Primer año de Milei: bajó la inflación, aumentó la miseria
Descubrió que la política tradicional era buen negocio. De a poco se fue volviendo pragmático, en el peor sentido de la palabra. Ahora ya tiene su propia casta.
El resumen del primer año es relativamente fácil. Hay poco que señalar en el casillero de lo positivo: lo más notorio es que bajó la inflación. También ordenó algunas áreas de la macroeconomía y bajó el déficit fiscal, pero todo eso lo hizo perjudicando a los más débiles. Lo positivo del primer año de Javier Milei se parece al chiste de los presos y el chancho.
Palabras que se han vaciado de sentido en la política
En la pequeña comisaría de un pueblo (tan pequeña que ni tenía celda) pusieron a 6 detenidos en un pequeño cuarto que usaban para guardar elementos de limpieza. Los hombres estaban hacinados. Se quejaban todo el tiempo. El policía que los cuidaba se cansó. Trajo un chancho y lo metió junto con los presos. El chancho intentó morder a lo hombres y así logró arrinconarlos (uno encima del otro) en un costado.
Los hombres estaban aterrorizados. Horas más tarde, el policía volvió y se llevó al chancho. Les preguntó si todavía se sentían hacinados. Los hombres dijeron que ahora estaban muy cómodos. Bueno, así estamos los argentinos: Milei nos sacó de encima el mismo chancho (la inflación altísima que desencadenó con la gran devaluación) que nos impuso él mismo en diciembre pasado. Así es que hoy sentimos que ya no estamos tan mal.
Después de los primeros 6 meses de gobierno libertario, que fueron catastróficos, empezamos a sentir que estábamos algo mejor cuando la inflación bajó un poco y la recesión dejó de ser tan pronunciada, aunque continúa.
En el primer semestre del gobierno de Milei hubo de golpe 5.000.000 de nuevos pobres. Gente que días antes tenía casa y comida y de golpe se quedó sin nada. No hay registro de tal estallido de la pobreza en toda la historia argentina. Ese fue el chancho en la celda hacinada.
Milei cumple su primer año con imagen popular positiva (no entusiasta, nadie puede ser entusiasta en la miseria,). Esa imagen positiva (que alcanza al 48% de los adultos argentinos) es más por expectativas que la gente se hace antes que por realizaciones del gobierno (que no construyó nada).
Salir del torbellino de inflación muy alta y del caos social (¡desaparecieron los piquetes!) es algo que la sociedad ve como positivo (porque realmente lo es). Es más, el peronismo (la única oposición que queda en pie) no comprendió aun cuán negativo fue para los políticos tradicionales alentar el caos y la inflación, que eran las consecuencias lógicas de las políticas que llevaron adelante.
En el balance habría que poner que todo el ajuste del gasto público que el gobierno hizo (y que es la base de su éxito en la lucha contra la inflación) se realizó perjudicando a los más pobres: cortó las jubilaciones a niveles de indigencia. El resto del ajuste fue parar toda la obra pública. La única obra pública que Milei autorizó fue terminar una cárcel que ya estaba casi concluida.
La baja del gasto público significó privar a los más pobres de medicamentos y tratamientos médicos que antes estaban garantizados, sacar dinero a las escuelas públicas, destruir completamente los organismos de investigación científica, llevar a la anemia total todas las instituciones culturales y, sobre todo, desfinanciar la educación universitaria pública, que hoy agoniza.
Más allá de su estilo violento, patotero y engreído, el discurso público del Presidente es completamente antirrepublicano, rozando lo inconstitucional. Gran parte de lo que dice Milei sigue las normas que los nazis impusieron para la comunicación totalitaria: deshumanizar a los adversarios (llamándolos ratas o cucarachas que hay que exterminar), presentando a cualquiera que disiente con las políticas del gobierno como un enemigo que debe ser destruido.
Milei se comportó casi como un tirano delirante que descubrió que la política tradicional (“estimular” a senadores y diputados para les voten las leyes o les mantengan los vetos) era buen negocio. De a poco se fue volviendo pragmático, en el peor sentido de la palabra. Ahora ya tiene su propia casta.
Supo reconocer la vileza de muchos políticos y los “compró” fácilmente. No solo al PRO, que se le entregó en bandeja, sino a gran parte de los radicales y a los gobernadores peronistas o de los partidos provinciales, cuyo único deseo es perpetuarse en el poder provincial y les importa nada que el resto del mundo arda.
Ahora comienza otro partido, con el primer tiempo ganado 5 a 0 por Milei.
En el equipo de enfrente está la mayor ayuda que hoy tiene el Presidente: Cristina Kirchner, la persona con peor imagen entre los políticos de mayor repercusión (lo que significa que, aunque la ame un 25% del país, hay otro 70% que jamás la votaría). Enfrente de Milei no hay nada. Corre solo. No tiene rivales.
Para los que queremos vivir en un país civilizado hoy no hay ninguna esperanza.
El resumen del primer año es relativamente fácil. Hay poco que señalar en el casillero de lo positivo: lo más notorio es que bajó la inflación. También ordenó algunas áreas de la macroeconomía y bajó el déficit fiscal, pero todo eso lo hizo perjudicando a los más débiles. Lo positivo del primer año de Javier Milei se parece al chiste de los presos y el chancho.
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