Para los planes liberal, para las consecuencias populista

La visión ortodoxa que suele enarbolar el gobierno, comienza a ser puesta en jaque al momento de afrontar la crisis. Evalúan ampliar subsidios y acuerdos de precios.

Según define el diccionario de la lengua española en una de sus acepciones, un ‘síntoma’ es un ‘indicio o señal de una cosa que está ocurriendo o que va a ocurrir’. De eso se trata el cúmulo de números negativos que a diario arroja la economía nacional. Síntomas de un crisis que cada vez se torna más profunda y dolorosa.
Durante esta semana hubo cuatro datos significativos. Los dos primeros fueron dados a conocer por el Indec, y dan cuenta de la recesión que atraviesa la economía real. En el acumulado de los dos primeros meses de 2019, la actividad industrial cayó un 9,7% respecto al mismo periodos del año pasado, mientras que la construcción lo hizo un 10,7%.
El tercer dato lo aporta un informe publicado por el Centro de Economía Política Argentina (Cepa), que reflejan las dificultades que atraviesan las empresas más grandes del país. No se trata ya del padecimiento que viven las pymes y los microemprendimientos por los tarifazos o la caída de las ventas, sino de severos problemas financieros y de empleo que enfrentan las empresas que facturan más de $1.000 millones al año. En la lista figuran empresas emblemáticas como Unilever, Arcor, Femsa (Coca Cola), Massalin Particulares, Mastellone o Molino Cañuelas, entre otras. La mayoría de ellas tiene décadas de historia en el país, y están relacionadas directamente al consumo masivo. No hay síntoma más elocuente del derrumbe de la demanda.
El último dato, fue publicado por la Cámara de la Industria y Comercio de Carne (Ciccra) e indica que el consumo de carne anual promedio por habitante es de 54,5 kg. Significa una baja del 5,7% respecto al año anterior, y se ubica entre los registros más bajos de los últimos 29 años.
Las respuestas que ofrece la gestión, solo radican en lo que el ex funcionario macrista Carlos Melconian define una y otra vez como ‘Plan Picapiedra’. El mismo consiste en un programa acordado entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que no busca crecimiento ni desarrollo, y que por el contrario solo se propone llegar sin sobresaltos económicos hasta octubre. Basicamente, las premisas consisten en la autorización del organismo para que el Tesoro venda dólares a fin de mantener a raya la cotización cambiaria, y a cambio, el compromiso del Banco Central (BCRA) de endurecer todavía más la política de emisión cero hasta fin de año. El plan permite como mucho evitar la debacle, pero no sirve si lo que se busca es contener la recesión.

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