Un equipo con mística

Marcelo Antonio Angriman

*Abogado, Profesfor Nacional de Educación Física, docente universitario. angrimanmarcelo@gmail.com

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Es una marca identitaria que se defiende generación tras generación. Así, sobrevuelan en el presente todos aquellos que hicieron grande a una camiseta.


No son los mismos, no corren igual, no atacan ni defienden de igual modo, ni siquiera responden a una misma matriz de juego.

Sin embargo, existe un denominador común que relaciona a los actuales miembros de la selección argentina de básquetbol, con aquellos otros de la generación dorada.

Una experiencia que se va repitiendo desde que se retiraron los principales nombres de aquel memorable equipo: Emanuel Ginóbili, Pepe Sánchez, Alejandro Montecchia, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Rubén Wolkowisky, entre otros.

Así en México 2015, Argentina logró la clasificación directa a los Juegos Olímpicos de Río 2016.Al año siguiente, con el retiro de Manu y Chapu del seleccionado, el equipo albiceleste tuvo un gran torneo, con victoria en doble suplementario ante Brasil. De dicha manera, Argentina logró ingresar entre los ocho mejores de lo JJOO en sus últimas cuatro participaciones, con un primer puesto, un tercero y un cuarto lugar en su haber.

Cuando nadie ya apostaba por nuevas consagraciones, el equipo dirigido por Sergio Hernández abrió un interregno liderado por Luis Scola hasta llegar al subcampeonato mundial de China 2019 bajando a Serbia y a Francia.

Tras dichas campañas, se llegó a este actual equipo que conquistó la FIBA AmeriCup 2022, en el último suspiro y ante la adversidad de nueve mil almas, venciendo al local Brasil por 75-73.

Es que este conjunto liderado por Facundo Campazzo, Nicolás Laprovittola y Gabriel Deck, con la presencia de los sobrevivientes “dorados” Carlos Delfino en la cancha y de Pablo Prigioni y Leonardo Gutiérrez en el banco , creció viendo jugar a aquellos campeones olímpicos.

Bolmaro, Delia, Vildoza, Gallizi o Brusino eran apenas unos niños cuando el básquet argentino llegó a la cima. Ellos mamaron desde su niñez el amor por la camiseta, las renuncias por estar junto a sus compañeros en cada lugar del mundo donde la presencia del equipo los requería, la autocrítica y la unión.

Pero, ante todo, esa entrega descomunal por cada pelota y el privilegiar con sentido práctico, el juego en equipo.

Por eso no extraña que, a pesar de no ser reproducciones, se mantengan ciertos puntos de contacto entre unos y otros.

Para algunos esa suerte de amalgama se llama “mística”, una palabra que proviene del verbo myein del griego que significa encerrar. Y, más específicamente, de la palabra mystikós que significa misterioso o arcano. Lo místico se refiere a un estado donde el alma humana se une a lo divino en el plano terrenal. La palabra místico como adjetivo también suele referirse a obras literarias que relatan experiencias de este tipo.

A esta altura cabe preguntarse qué tiene que ver la mística con el deporte y por qué recurrentemente se suele decir que a un equipo es difícil ganarle porque tiene “mística”, o del mismo modo confiar, de manera inexplicable, en que pueda ganar aun con menores chances que el rival, por la misma razón.

La mística de un equipo es una marca identitaria que se defiende generación tras generación. Así, sobrevuelan en el presente todos aquellos que hicieron grande a una camiseta. Hay en tal sentido un respeto por el pasado, que pocas veces se observa en otras manifestaciones sociales o culturales.

La mística deportiva quizás sea una de las versiones más exacerbadas del sentido de pertenencia, que además es una de las funciones emocionales y escondidas del cerebro humano.

“Querer formar parte de”, es algo que llevamos en nuestro ADN desde nuestros más primitivos antepasados. Cuando además ese pertenecer enorgullece, se genera un plus que potencia cualquier rendimiento deportivo.

Uno de los representativos que más atención presta a dicha fortaleza es el de los All Blacks quienes, al momento de ingreso de un jugador a sus filas, le entregan un libro con una hoja final vacía para que ese protagonista pueda contribuir a escribir nuevas páginas de la historia. Así con una mentalidad clara y sintiéndose además representantes de una cultura como la maorí, ha sido el seleccionado de rugby a nivel mundial más difícil de vencer de las últimas décadas.

La mística como personalidad de un equipo que se mantiene a lo largo de su historia, con independencia de sus integrantes, es algo que influye en el rival sugestionándolo, al punto de no estar seguro de poder vencer hasta la pitada final. En ello la última Champions League de fútbol, que ganó el Real Madrid tras dar vuelta partidos increíbles, es una clara muestra de tal influjo.

No hay dudas de que todo lo que pensamos y lo que sentimos es una energía que fluye y que puede influir sobre quienes son protagonistas de una contienda deportiva. Volviendo a la selección albiceleste de baloncesto, no es casual que en los mismos días en que gana el Torneo de Recife a Manu Ginobili se le entrega el saco naranja, siendo el primer argentino en ingresar en el Hall de la fama de la NBA. De esa vara alta también se nutre el mensaje inspirador.

Eso tan difícil de explicar desde lo racional y que transmite un equipo cada vez que se expresa dentro de un campo de juego, más allá de sus intérpretes, se llama mística.

Como hace 20 años, Argentina sigue en la élite del básquet, por sus jugadores, por sus valores y su entrega con la selección, esté quien esté, sea donde sea.

*Abogado. Prof. Nac. De Educación Física. Docente Universitario. angrimanmarcelo@gmail.com


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