“Patagonia fantástica”, relatos gráficos donde seres mágicos atrapan

Una galería de seres mágicos llegados desde el inframundo atraviesa las páginas de “Patagonia fantástica”, libro del escritor y dibujante Alejandro Aguado, quien apela al relato gráfico y la historieta para dar cuenta de un espacio sembrado de piedras que caminan y poblaciones fantasmas.

Jorge Boccanera

Además de dirigir la revista de historietas “La Duendes”, sello editorial de “Patagonia Fantástica”, Aguado (Chubut, 1972), es autor de numerosos de títulos, como: “Tinta densa patagónica”, “El viejo oeste de la Patagonia”, “La tierra tehuelche” y “Episodios patagónicos”.

De formato apaisado, el nuevo título del dibujante y escritor chubutense posee la particularidad de llevar un prólogo con forma de historieta, una serie de crónicas con fotografías de lugares embrujados (como el puesto “El Moyano”, donde se reúnen “gauchos fantasmales”) y un apéndice con bocetos de las ilustraciones del libro.

n diálogo con Télam, Aguado, habló de su labor en la historieta –la denomina “cine barato”- en su investigación y en su escritura.

-La carga simbólica de una extensión tan vasta y desértica, ¿es usina de las historias de aparecidos, exploradores y aventureros?

-Llevo publicados ocho libros de investigación sobre el pasado de la Patagonia centrados en los inicios de la colonización (fines del siglo XIX y principios del XX), en los pueblos originarios y en subregiones sobre las que no había casi nada hecho, ya que no me atrae trabajar sobre temas transitados, y considero que aún está el 80 por ciento por investigarse. Hasta que concreté “Patagonia Fantástica”, lo relacionado con lo fantástico no me atraía mucho. Me motivó para abordar el tema, saber por boca de la gente de tierra adentro que hoy en día se veían seres y que en su mayoría eran propios de la Patagonia.

-Hablame de los seres mágicos inherentes al territorio patagónico.

–En la actualidad se ven: “La Trauca”, “La Sombra”, “Tío Pichú”, “el Perro Blanco”, “el Toro de los presagios”, “El Chapeado”, “El Muitu” “El Calcú”, “Viento Vivo”, “La oveja de los huesos quebrados”, “El Cueros”, “El espectro de las mesetas” y “Las piedras que caminan”; presentes en el resto del país y Latinoamérica. Si se ahonda en la bibliografía sobre leyendas y mitos tehuelches y mapuches, son muchísimos más, pero pertenecen al pasado, ya que con excepciones son pocos los que se ven. La cultura occidental habla de “mitos y leyendas” mientras los pueblos originarios actuales se refieren a “creencias populares” que remite a la presencia viva.

-¿Estos personajes comparten rasgos con los del resto del país?

En casos como los de “La Llorona”, “El Hombre de Negro”, “La Salamanca” o “La Luz Mala”, comparten similitudes y a la vez presentan diferencias regionales. Existen al menos cuatro tipos de “Luz Mala”, de diferentes colores, tamaños y comportamientos.

-¿Tiene que ver con la cosmogonía indígena de la zona, especialmente con los mapuches y su registro de mitos y leyendas?

-Hay una relación directa con las culturas de los tehuelches y los mapuches; estos seres aparecen en las inmediaciones de cementerios indígenas, sitios con arte rupestre, antiguos asentamientos de tolderías o reservas. Del “Inchimallen”, “el Perro blanco” o “El Hombre Choique”, hay referencias en antiguas leyendas tehuelches.

-Aunque hay un registro de numerosos seres mágicos en la Patagonia, predomina la idea de que los seres mágicos se agrupan en la zona norte (seres mbyá-guaraní, chiriguanos, collas y diaguitas-calchaquíes); ¿tienen allí una mayor vigencia?

-Mi sorpresa al comenzar a registrar los seres fantásticos actuales, fue verificar que existen con características regionales. Hasta entonces también creía que se concentraban en el norte argentino y que los que se citan en Patagonia eran foráneos, traídos por migrantes o implantados por la cultura europea. Un ejemplo es el de los duendes, que en la Patagonia no existen como se los conoce popularmente, sino que aquí son seres pequeños y de aspecto indígena, como el “Tío Pichú” y el “Inchimallen”.

-Los personajes citados en las leyendas y mitos de tehuelches y mapuches –que en conjunto superan el centenar- pertenecen mayormente al pasado.

Hoy, los que se ven con frecuencia apenas superan la veintena y en pocos casos aparecen referenciados en leyendas. Mi libro es un trabajo de investigación centrado en los actuales, esa es la gran diferencia con la bibliografía existente.

-Muchos son destructores y crueles, pero existen los benéficos…

-Está repartido. El Calcú es un brujo indígena maligno que tiene su contrapartida buena en el “Machi”; El “Toro de los presagios” es una entidad que ayuda a entrever el futuro; “Tío Pichú” y “el Espectro de las mesetas” resultan molestos, se limitan a asustar y a perturbar. Malignos serían “La Sombra”, “La Trauca” y “El Hombre de Negro”, aunque este último en la Patagonia chilena es bueno. El “Viento Vivo” y el “Perro Blanco” se dedican a cuidar lugares, al igual que el “Inchimallen”, aunque en algunas regiones se afirma que cuida el ganado de los vecinos. La “Luz Mala” no es ni buena ni mala.

-¿Cómo es el proceso, como dibujante, de darle forma a un monstruo que vive en el imaginario y el relato de los pobladores?

-Abordé cada personaje como un identikit, respetando las descripciones de los entrevistados. Lo peculiar es que los testimonios recolectados en lugares distanciados -Santa Cruz, Chubut y Río Negro- sean coincidentes. Me pasó de mostrar los dibujos y que me dijeran: “Sí, así era el que se me apareció”.


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