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Política en las universidades: apatía, gritos y transfuguismo

Gabriel Rafart *

El conjunto de universidades públicas del país está en proceso de recuperar e incrementar capacidades y recursos. Grupos de docentes-investigadores vuelven a recibir aquellos equipamientos e insumos para sus centros de investigación negados durante los años en que ciencia y tecnología descendió de nivel ministerial a una secretaría con financiamiento exiguo. Las tecnologías de la información y los recursos para la enseñanza a distancia ya son parte del paisaje pedagógico que ofrece la educación superior universitaria. Se ha vuelto a la presencialidad con los alumnos junto a jornadas científicas organizadas por profesores e investigadores.

Sin duda, hay muchas novedades que fueron creadas inicialmente para responder a este tiempo reciente de enormes desafíos. Hubo que mantener abierta cada facultad y cátedra evitando la propagación de la pandemia. A pesar del trabajo remoto y otras medidas de emergencia profesores, empleados administrativos y alumnos fueron alcanzados por el Covid 19. Aquí también cuenta un inventario trágico de vidas que no se reemplazaran, como en el resto de la sociedad.

La apertura del ciclo académico del 2022 con el retorno a las aulas no fue tan traumática como se esperaba. Falta realizar un balance integral de los resultados en la formación del estudiantado actual y de los profesionales graduados durante el tiempo de pandemia. También, respecto a las prácticas docentes y al estado de la infraestructura necesaria para futuros desafíos. Lo cierto es que desde inicios de la pandemia las distintas comunidades universitarias hicieron mucho para sostener las actividades de enseñanza, investigación y tareas de extensión.

Este año, de retorno pleno a la vida universitaria, coincide con otro capítulo de la política democrática que se desarrolla de manera regular en los claustros. Varias casas de altos estudios, grandes y pequeñas, entre ellas las centenarias Universidad Nacional de Córdoba y La Plata, igual que las festejantes de sus primeros cincuenta años, como la del Comahue, avanzan en la elección de las autoridades del cogobierno universitario.

Otras universidades ya han completado su cronograma electoral y cuentan con rector/a, nuevos decanatos y consejos directivos para los próximos cuatro años. En estas comunidades se están dando experiencias que, si bien forman parte de una cultura política ya transitada, otras son nuevas y seguramente se potenciarán en el futuro. Desde ya contamos con definiciones y alineamientos respecto a la política nacional. Asimismo, hay docentes universitarios o personal administrativo, también entre el alumnado, que piensa la vida en los claustros como un Robinson Crusoe asilado en una isla. La sociología crítica leerá estas conductas como expresión de “individualismo metodológico”.

Otras lecturas, más politológicas, señalaran que la misma comunidad universitaria esta alcanzada por prácticas fomentadas durante la pandemia propias de la antipolítica y, cuando no, de cierto “iliberalismo”. Todas ellas lejos de una deseada cultura democrática.

Con todo, un primer balance de este momento de elecciones universitarias nos dice que, además de quienes se movilizan enarbolando proyectos políticos académicos que reivindican la legitimidad de la acción educativa, investigativa y extensionista de los y las universitarias, están otros y otras que viven un “transfuguismo” más propio del campo político profesional. También están quienes aceptan en la modorra de la desmovilización. La apatía siempre estuvo presente pero los dos años recientes parecieran haberla potenciado. Otros grupos en cambio, los menos por suerte, pelean a los manotazos cuando no prefieren consignas de muerte. Ocurrió recientemente en la UBA. Las reyertas entre agrupaciones estudiantiles no son ninguna novedad, si en cambió que actores antes involucrados en el “reformismo del 1918” utilicen el lenguaje de la muerte. Ya hay estudios sobre ese griterío encuadrado en “las nuevas rebeldías” de colectivos juveniles universitarios y profesionales. En la Universidad Nacional del Nordeste la Franja Morada levanto canticos reclamando la muerte de la actual presidenta del Senado Nacional.

En la Universidad Nacional del Comahue hizo su aparición el transfuguismo en la conformación de las fórmulas para el nuevo rectorado. Es sabido que él o la tránsfuga resulta alguien que se cambia de bando. Hablamos de una acción con un fuerte tono moral. La ciencia política tipifica esta conducta como una distorsión de las propias comunidades políticas integradas bajo los principios de lealtad, compromiso y justa representación. Hablamos de un tipo de conducta que desprecia el proyecto colectivo con el que se ha llegado al lugar que se ocupa para, solo movido por intereses personalísimos, abandonarlo. Desde ya el transfuguismo incurre en un menosprecio de la construcción política y apunta solo a beneficios inmediatos.

Como parte de transfuguismo es la apropiación de proyectos ajenos con los que el candidato o la candidata busca construir su nuevo momento.

Puede que la apatía y los gritos sean conductas propias de cierta impotencia política. De hecho, están lejos de buscar ocupar posiciones de poder en el efectivo cogobierno universitario. En cambio, quienes han elegido el transfuguismo atentan claramente contra la construcción de aquella cultura política que debe calificar la acción del gobernante universitario y de una comunidad que se precia por ofrecer principios y prácticas para la construcción democrática.

* Historiador, docente de la Universidad nacional del Comahue y de la Universidad Nacional de Río Negro.


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