¿Sócrates o Djokovic?
Ahí donde el filósofo griego discutía la ley y acepta la consecuencia trágica de hacerlo, el tenista serbio no discute nada, hace trampa.
Al ver el caso Djokovic pensé en Sócrates. Sócrates fue juzgado por un tribunal y condenado a muerte. Tuvo la posibilidad de hacer trampa y huir para salvar su vida, pero prefirió morir, tal como lo había sentenciado el tribunal, para respetar la ley hasta las últimas consecuencias. Sócrates tuvo una conducta absolutamente contraria a la que tiene ahora el tenista serbio Novak Djokovic. Mientras que Sócrates se presentó ante el tribunal y argumentó en contra de lo que pensaba ese mismo tribunal, Djokovic mintió, no defendió jamás su punto de vista. A pesar de oponerse al tribunal Sócrates aceptó ser castigado y bebió la cicuta. Por el contrario, Djokovic no quiere aceptar la responsabilidad por su conducta y usa su poder para zafar.
Sócrates decía que si uno tiene una idea diferente a la de su época tiene el deber de expresarla y defenderla, pero que si la época considera que el que piensa de tal manera debe morir, pues entonces hay que aceptar las consecuencias y hay que morir por esa idea. Sócrates creía (como todos los filósofos griegos, que en esto fueron unánimes) que la vida en sociedad se basa en el respeto a la ley de la sociedad y en la responsabilidad ante los demás ciudadanos. No podemos vivir en sociedad sin cumplir las normas que la sociedad impone -aunque nos parezcan injustas u obsoletas- porque de lo contrario caemos en la disolución del vínculo social y en la anarquía.
No hay derecho sin responsabilidad y sin sometimiento a las reglas de una sociedad democrática. Los seres humanos somos animales que viven en manadas. Vivimos en sociedades cada vez más populosas y más complejas. Las democracias modernas son muy distintas de las experiencias de la Antigüedad. En primer lugar porque son muchísimo más masivas -no pueden ser directas, con todos los ciudadanos participando de los órganos de poder o legislativos porque ahora somos miles de millones y no unos pocos miles de personas como en Atenas-.
Pero todas las democracias se basan en una misma creencia compartida: que los ciudadanos somos los depositarios del poder político que surge del pacto en el que acordamos convivir en paz y buscando el bien común. Esos pactos quedan asentados en las constituciones, que son las madres de todas las leyes. Sin ese andamiaje legal, político y social es casi imposible que la inmensa y compleja manada que son hoy las sociedades modernas pueda convivir en paz.
Sócrates sabía que este pacto de convivencia social es sagrado: está por encima del capricho individual. Incluso la cultura oriental está basada en una idea similar (y más rigurosa). A pesar de que ni el hinduismo ni el taoísmo ni el budismo pensaron regímenes políticos equivalentes a la democracia moderna todos ellos tuvieron sistemas de ideas que permitieron a sus sociedades vivir en armonía y aceptar convivir respetando normas comunes. Gandhi, inspirado en los Vedas, decía que no existe derecho sin responsabilidad. No se puede exigir respeto a uno como persona si no se respetan antes las normas de la sociedad en la que se vive.
Justamente eso es lo que hizo Novak Djokovic a comienzo de semana al llegar a Australia para participar en el primer gran torneo de tenis del año: no quiso cumplir las normas impuestas para participar de ese torneo, pero no tuvo el coraje de decirlo abiertamente y mintió en su declaración. Como el motivo por el que Djokovic viola la ley es que se opone a vacunarse, los militantes antivacunas lo han convertido en un cruzado de su causa. Pero lo cierto es que Djokovic no se ha pronunciado en ese sentido, no porque piense distinto, sino porque quiere jugar este torneo, ganarlo y batir un récord. Hace trampa: no respeta la ley pero no quiere el castigo que le corresponde. No está luchando por la libertad: hace trampa para ganar una copa.
La actitud del tenista serbio es exactamente la contraria a la de Sócrates. Ahí donde el filósofo griego discutía la ley y acepta la consecuencia trágica de hacerlo (perder la vida), el tenista serbio no discute nada, hace trampa y no quiere aceptar la consecuencia de violar la ley (no jugar el torneo y no lograr ahora el récord). No es un héroe: es un vivillo que viola ley y trata de no ser castigado por ello. Como tiene mucho poder (las empresas que patrocinan los torneos presionan para que él juegue) y tiene además muchos medios legales a su disposición, quizá se salga con la suya.
Para Sócrates no había duda: aunque la ley fuera injusta había que cumplirla. Y tuvo esto tan en claro que dio su vida para demostrarlo. Si una ley es injusta, Sócrates sostenía que se la debía criticar y que había que luchar para cambiarla, pero que mientras existiera la norma ella debía respetarse.
¿Por qué respetar una norma que se considera injusta? Porque sobre esa base legal y política edificamos la vida civilizada. Si la destruimos caemos en el caos y en la barbarie.
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