Universidades: el mejor y el peor de los tiempos

Juan Manuel Otero *


No vamos a estar caminando sobre ruinas, sino por las mismas aulas que quizás seguramente vamos a percibir ahora de una forma distinta y al mismo tiempo familiar.


En pocos días las Universidades Nacionales van a volver a estar llenas. Estudiantes, docentes, no docentes van a estar otra vez caminando por los mismos pasillos, llenando aulas, laboratorios, bibliotecas.

El retorno a la presencialidad plena implica una decisión fuerte del sistema universitario. Se vuelve a recrear una nueva normalidad que se va a asemejar, al menos durante este año, bastante a la normalidad que existía antes de la Pandemia. Se prioriza la territorialidad, los cuerpos, la fisicidad por sobre las alternativas virtuales. Aun cuando fueron estas instancias no presenciales las que le permitieron a la comunidad universitaria no desintegrarse y lograr transitar con relativo éxito, y con muchos interrogantes, los últimos dos años, hoy la decisión es la de salir del espacio de excepcionalidad y volver a ocupar las aulas.

La pandemia nos obligó a pensarnos, y lo hizo con una urgencia inusitada. No siempre las proyecciones que se realizaron fueron certeras. Zizek escribió que “lo único que es claro es que el virus destruirá los mismísimos cimientos de nuestras vidas” y que no habría “ningún regreso a la normalidad, la nueva normalidad tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas”.

En este marzo, cuando volvamos a encontrarnos, nada estará destruido, aunque si todo será seguramente un poco diferente. No vamos a estar caminando sobre ruinas, sino por las mismas aulas que quizás seguramente vamos a percibir ahora de una forma distinta y al mismo tiempo familiar. Nos pasará con los espacios áulicos lo mismo que nos pasa con nosotros mismos, con nosotros que después de los años de pandemia hemos cambiado pero no nos hemos desintegrado.

Nuestra experiencia va a estar cada vez más permeabilizada por un momento transicional lleno de dificultades, pero al mismo tiempo, pleno de una capacidad plástica inusitada. Los tiempos que se van a abrir cuando se vuelva a poner en marcha a toda velocidad y a plena potencia la maquinaria presencial de nuestras universidades, nos va a colocar en un escenario que se va a parecer mucho a lo que conocíamos, pero al mismo tiempo va a ser, y lo será cada vez más algo diferente.

Será un escenario que se irá reconfigurando sobre el aprendizaje y la síntesis. Un blend entre lo que aprendimos que no estamos dispuestos a sacrificar de nuestra antigua normalidad y las innovaciones que sí estamos dispuestos a incorporar en un contexto que ya no es de emergencia. Vamos a encontrarnos entonces frente a un tiempo hermoso, lleno de desafíos, y de incertezas. Vamos a empezar a vivir en uno de esos periodos de umbrales a los que hacía referencia Dickens cuando escribía, hace más de dos siglos que “era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.”

* Vicerrector Sede Atlantica

Universidad Nacional de Río Negro


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