Robespierre, Calígula y Milei
¿Podrá el presidente imponer su revolución anarcocapitalista y ser el primer emperador triunfante que logre sobrevivir en este proceso? Nadie hoy puede saberlo.
Estamos inmersos en un cambio revolucionario, con un gobierno que quiere refundar el país casi desde cero, como si en los 110 años anteriores no se hubiera hecho nada bueno. El Presidente le pide al Congreso y a la Justicia que le deleguen la suma del poder público y se autodisuelvan, al menos por los próximos cuatro años.
Milei no es el primero en pensar así y seguramente no será el último político que intente hacer una revolución concentrando en sí mismo todo el poder del Estado. Digo “los últimos 110 años” porque Milei considera que la decadencia argentina comenzó cuando la elite liberal del siglo XIX -que es su ejemplo a imitar- aceptó la democracia plebeya basada en el voto de todos los ciudadanos. A diferencia de Juntos por el Cambio, que cree que el gran problema argentino es el peronismo, Milei siempre fue claro en decir que pare él la decadencia comenzó con Hipólito Yrigoyen, el voto popular y la democracia.
Toda revolución construye a su enemigo (real o imaginario) y se propone alcanzar un fin que es completamente distinto a todo lo que existió antes. El enemigo de Milei es la democracia (el voto universal), el poder del Congreso (la voz de los representantes del pueblo de la Nación) y los distintos grupos económicos, políticos o sociales que no apoyan sus medidas. Como todo líder revolucionario, Milei no piensa en adversarios políticos con los que podría debatir: piensa en enemigos que debe destruir porque en caso contrario siente que lo destruirán. Como mostró el historiador Tulio Halperín Donghi al analizar los sucesos de mayo de 1810: la revolución necesita una guerra.
Milei es un revolucionario típico, pero la revolución que propone es atípica. En sus formas políticas de actuación es muy parecido a Robespierre o a Mario Roberto Santucho (“Todo o Nada”). Sin embargo su ideología es inédita para un líder político. Milei detesta la existencia misma del Estado y todo político es, por definición, estatista. Los únicos dos líderes políticos que la historia de occidente recuerda como anarquistas (y también como delirantes) fueron dos emperadores romanos que terminaron asesinados por su propio círculo: Calígula y Heliogábalo.
Como Calígula, Milei también cree que los animales son más sabios que los políticos. Mientras Calígula amenazó (es un mito que lo haya nombrado efectivamente) con nombrar senador a su caballo, Milei dice que recibe desde el cielo las recomendaciones de estrategia política de su perro Conan. Como Heliogábalo Milei gusta del cosplay, disfrazarse y actuar personajes ficticios.
Como ambos emperadores, Milei está obsesionado por limitar al máximo el poder del Estado. Y como ambos emperadores, el presidente argentino quiere concentrar todo el poder en sí mismo. Mezcla de Heliogábalo, Robespierre y Calígula, Milei sueña convertirse en un nuevo Luis XIV y terminar diciendo “el Estado soy Yo”.
Los analistas políticos se preguntan si las cientos de leyes que este gobierno quiere derogar y las cientos de nuevas normas que reconfigurarían toda la vida argentina (en lo económico, lo social, lo moral y lo cultural) son un programa de máxima que un emperador dogmático en lo ideológico quiere imponer o son mamotretos que mezclan cientos de cuestiones muy diferentes para enloquecer a los legisladores y jueces, y en el medio de semejante batahola legal y política negociar las cosas que le parecen importantes (por ejemplo, lograr disminuir fuertemente las jubilaciones y los sueldos del Estado, para bajar el déficit fiscal) y aceptar mantener en pie el Fondo Nacional de las Artes -que nunca nadie quiso destruir porque, además de no costarle nada al Estado, ha hecho mucho para promover el arte argentino-.
Hoy Milei tiene el apoyo de una mayoría silenciosa que soporta la licuación de sus ingresos (quizá porque aun no vio la parte más dramática de ese proceso muy doloroso) y que cree que no lo alcanzará la recesión que está a un paso de comenzar. Cuando se producen estos cambios revolucionarios los que apoyan al nuevo líder creen que lo peor nunca les tocará a ellos. Por lo general esta creencia es desmentida por la realidad, pero cuando ocurre el creyente ya está desarmado y vencido.
¿Podrá Milei imponer su revolución anarcocapitalista y ser el primer emperador triunfante que logre sobrevivir en este proceso? Nadie hoy puede saberlo. Podríamos decir que si modera su deseo de ir por todo quizá logre muchos de los cambios que se propone. Hoy no tiene oposición y pasará tiempo antes de que se logre conformar una. Esa es su ventaja.
De todas formas, no olvidemos lo que dijo Franz Kafka sobre los cambios radicales que producen las revoluciones: “toda revolución es un río que arrasa con todo; pero finalmente el agua se evapora, y solo deja tras de sí el barro de una nueva burocracia”.
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