Medio ambiente: nuestra última oportunidad

Redacción

Por Redacción

Por Hugo A. Chafrat

Hace 50 años tuvo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, en Estocolmo, Suecia (Cumbre de la Tierra 1972).

Hace 34 años, la cuestión ambiental, el derecho a un medio ambiente sano y el deber de todos de conservarlo, la protección de los recursos naturales, caracterizaron a nuestra Constitución provincial.

Me causa mucha tristeza lo que, durante estos días -habiendo transcurrido 50 años desde la Primera Conferencia de las Naciones Unidas de 1972- se publica en los medios de comunicación de todo el planeta: las lluvias torrenciales nunca vistas, las inundaciones, las sequías extraordinarias, el aumento del nivel de los mares, millones de hectáreas de bosques que desaparecen por el fuego y por las motosierras, el aumento de la temperatura…Y las consecuencias: la biodiversidad en peligro, suelos degradados, economías regionales gravemente afectadas, la pobreza, la miseria en constante aumento en muchos países… La lista es interminable. Nada nuevo: ya venía sucediendo, aunque en muchos casos no lo advertíamos, no le dábamos mayor importancia o “no lo queríamos ver”.

¡Y no podemos decir que no estábamos avisados!

Desde mediados a fines de la década de 1960 (hace 60 años) científicos de todo el mundo ya nos advertían sobre la situación del planeta y estas consecuencias. Y la Cumbre de la Tierra de 1972, el Programa de la Naciones Unidas

para el Medio Ambiente (PNUMA), la Estrategia Mundial Para la Conservación (1980), nos brindaron una guía imprescindible para actuar, que muy pocos políticos, dirigentes, docentes, comunicados y público en general de todo el mundo han leído. Le sucedieron la Cumbre de las Naciones Unidas de 1992 (ECO RIO) de la que también surgieron documentos fundamentales (Agenda 21).

La Agenda 21: fue suscrita por 172 países miembros de las Naciones Unidas que se comprometieron (¿?) a aplicar políticas ambientales, económicas y sociales en el ámbito local con el propósito de lograr un desarrollo sostenible.

Innumerables conferencias internacionales, reuniones, publicaciones, sobre desarrollo, cambio climático, biodiversidad, etc., etc., prosiguieron desde entonces hasta el presente.

Muchos documentos y buenas intenciones y promesas

La cuestión ambiental llegó a la Constitución de nuestra provincia y a nuestra Constitución Nacional y la legislación de muchos países.

Así, hace 34 años se reformó la Constitución de Río Negro y en su Artículo 84 consagró los principios fundamentales de la defensa del medio ambiente: “Todos los habitantes tienen el derecho a gozar de un medio ambiente sano, libre de factores nocivos para la salud, y el deber de preservarlo y defenderlo. Con este fin, el Estado: 1. Previene y controla la contaminación del aire, agua y suelo, manteniendo el equilibrio ecológico. 2. Conserva la flora, fauna y el patrimonio paisajístico. 3. Protege la subsistencia de las especies autóctonas; legisla sobre el comercio, introducción y liberación de especies exóticas que puedan poner en peligro la producción agropecuaria o los ecosistemas naturales. 4. Para grandes emprendimientos que potencialmente puedan alterar el ambiente, exige estudios previos del impacto ambiental. 5. Reglamenta la producción, liberación y ampliación de los productos de la biotecnología, ingeniera nuclear y agroquímica, y de los productos nocivos, para asegurar su uso racional. 6. Establece programas de difusión y educación ambiental en todos los niveles de enseñanza. 7. Gestiona convenios con las provincias y con la Nación para asegurar el cumplimiento de los principios enumerados.

Las voces “desarrollo sostenible”, “educación ambiental”, “ecológico /a”, se multiplican desde entonces en todo el planeta, nuestro planeta. Pero se traducen en pocos hechos concretos, positivos, tanto en la actitud individual, colectiva o institucional de los países. Solo pocos esfuerzos aislados. Lo meramente declamativo: el discurso sobre lo que debemos hacer, lo que hacemos y lo que haremos, lo que los otros (personas, países) no hacen, son la constante. Y así, en buena parte de “nuestra gran casa de la humanidad”, lo que debíamos hacer y no hicimos y sus consecuencias están a la vista.

En 1984 vino a Buenos Aires el Dr. Lynton K. Caldwell, profesor de la Universidad de Indiana (Asuntos Públicos y Ambientales, Director de estudios avanzados en Ciencia, Tecnología y Política Pública). Autor, en esa época de ocho libros y 200 artículos y monografías de importancia internacional sobre su especialidad. Fue invitado a dar una conferencia por la Sociedad Argentina para el Derecho y la Administración de los Recursos Naturales (SADARN). Tuve la suerte de asistir a la misma y escuchar su magistral disertación sobre la problemática ambiental del planeta y aspectos claves para el accionar político nacional e internacional, como la necesidad de la integración de la política ambiental y el desarrollo económico. Los contenidos de la exposición, valiosísimos. Y tras haber trazado un panorama de la situación ambiental mundial y nuestro futuro, el cierre de la conferencia fue para todos los presentes estremecedor: “…Debemos luchar ya, sin pausa, incansablemente por revertir esta marcha y cambiar nuestra relación con la naturaleza, para no sucumbir… Y textuales, las palabras finales, que nunca olvidaré: “…Aunque no estoy seguro de que estemos a tiempo…”

Yo creo que sí, estamos a tiempo, siempre y cuando TODOS, con urgencia, aceptemos el desafío.


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