Parque Norte, un paraíso que le ganó al aluvión
Se creó para evitar que las lluvias arrastraran grandes volúmenes de barro y arcilla hasta el poblado. Hoy, transformado, es un ícono del senderismo del Alto Valle.
Parque Norte es el único bosque de coníferas de la ciudad y está emplazado en el área natural protegida más grande del ejido capitalino, el Parque Regional Bardas Norte.
Surgió como propuesta para preservar al suelo de la erosión que provocaban los grandes aluviones en la barda y cuidar a los vecinos de los barrios más cercanos, de las inundaciones de barro y arcilla.
Hubo a lo largo de los años dos proyectos de diseño para darle vida a una zona prácticamente despoblada. Rápidamente los habitantes de la ciudad y de otras localidades comenzaron a utilizar el parque como un espacio de recreación y práctica de actividades deportivas. Y fue necesario tomar decisiones para preservar por un lado hábitat natural y por el otro, sumar un nuevo atractivo turístico.
La historia de Parque Norte comenzó a escribirse luego de que en 1957 se produjeran lluvias torrenciales y aluviones que causaron graves daños a la población.
En 1958, el municipio a cargo de Aníbal García en conjunto con la dirección nacional de Bosques y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, resolvió realizar un estudio elaborar un proyecto para la corrección de las cuencas de las bardas que rodeaban la zona norte de la ciudad.
En números
- 600
- hectáreas de la barda adquirió el municipio capitalino en 1958 para desarrollar el proyecto de corrección de cuencas.
- 14.000
- árboles se plantaron entre 1962 y 1979, entre ellos, pinos, cipreses y eucaliptus.
- 16,4
- kilómetros de extensión tiene la totalidad de los senderos que se construyeron en el parque. Son recorridos por 25.000 personas cada fin de semana.
Pero la obra que se proyectaba requería de la titularidad de la tierra en la que se desarrollaría el proyecto. Fue así que al año siguiente la municipalidad adquirió 600 hectáreas donde habría de construirse la zona de defensa. Se las compró a la Sociedad Nueva España, integrada por grandes terratenientes, propietarios de gran parte del suelo neuquino.
Ya por entonces se presagiaba que el lugar iba a ser mucho más que eso. “Todo el ámbito donde en la actualidad se originan los aluviones que periódicamente perturban la tranquilidad ciudadana podría pasar a constituir, además de un centro educativo, en el lugar de esparcimiento donde la totalidad de la población ha de desarrollar sus inquietudes culturales y deportivas”, decía el informe de “restauración hidrológico-forestal para la defensa de la ciudad”, según consta en los documentos que guarda el Archivo Histórico Municipal y que reprodujeron en su momento, los medios de comunicación de la región.
Las tareas de forestación fueron realizadas por la Administración Nacional de Bosques, mediante un convenio firmado en octubre de 1961. El ente puso a disposición el personal que dirigió los trabajos y el gobierno de la Provincia creó el vivero que aportó las especies a implantar. A la municipalidad de la capital se le encargó “adoptar todas las medidas tendientes a la exclusión permanente del ganado que se encuentra en la zona a corregir y no autorizar la extracción de productos forestales”, consta en el documento que dio vida a Parque Norte.
Mientras el vivero provincial aumentaba su caudal de producción, en 1962 se comenzó con una reforestación con especies traídas de Buenos Aires, aprovechándose dos perforaciones para extraer agua de riego.
La plantación de árboles continuaron hasta 1973, año que se completó el proyecto. Entre 1962 y 1979, se plantaron alrededor de 14.000 árboles, entre ellos, pino halapo, olmos, eucaliptos, cipreses y gramíneas.
Poco tiempo después, se creó el servicio hidrológico forestal, cuya función era implantar en el lugar la nueva vegetación, “capaz de favorecer la infiltración y eliminar la erosión en los suelos del área de captación de aguas donde se originan los aluviones”. Con esto se pudo avanzar con la urbanización de las zonas aledañas que por el temor a las inundaciones de barro y arcilla, presentaban un escaso o nulo valor inmobiliario.
En la década del 90, las hectáreas que comprenden el área verde quedaron en manos del municipio capitalino para su preservación.
En 2002, por ordenanza se creó la Unidad de Gestión Territorial Parque Regional Bardas Norte, que “tendrá por objeto gestionar la propuesta integral para el desarrollo recreativo, paisajístico y turístico de la zona”.
Así comenzaba a pensarse en un nuevo Parque Norte, que combinaba de manera correcta las actividades humanas con la el cuidado de las especies naturales y del suelo.
Pero no todo salió como estaba pensado, los problemas no tardaron en llegar.
Los pinos cipreses y eucaliptus comenzaron a sufrir “estrés hídrico” y una marcada erosión transportaba material de un lado a otro del parque, saturando el suelo y haciendo que perdiera nutrientes y minerales necesarios para una “buena salud” de los árboles. El viento también aportó lo suyo.
Fue así que en 2004, el municipio encaró junto a especialistas de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata y a través de un convenio con la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC), un estudio detallado de la situación del Parque Norte para determinar acciones de remediación y corrección, y para planificar al mismo tiempo los usos recreativo, deportivo, cultural y turístico.
De ese relevamiento surgió que no todas las áreas del bosque “tenían el mismo uso y algunas tienen una significativa menor influencia humana. De allí que otro de los objetivos del trabajo fue establecer tipos de uso que pudieran dársele para obtener una mejor condición urbana y revalorizándolo definitivamente”, según consta en las crónicas periodísticas de ese año.
Estos trabajos permitieron luego la llegada de los senderos que hoy son utilizados masivamente por los neuquinos para la práctica de actividades físicas, deportivas y recreativas.
Se empezó tímidamente con 5,6 kilómetros y con el paso de los años se llegó a la actualidad con una disponibilidad de senderos de 16, 4 kilómetros de extensión.
En sus inicios, desde el municipio se colocó un cuenta ganado para saber a ciencia cierta cuántas personas recorrían los circuitos de Parque Norte. Se estableció que pasaban por allí diariamente unos 1.800 vecinos y visitantes. Hoy la cifra supera ampliamente las 25.000 por fin de semana.
• Juan Luis Antonini, un Técnico Forestal procedente de Chaco, fue nombrado director provincial de Hidrología y asumió la responsabilidad de crear un bosque artificial en tierra árida, con vientos hasta los 100 kilómetros por hora y un régimen de lluvias por debajo de los 200 milímetros anuales.
• El objetivo era controlar los riesgos aluvionales, remplazando la jarilla y el coirón, por una cobertura verde que regenerara el suelo destruido por sobre pastoreo y las avenidas pluviales
• El vivero provincial produjo un millón de plantas para implantación y reposición en las bardas y espacios verdes del resto de la ciudad.
• Los datos fueron extraídos de la ordenanza 10.114, que designa con su nombre al bosque del Parque Regional Bardas Norte.
Senderos y miradores frente al río
Mientras se realizaban estudios y se definían políticas para preservar el bosque de coníferas de la barda, sus sendas agrestes ya se utilizaban para el entrenamiento de deportivas como andinistas, corredores, ciclistas y por espeleólogos.
En 2005, en el interior del gobierno municipal se empezó a pensar en un proyecto de intervención de la zona de barda para convertirla en un punto de atracción masivo. Una propuesta presentada por el área de planeamiento del municipio fue el paso previo para la construcción del primer circuito. Se trata del más chicos de todos, que parte desde el Observatorio Astronómico, conduce a la antena de telefonía celular, se bifurca hacia el interior del bosque y conecta con la calle Jesús María para completar el recorrido en el punto de inicio. Un año después, se colocaron los bebederos.
En 2008, frente a la buena recepción que tenía el lugar en la sociedad neuquina, se sumó el segundo circuito que nace en calle Riavitz, al costado de Canal 7 y finaliza en el Observatorio. Se colocaron además, los mojones que establecen las distancias recorridas.
En 2013 llegó una obra que le cambiaría la fisonomía y uso al bosque implantado. El municipio resolvió comenzar con la iluminación de los senderos, para que se puedan utilizar también durante las horas del atardecer y anochecer. El primer circuito en contar con luminarias fue el que nace en el Observatorio.
Otra de las medidas fue pavimentar el circuito que inicia en Riavitz para que pueda circular los adultos mayores sin lesionarse. Estos trabajos se ejecutaron en 2014. Ese año, se delimitaron con mojones los senderos agreste para el entrenamiento de los deportivas, lo que permitió erradicar las motos que representaban un peligro para los peatones.
Tres años después, se colocó mobiliario urbano, la pérgola, juegos infantiles y para la salud y se construyó la playa de estacionamiento. También se extendió la red de luminarias.
En 2019 se finalizó la iluminación de todo Parque Norte.
El área cuenta además con un circuito de tres miradores interpretativos de 350 metros de longitud. Son privilegiadas vistas panorámicas de la ciudad.
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