Una cooperativa no es trampa ni trampitas, es servicio
El presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), ignora que cada cooperativa busca una recíproca solidaridad, a partir del esfuerzo propio y la ayuda mutua, no el lucro.
Jurídica e institucionalmente, debe entenderse a la cooperativa como una empresa de servicios; universalidad material e inmaterial, trasuntada en una entidad socioeconómica por una mancomunidad de personas e intereses específicos y en una región determinada.
La empresa cooperativa se fundamenta a partir de los principios cooperativos que informan la constitución y la vida de las cooperativas, en la doble concepción de éstas: como sujeto del derecho y como empresa u organización de necesidades, aspiraciones, posibilidades, oportunidades e intereses comunes.
Estos principios son: Membresía Voluntaria y Abierta, Gestión Democrática (no corporativa), Participación Económica de los Asociados, Autonomía e Independencia, Educación, formación e información cooperativas e Interés por la Comunidad
Condicional y determinantemente, según el grado de compromiso de cada cooperativa con los mismos, tal será su grado de pureza o impureza; de legalidad e ilegalidad.
De modo tal, no podemos menos que repudiar y denunciar públicamente las expresiones anti cooperativas, vertidas en la víspera por el presidente de la Asociación de Cooperativas Argentinas, (ACA), Rubén Borgogno
“Tenemos algunas trampitas, como dar algunos créditos a las cooperativas asociadas a la mitad de la tasa, pero son métodos que acordamos para convencerlas de comercializar con la ACA”, legitimó Borgogno.
Los créditos de las cooperativas
Fatal confesión e inmolación literal de Borgogno, vertida desde sus entrañas, cual elogio del exabrupto en pleno siglo XXI, en concordancia con el pensamiento anacrónico e inhumano del filósofo inglés del siglo XVIII, Thomas Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre”
En efecto, la frase: “El hombre es un lobo para el hombre” fue utilizada por el filósofo inglés del siglo XVIII Thomas Hobbes en su obra El Leviatán, para referirse a que el estado natural del hombre lo lleva a una la lucha continua contra su prójimo; natural y proverbial congruencia filosófica antropofágica.
Pero, en nuestro caso, ninguna cooperativa, ninguna en cuanto tal, admitirá que el hombre (varón o mujer) asociado, sea un lobo para otro hombre; irrelevantemente de su asociatividad objetiva positiva o pertenencia subjetiva negativa a la cooperativa de que se trate; esto independientemente del principio cooperativo imperante: “interés por la comunidad”
Todo lo contrario, Borgogno sin perjuicio de sus corresponsabilidades por malas praxis institucionales cooperativas y corporativas (conformación indirecta anti ética del directorio del Instituto nacional de Asociativismo y Economía Social, INAES), ignora supinamente que, jurídicamente, cada cooperativa es una empresa de servicios constituida libremente, por personas inspiradas en una recíproca solidaridad, a partir del esfuerzo propio, la ayuda mutua y con el objeto de brindarse ayuda recíproca, sin trampitas, intermediarios ni fines de lucro. Tampoco hay “ganancias cooperativas”; sólo hay “excedentes cooperativos” pero siempre repartibles.
¡Cuánto menos un devorarse los unos a los otros!
Conclusivamente, cada Cooperativa se organiza, estructura y clasifica, generando escalas en términos de poder de compra o de venta, de usos, de consumos y realizaciones responsables, mediante la prestación de servicios cooperativos “desmercantilizados”; reuniendo y ensamblando energías y necesidades humanas afines, recursos y expectativas complementarias, encauzándolas tanto hacia el bienestar personal como cooperativo y así, también, al interés y al compromiso por la comunidad circundante; pero siempre con la teleología propia de auténticas prácticas cooperativas transparentes, no lucrativas; sin armadijos.
* Experto en cooperativismo.
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