Papascoraila

Le gustaba entrar hecho un malón tehuelche al comedor de su casa de campo, allá en Ultima Esperanza. Sus invitados engullían con premura un pedazo de cordero patagónico y él hacía un alto en la sesión subido a su mejor caballo. Tendría 55 años. Todos se mataban de la risa. Qué gracioso, ¿no? Imagínense si este domingo entra el abuelo voleando la "guasca" arriba de un "pingo".

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