Planes sociales, descalabro cooperativo
Roberto Fermín Bertossi *
Sospechosamente se continúa postergando una corresponsable e ineludible transformación laboral, precisamente ante la evidencia del fracaso de la politica en materia de trabajo genuino formal, conforme la promiscuidad y “abundancia” de seudocooperativas clientelistas, fruto de espurias cooptaciones ideológicas.
En vísperas de otra efeméride cooperativa, resulta propicio y oportuno reflexionar sobre la cuestión, cuando innumerables placebos laborales de cooperativas piqueteras con planes sociales, desataron el máximo estallido oficial sobre el particular entre las primeras magistraturas del binomio del poder ejecutivo nacional, provocando su recíproca y descarada descalificación, esta vez con la excusa de otro escándalo del pintoresco cooperativismo vernáculo.
Durante Julio de 1995 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó al primer sábado de julio de cada año, como Día Internacional de las Cooperativas.
El cabal sentido y razón de ser de las cooperativas desde su inicio allá en Rochdale (pequeña población inglesa cercana a Manchester), lo encontraremos en el año 1844 cuando se reunió un grupo de obreros, muchos de ellos tejedores de franela, para constituir la que se puede considerar como la primera empresa cooperativa formal que supo encauzar con buen sentido práctico, los ideales cooperativos de ese grupo conformado por 28 trabajadores que a raíz de las prolongadas huelgas desde 1841, estaban amenazados de desocupación y miseria (pedían, sin obtenerlo, un aumento de jornales en la fábrica y se vieron en la necesidad de buscar una solución por su cuenta).
Así surgió el genuino Cooperativismo con la primera revolución industrial que provocó un profundo cambio laboral y económico afectando las condiciones de empleo y la calidad de vida de muchos trabajadores europeos, fundamentalmente producto del reemplazo de la mano de obra humana por máquinas de vapor.
A propósito de tal efeméride, e inmersos mal que nos pese en la denominada cuarta revolución industrial (bautizada así por los economistas, dada la automatización de la manufactura, la Internet de las cosas, el “cloud computing” o la nube y la inteligencia artificial); Argentina soporta una aguda crisis laboral con el correlato de una resignada ocupación relativa, mayoritariamente precarizada e informal.
Indudablemente son tiempos de profundas y sensibles transformaciones, una de las cuales es la laboral, para la cual una propuesta –inicial y paulatinamente complementaria- la podríamos encontrar en auténticas cooperativas de trabajo urbanas y rurales, cuyos únicos asociados deben ser empresarios de su propio trabajo personal independiente con consabida ajenidad laboral, gremial anque previsional. (De hecho, no solamente grandes empresas vienen contratando trabajo independiente con cooperativas de esta clase)
Finalmente, pensamos en esas nuevas cooperativas de trabajo auto reguladas y supervisadas por los propios asociados, todo lo cual resulta en esta realidad de realidades, una franca alternativa laboral más que reformista, transformadora, con dignidad inclusiva y autosatisfactiva en términos retributivos ocupacionales, ello en el marco de lo posible, al menos bien lejos de vetustos y nefastos relatos clientelistas.
Por último, se trata de un difícil desafío sociocultural, pero con el claro propósito de contribuir con realismo a un sustentable bienestar general.
* Experto en Cooperativismo de la CoNEAU
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