Para evitar las trampas de Trump o Milei hay que salir de la lógica del espectáculo
Se dicen cosas extremas. No son términos de un diálogo racional. Es una trampa para controlar la agenda. Al reaccionar se entra al chiquero en el que siempre gana el chancho.
Un espectáculo que atrapa egos en tiempos de narcisismo extremo. 1. Hay líderes que construyen su tiempo y hay tiempos que vomitan sus líderes. Trump y Milei son muchas cosas. Son el síntoma, no la enfermedad. Son el efecto, no la causa. No crearon la ola que están surfeando.

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Son hijos de su tiempo y de la cultura del narcisismo de la nadie quiere salir porque es adictiva, apela a nuestras carencias y sombras, y bloquea los instintos de autopreservación. El peligro de la autodestrucción es real. Somos “Alicia en el país de las pesadillas”, la pantalla es el pasaje y ya estamos del otro lado.
Los cambios constitucionales, políticos y económicos de Trump y Milei serán disruptivos y merecen ser analizados, pero el centro de su poder y popularidad está en el espectáculo que atrapó a la sociedad con todas sus redes. Esa lógica, que denunciamos hace años en la Argentina, fue negada por el sistema político local que ahora está siendo transformado por no querer escuchar y mucho menos entender.
Trump y Milei son un espectáculo. Uno que busca la herida narcisista del espectador y opositor en una sociedad que tiene espejos en forma de pantallas y una educación que no permite salir de la ilusión del yo.
La impotencia de la oposición frente a Milei se mantiene con la indignación. Esa reacción grita falta de ideas y propuestas reales y oculta un cogobierno solapado.
La política se arrodilló a las plataformas monopólicas que nunca quiso regular, la política educativa a una tecnología que no educa y genera ansiedad, destruye la atención y hace daños concretos a la salud mental de niños y adultos, los estafa y entrega a la ludopatía.
En ese contexto, la política entrará a las décadas más oscuras con liderazgos de un “Gran Hermano” distópico. Los partidos tradicionales “alquilarán” liderazgos con influencers siguiendo sus “exitosos” antecedentes de Tetaz y Maslatón.

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Los nuevos influencers políticos deberán apagar incendios, combatir sequías, reducir violencia, luchar contra el narcotráfico, o sea, responder a desafíos existenciales; todo con las capacidades del Estado corroídas y debilitadas. Eso sí: se sacarán selfies con todos y venderán sus criptomonedas.
El sistema político y cultural necesita repensar la acción colectiva. Al combatir el show con más show, el sistema político acepta el lenguaje que lo subordina a un guión que no controla y cae en todas sus provocaciones.
Todo indica que los políticos profesionales se subordinarán al espectáculo, a sus influencers del deterioro cognitivo, sin acción ni imaginación. Cuando todos se suben al teatro que propone Milei, éste se fortalece. Cuando los sistemas políticos comparados adoptan la lógica del reality show que hizo Presidente a Trump, los tiempos de la dominación cultural de un narcisismo autoritario se hacen más fuertes.
2. La política fagocitada por el espectáculo abre la puerta al autoritarismo. En el pasado, la renuncia a la política democrática trajo un siglo de golpes de Estado. Los autoritarismos narcisistas que están emergiendo hoy son parte de una nueva claudicación política al espectáculo en base a la economía de plataformas que nos vigila, manipula, distrae y va por todo.
Salir de la trampa cultural del espectáculo parece imposible y se teme porque trabajamos en ella, construimos carreras, personas y personajes. El espectáculo es como una plataforma, nuestra atención y datos, nosotros, somos los objetos del negocio.
Estos nuevos autoritarismos carismáticos y narcisistas necesitan de sociedades que abandonan a sus niños frente a pantallas y piensan que todas las soluciones vendrán de celebridades empresariales que veremos pronto consolidarse como tecnócratas mesiánicos.
Spoiler alert. En el film “Truman Show” (1998) la vida comienza con la renuncia al espectáculo, saliendo de su dominación. En “Nope” (2022) de Jordan Peele, es una cuestión de vida o muerte. En la lógica del show, reaccionar es ser controlado y morir un poco. La vida y la libertad están en la acción disciplinada de decidir a qué darle nuestro escaso tiempo y atención.
(*) Lucas Arrimada es Abogado, Profesor de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.
Un espectáculo que atrapa egos en tiempos de narcisismo extremo. 1. Hay líderes que construyen su tiempo y hay tiempos que vomitan sus líderes. Trump y Milei son muchas cosas. Son el síntoma, no la enfermedad. Son el efecto, no la causa. No crearon la ola que están surfeando.
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