¿Qué representan Brenda Uliarte y Fernando Sabag Montiel?
Odian la política y a los políticos. Son una especie de Milei’s pero sin el nivel económico de Milei ni los estudios universitarios.
Por Miguel Ciliberto *
Brenda y Fernando son dos jóvenes de los tantos que hay en el AMBA y en la periferia de las grandes ciudades de nuestro país.
Tal vez con el primario completo y gran parte o todo el secundario, pero a los ponchazos. Son de esta época en que, aunque no sepas, aprobás igual, por varias razones: 1ª- porque Baradel así lo dispuso. 2ª- porque hay que sacárselos de encima si no se amontonan. 3º- porque si no demuestran el fracaso docente y del sistema.
Viven al día. A salto de mata se decía antes. Venden copitos de azúcar, pero podrían vender pirulines o chuenga (¿se acuerdan en la cancha?). Dicen también que Fernando manejaba remises y Brenda vendía lo único que tenía: su cuerpo en internet.
Están en esa edad donde el fracaso se disimula con la edad. Son muy jóvenes para asumir el fracaso final, pero de seguir así, son una fija. No se abren alternativas que los pongan en carrera nuevamente, o nunca estuvieron en carrera, con treinta y pico nacieron en la década del 80. Lamentable por muchas cosas. Primer fracaso económico de la nueva democracia y hasta por su música decadente.
Son producto del estallido que rompió con los anteriores agrupamientos, laborales (la familia ferroviaria, la familia de los bancarios, la de Luz y Fuerza, Smata, etc.). Las reuniones, las vacaciones, los festejos de esos y otros sindicatos, son historia. Ahora hay “tribus” de jóvenes que se agrupan por la música, o la vestimenta o alguna otra moda y que generalmente rechazan la realidad que los maltrata.
Odian la política y a los políticos. Son una especie de Milei’s pero sin el nivel económico de Milei ni los estudios universitarios.
Si uno pudiera ubicarse en la piel de estos jóvenes, que ven a quienes encabezan las principales agrupaciones políticas moverse en la holgura, con lujos de relojes, carteras, trajes de Armani, Dior, etc. Que hablan de cosas que no tienen que ver con ellos. Con millones de ingresos mensuales a cargo de los impuestos de los contribuyentes, choferes, viajes al exterior, aviones de aquí para allá. Movilizaciones donde a ellos les toca el micro gratis, el choripán y la gaseosa y los organizadores engordan su ego con la exitosa movilización que los apoya, y muestran su “poder de convocatoria”.
Sí, el resultado es la bronca. Una bronca sorda que los termina volviendo locos o al menos haciéndoles perder noción de la realidad. Es cuando son capaces de cualquier cosa, quieren vengarse de la suerte perra que los maltrata.
Es la vieja historia de los dos países, que a veces es más disimulable y otras, como hoy, exacerbada, y que se hace insoportablemente dolorosa.
Un país de los que mandan, cuyo principal problema es retener el poder para perpetuar su bienestar, nivel económico y lujos. El otro país el de los desocupados, viviendo de los planes, las changas, alquilando, cuando pueden, un bulincito para jugar al amor y la pareja. Hartos de mishiadura.
En el medio un no-país. El de los que se aferran para no caer y siguen soñando con la “movilidad social ascendente” que supimos conseguir.
No se equivoquen, el atentado no surgió de una secta de locos, o de la oposición que de pronto tiene capacidad operativa, ni de los medios de comunicación odiadora. Mucho menos de la “sinarquía internacional”.
Surgió de la bronca de tantos jóvenes dejados en la banquina de la historia por gobernantes que no logran sacar la vista del ombligo.
Ellos, los nadie, cargaron la pistola.
* Licenciado en Ciencias Políticas. Ex legislador rionegrino
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