Weretilneck, María Emilia Soria y las ideologías en pausa

El gobernador volverá a participar hoy, después de 12 años, del aniversario de Roca. Hay respeto personal e institucional, pero también otras miradas compartidas.

La última vez que Alberto Weretilneck participó como gobernador de los festejos por el aniversario de Roca, María Emilia Soria tenía 27 años.

Estaba a poco más de un año de ser elegida diputada nacional, pero –confesado por ella misma poco tiempo atrás, durante la presentación del libro “Mujeres y Política en Río Negro”- la mayoría de los dirigentes con los que hablaba la trataban como “la piba” y desde ahí reducían al mínimo su cuota de incidencia en las decisiones.

Doce años después, Weretilneck volverá esta mañana a ser la máxima autoridad institucional en una celebración roquense y al lado tendrá a una intendenta que desde hace tiempo le inspira, como mínimo, respeto.

No está claro aún si el trato afectuoso que se dispensan desde diciembre tiene que ver sólo con la idea de recuperar esa institucionalidad extraviada durante casi una década, o si anida en ellos la idea de que polarizar ahora significa apurar un tiempo electoral lejano. Lo cierto es que la convivencia amable y proactiva entre el gobernador y la responsable del segundo municipio con más habitantes de la provincia emerge como un bálsamo entre tanto grito agresivo de la política actual.

Ahora bien, no sólo las personalidades y la mayor experiencia política explican este escenario pacífico.

El gobernador y la intendenta comparten desde diciembre la necesidad de descifrar las claves del nuevo escenario planteado por el gobierno nacional de Javier Milei.

Y comprobado ya que las diatribas son de suma cero, principalmente para los que tienen a cargo poderes ejecutivos y deben dar respuestas de gestión a diario, ambos llegan al último cuatrimestre del año con señales de haber optado por el pragmatismo, dejando las ideologías en segundo plano.

“Podemos estar de acuerdo o no, pero esto es lo que eligió democráticamente la mayoría de los argentinos, hoy es parte de la realidad y tenemos que aceptarlo”, dijo Soria el viernes, cuando presentó el Presupuesto municipal 2025.

Habló entonces del “desafío de afilar la creatividad y adaptarnos” para “implementar cambios necesarios en la forma de gestionar”.

Weretilneck había iniciado el viraje antes y cosechó rápido con las promesas de inversiones llegadas desde el mundo energético. El viernes su gobierno también salió airoso de la audiencia pública por el proyecto Calcatreu, abriendo más la puerta a la minería. Ya lo dijo Soria: “adaptarnos”. Papá Estado ya no atiende como antes en Buenos Aires.

El último gesto de acercamiento entre María Emilia Soria y Weretilneck, el 21 de agosto en la sede del IPPV en Roca. (Foto: Andrés Maripe).

El gobierno nacional y ciertas contradicciones: ¿No hay plata?

Lo paradójico es que, cuando la política rionegrina empieza moldearse para jugar con las nuevas reglas, desde la Casa Rosada transmiten algunas señales contradictorias.

Lejos de la caracterización de “animalitos de gastar” de principios de año, Río Negro finalmente consiguió un anticipo financiero de Nación ($ 20.000 millones) para cumplir con la extenuante cuota de capital e intereses (us$ 46 millones) por el del Plan Castello.

Existe además, otro ejemplo local sobre máximas del gobierno nacional que empiezan a desdibujarse.
En Allen, municipio gobernado por el flamante libertario Marcelo Román, se informó esta semana sobre la llegada de un aporte no reintegrable de Nación de casi 100 millones, para comprar maquinarias. ¿No hay plata? Tal vez sea como tantas veces vimos en la historia: algo hay, pero la reciben primero amigos y obedientes.

Lo que todavía nadie descifra en el vínculo Nación-Río Negro-municipios es el enigma de la Ruta 22. Y no hay razones para creer que habrá resolución rápida.

Soria se reunió con autoridades de Vialidad Nacional y recibió la misma información que maneja el ministro de Obras Públicas provincial, Alejandro Echarren: la plata para reactivar está, pero las que no están son todas las empresas adjudicadas allá por 2010.

Quiebras y reestructuraciones hacen pensar hoy en la posibilidad real de tener que licitar de nuevo algunos tramos.

Serán, como mínimo, 15 años perdidos. El peor fracaso de la política de ayer y hoy ante una necesidad concreta para el desarrollo regional.


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