Piazzolla y el rock argentino: una relación compleja
Ástor mantuvo una zigzagueante relación con el rock a partir de las duras críticas vertidas en distintos momentos por el genial músico marplatense.
Más allá de la gran admiración que le profesaron los máximos exponentes del género y de las manifestaciones públicas sobre posibles colaboraciones en conjunto, Astor Piazzolla mantuvo una zigzagueante relación con el rock argentino a partir de las duras críticas vertidas en distintos momentos por el genial músico marplatense.
Una famosa reunión privada en los primeros años de los ’70 con figuras rockeras que tomó estado público debido a la presencia circunstancial de un periodista, en la que se intercambiaron conceptos generales y promesas de trabajos conjuntos; y una carta pública de 1976, en la que invitaba a jóvenes exponentes a unir fuerzas evidencian un intento fallido de acercamiento por parte del gran renovador de la música ciudadana.
Sin embargo, los duros conceptos que dedicó contra muchos de los más importantes artistas del rock, como el caso de Luis Alberto Spinetta o Charly García, por citar apenas algunos, sean la punta del ovillo que permiten descubrir cierta subestimación a un género que probablemente nunca terminó de comprender.
Del otro lado, abundaron las manifestaciones -tanto explícitas como tácitas- de la fascinación del rock por Piazzolla. La influencia de la obra «María de Buenos Aires» en un pasaje de «Figuración», tema incluido en el álbum debut de Almendra; la larga introducción instrumental de «A los jóvenes de ayer», de Serú Girán; y la moda de incluir bandoneones a formaciones rockeras en la segunda mitad de los `70, son algunos de los claros ejemplos al respecto.
Por ese motivo, la relación entre Piazzolla y el rock argentino pareciera ser la historia de un amor no correspondido entre un grupo de artistas totalmente rendidos a los pies del otro actor, quien aprovechó la situación para jugar una suerte de «histeriqueo», acaso con la convicción interna de que nunca llegaría a concretar la ansiada unión.
En junio de 1972, la revista Gente publicó detalles de un encuentro amistoso en la casa de la cantante Donna Caroll de un grupo de músicos para hablar sobre su actividad. Ellos eran Piazzolla, Amelita Baltar, el guitarrista Oscar López Ruiz, Billy Bond, el bajista Alejandro Medina y Jorge Álvarez, creador del fundamental sello Mandioca.
«Yo me quiero largar con Spinetta. Quiero armar revuelo», manifestó Piazzolla en ese encuentro, entre lamentos por la ausencia de poetas que reflejaran en el tango y el folclore los nuevos tiempos que corrían.
La reunión concluyó con una promesa nunca cumplida de un recital conjunto en el Velódromo Municipal del autor de «Adiós, Nonino» con el bajista de Manal, el más grande y el más joven de ese encuentro, respectivamente.
Poco tiempo después, el marplatense pareció echar por tierra con sus deseos al expresar: «Spinetta pintaba bien pero se dispersó como las aspas de un molino de vientos», una comparación propia del sujeto al que hacía alusión.
Años después, en medio del éxito de uno de sus tantos conjuntos eléctricos y el cruce de figuras de ambos géneros, Piazzolla lanzó una convocatoria abierta a los músicos jóvenes a sumarse a su cruzada para unir fuerzas.
Corría el año 1976 y mientras el flamante guitarrista de Invisible Tomás Gubistch se sumaba al grupo del marplatense, bandoneonistas como Rodolfo Mederos y Juan José Mosalini, entre otros, colaboraban con grupos de origen rockero y «electrificaban» sus propias creaciones.
Sin embargo, la relación entre Piazzolla y los nuevos exponentes no iba a llegar a buen puerto, tal como lo refleja el abrupto final del Octeto, cuando su líder acusó ante un embajador en Francia de la dictadura argentina al resto de la formación de «comunistas y drogadictos», casi una sentencia de muerte en aquellos tiempos que empujó a muchos de ellos al exilio.
Pero la postura del artista respecto al rock quedaron expresadas de manera muy clara en el libro «A manera de memorias», del periodista Natalio Gorin, escrito en base a conversaciones mantenidas sobre diversos temas relacionados con su extensa carrera.
«Lo que me molesta de los rockeros argentinos es su falta de inquietudes. Que se junten cuatro o cinco pibes en la casa de uno y empiecen a tocar caca me parece bárbaro. Son ciclos que se deben cumplir, pero si la respuesta final, cuando son tipos grandes, es Soda Stereo o Charly García, estamos fritos», expresó allí.
En otro párrafo, ponderaba a Lito Vitale y a Alejandro Lerner, además de afirmar que le gustaban Los Beatles pero «hasta ahí» porque «tampoco es que inventaron la pólvora», en contraposición a sus alabanzas a Pat Metheny; Al Di Meola; Queen; Emerson, Lake & Palmer; y Sting, por su unión con Gil Evans.
Muchos años después de la muerte de Piazzolla, ocurrida en 1992; el mismo Spinetta reveló haber rechazado una invitación para tocar juntos, a pesar de la profunda admiración que le profesaba.
«No tuve una excelente relación con él. Piazzolla fue muy duro con nosotros porque para él éramos todos orejeros», contó «El Flaco» a Juan Carlos Diez, en las conversaciones que dieron origen al libro «Martropía».
Allí recordó las críticas que le había dedicado y aceptó que «quizás haya algo de cierto» en esas declaraciones, pero aclaraba: «Por más que haya dicho cualquier cosa de mí, yo siempre lo admiré».
Y reveló: «Una vez me invitó a tocar después de todo eso. Ahí tuve la oportunidad de aclararle telefónicamente que realmente no me sentía como para estar al lado de él en un escenario porque yo no sé escribir ni leer música. La sola idea de estar con él en un concierto me hubiera paralizado. Me lo perdí».
«Aun así, considero que su trabajo es monumental y su música realmente me ha inspirado muchísimas veces. Piazzolla es un lujo, lo que ha hecho es imperecedero», sentenció «El Flaco».
Hernani Natale/Agencia Télam
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