta.
La ciudad tenía el movimiento de mujeres más desarrollado de la Patagonia, lo que se reflejó en la realización del VII Encuentro Nacional de Mujeres de 1992.
Participaron unas 6.000 mujeres (“no nos creían que iban a ser tantas”, recuerda entre risas). Uno de los talleres más concurridos fue el de aborto, una de las marcas características de las instancias posteriores de este evento único en el mundo, y que ahora suma a decenas de miles de asistentes.
“Además se hacían movidas de apoyo cuando se presentaban los proyectos en el Congreso”, puntualiza Estela. Así, la organización de las mujeres en torno a este tema fue creciendo y Neuquén tuvo una importante participación en el desarrollo de la Campaña Nacional por el Aborto Legal.
Uno de los momentos de mayor resistencia, manifiesta la Negra, fue con Carlos Menem como presidente: “tenías al gobierno nacional que defendía la vida desde la concepción, son procesos largos”.
Otro de las contra se daba a la hora de acompañar a las mujeres que abortaban. “En el interior era imposible porque está todo muy evidente, y antes de la pastilla era una práctica quirúrgica, un gran negocio”, aclara. Sin embargo, se las ingeniaron para conseguir la ayuda de médicos, especialmente de Salud Pública y el “misoprostol hizo todo más llevadero”.
A pesar de lo vivido, la Negra reconoce: “nunca creí que el tema del aborto iba a ser un debate nacional”. Para ella la marea verde fue lo “más glorioso” y con la que dio un paso más, conformando “Libertas, mujeres por la liberación.”
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