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Veremos…

Pareciera nomás, como mordazmente señaló Groucho Marx, que nuestra política vernácula es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar -otra vez-, remedios equivocados.

Redacción

Por Roberto Fermín Bertossi *

Cuando la libertad no está acompañada de garantías mínimas para su paulatina realización, estamos ante un falso dilema.

Sin perjuicio de ser clasificado o incluido en el campo critico anacrónico del análisis, nuestra debilidad genética política es palmaria, e implícitamente, cargada de potencialidad devastadora.

Eufemismos, procacidades, mentiras, amenazas institucionales, traiciones a la voluntad popular, contradicciones e improvisaciones, acompañan cual agalma a este sacudido escenario político nacional que se nos presenta como nuevo en términos de, según se dijo: “un inédito y básico cambio; profundo, verdadero y sostenible”

Las migajas de federalismo, con la complicidad de legisladores, gobernadores e intendentes en las ultimas décadas etc., vienen consumando su asombrosa dilución, fundamentalmente ahora con: vg., delegación de facultades legislativas, masivas retenciones, procrastinación de partidas presupuestarias, castigo sostenido de pensionados y jubilados ordinarios, etc.; en tanto, atónitamente, se incrementan las dietas legislativas y -proporcionalmente- la megafiesta tarifaria escandalosa del AMBA y de la CABA continúa -ya en su tercera década- (por cuenta y orden del Interior y del interior del interior).

Adicionalmente, en campaña, los anuncios de los sacrificios que se iban a requerir fueron polémicamente genéricos e imprecisos; jamás se mencionó su dosis, sus plazos, sus tiempos ni sus premios e incentivos correspondientes.

Mucho legislador timorato e irresponsable, simultáneamente deroga o repone gravámenes (vg., al trabajo o ´ganancias cuarta categoría´; etc.

A todo esto, de ninguna manera debemos negar la garantía constitucional a encontrar bienestar en nuestra propia tierra argentina y con el modo que cada cual elija, pero siempre y cuando ello no derive en la injusta subordinación de unos a otros, ni se niegue el derecho personalísimo de reconocimiento efectivo de cada dignidad y libertad personal.

Ya son demasiados los que vienen padeciendo más de menos, con todo el monopolio de la incertidumbre en este caótico panorama protagonizado central e insolentemente -más menos-, por los mismos de siempre.

Baste con señalar a nuestros inermes queridos viejos jubilados a los que infame e impunemente les transaron su dignidad y su júbilo por “ascuas permanentes”; si, esos abuelos que trabajaron y aportaron en serio, verdaderamente.

Como dijo Aristóteles, “la única verdad es la realidad”. Así la nuestra, actual (pero que viene de lejos), poco tiene de humana o humanitaria.

Monseñor José Ignacio García Cuerva, arzobispo primado de Argentina, sabiamente prefiere hablar de herida, no de grieta; vieja herida que supura y supura al borde de una gangrena social, con los riesgos y derivaciones inexorables que ello conlleva; herida también que se fue incrementando con una prolongada ineficacia política, multicolor.

En definitiva, una libertad solamente de no interferencia estatal, puede mantener personas aisladas, ocupadas exclusivamente por su propio bien, pero ajenos a los bienes comunes: la salud, la educación, la cultura el medio ambiente, etc., y, por supuesto, el valor de la solidaridad social que llevó a muchos a tildar al papa católico Francisco, de comunista.

Pareciera nomás, como mordazmente señaló Groucho Marx, que nuestra política vernácula es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar -otra vez-, remedios equivocados.

Preconclusivamente, este sería el dilema práctico real. Luchar para construir sociedades libres, del buen vivir, pero justas; defendiendo la libertad sin desigualdad, evitando juntos, mancomunada y activamente -en todo lo posible- que esto último suceda.

Finalmente, con G. Marx, ¿a quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?

*Experto Coneau Cooperativismo


Cuando la libertad no está acompañada de garantías mínimas para su paulatina realización, estamos ante un falso dilema.

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