Suicidios y crímenes adolescentes: ¿Cómo puede la comunidad amortiguar la crueldad cotidiana?

Mg. Isabel Mansione y Dra. Diana Zac*


La muerte de dos adolescentes que sufrían bullying y el crimen de Báez Sosa muestran la necesidad de desarrollar lazos de contención y ternura, para recrear presencias en fraternidades de comprensión.


La noticia conmovedora del suicidio de dos adolescentes argentinas en España, que sufrían bullying

Nos hemos sentido movilizados emocionalmente por algunas cuestiones locales y otras que, aun en la lejanía, las sentimos también locales. Nos referimos a asesinatos y suicidios.

¿Qué variables intervienen en que el crecimiento de un sujeto o grupo pueda ser saludable o no serlo?

La singularidad de cada subjetividad se desarrolla en el diálogo entre lo genético, las experiencias de vida y lo cultural, transmitido desde la familia y la escuela, que finalmente son como un observatorio social epocal. Y ese atravesamiento puede motivar que lo que tenía que desarrollarse no lo logre, por influencia de fuerzas que sepultan algún aspecto del ser humano en desarrollo, y que en otro momento aparecerá de alguna manera.

Arminda Aberastury, psicoanalista argentina, fue consultada por un juez, en 1958, cuando ocurrió que un niño mató a un bebé, que era su primo. El juez horrorizado quería al menos entender qué había sucedido. Y ella luego de un trabajo con las familias correspondientes, se dirigió al juez desde una perspectiva psicoanalítica vincular. Le describió qué era un “chivo emisario”, o sea un rol emergente de las dinámicas de un grupo. En este caso, se trataba de un niño representando las fuerzas familiares crueles y antagónicas de una parte de la familia para con otra parte de la misma familia. Desde entonces pensamos no solo en cómo un niño deviene asesino sino también en cómo pudieron asesinar su niñez. ¿Son niños asesinos o también niños asesinados? Esta comprensión para la prevención de la salud comunitaria es de fundamental importancia.

Desde este enfoque centrado en la comunidad pensamos la trama donde transcurre el existir como sujeto con otros y sujeto de otros. Un espacio donde se construyen turbulencias emocionales que circulan y que si no son apaciguadas por personas que funcionen como continentes, se interrumpen las prácticas de los derechos humanos, organizadoras del cuidado de la vida. Cada vez que en la trama social ocurren hechos disruptivos encontramos interrupción de la ternura, que es la expresión más serena y firme del amor y el cuidado de la vida y la existencia y aparece la crueldad sin ninguna amortiguación

Nos encontramos diariamente con una naturalización de la crueldad: la discriminación, la mentira y una sociedad que solo se ocupa de los derechos cuando son atropellados, interrumpidos, violentados. No están realmente internalizados en la vida cotidiana.

El caso del asesinato de Fernando Báez Sosa en Argentina y el suicidio de las mellizas en España nos convoca a un trabajo de entretejido entre las instituciones familia, escuela, la comunidad toda, el Estado, para que la visibilización no ocurra en esa forma extrema en la que ya no hay un camino de retorno a la vida. No deberían quedar como casos distantes y vidas “de otros”, la sociedad toda esta implicada.

Ahora diremos algo acerca de la adolescencia, como creación cultural de nuestras sociedades. Esta creación procura, desde el punto de vista comunitario, un control sobre una franja etaria que madura y que se convierte, en la sociedad capitalista, en una competencia para el adulto.

Desde esta perspectiva podemos pensar que el adolescente es empujado a una especie de síndrome normal, donde rasgos comportamentales y de pensamiento integran una etapa de la vida que pasará, ¿cuándo? Cuando trabaje, lugar que le es postergado por estas sociedades que le proponen “adolescentear” y postergar la autonomía que podría ejercer.

En este contexto sociocomunitario, la omnipotencia del pensamiento adolescente (no pasa nada si te pego, te maltrato, castigaré a los demás con mi ausencia, etc.) se naturaliza como producto de una interioridad que minimiza los riesgos, como si lo comunitario no tuviese incidencia en la construcción de la omnipotencia.

La comunidad es responsable de poner un marco de cuidado, generar interacciones que acompañen a los sujetos, amparen, visibilicen, favorezcan el desarrollo. Se necesitan dispositivos para contrarrestar esas otras interacciones que abandonan, desamparan, invisibilizan a los sujetos como tales y a los grupos donde esos sujetos existen.

Algunas ideas para desarrollar juntos


Estos casos y otros similares nos convocan a generar nucleamientos para el sostén de la vida, produciendo experiencias vivificantes en las interacciones, allí donde hay desarrollos interrumpidos y niños /jóvenes asesinos y asesinados en tanto sujetos de derechos.

Estrategias y prácticas que tornen deseable y posible un pasaje de la sobrevida a una vida con propósito, de la amenaza de muerte a un proyecto de vida.

Un buen ejemplo: un joven que desde niño estuvo medicado por dispersión atencional y llegada su adolescencia un día ocurrió que estando en el balcón de la casa de su abuela, tuvo una idea suicida, se asustó de sí mismo y llamó al servicio de atención al suicida… ello da cuenta de la importancia de estos nucleamientos para sostenerse en un estado de emergencia, por ser lugares confiables y presentes.

Ese servicio procura prácticas del cuidado que son acciones humanitarias dirigidas a acompañar a quienes sufren los efectos de un pasado que dejó marcas, y al que se agregan nuevos efectos traumáticos de un presente en el que quizás no se vislumbra salida ni futuro.

Cuidar a los miembros de la comunidad, requiere también de un Estado, sensible, conocedor, que lleve adelante proyectos de prevención.

Niños y adolescentes se ven dificultados para hacerse cargo de las necesidades angustiantes que los desesperan y paralizan. Y allí son los nucleamientos comunitarios los que pueden actuar de continente para que se sientan efectivamente contenidos

Esos nucleamientos incluyen prácticas contenedoras para los que no pueden controlar sus reacciones, prácticas para “amortiguar” la crueldad.

Como comunidad necesitamos desarrollar capacidad de contención y ternura, para recrear presencias en fraternidades de comprensión Desarrollar ternura incluye proveer límites para que una persona desbordada pueda crear un espacio de humanización en sus vínculos, e instalar un tiempo de espera para que surja la salida hacia un futuro posible

Un suicidio tanto como un asesinato ponen sobre la mesa, la emergencia descarnada de los efectos de la crueldad.

Trabajemos responsablemente para “no desertar de pensar y cuidar un futuro”.

* Psicoanalistas, Integrantes de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA)


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