Milei, Weretilneck y cómo hacer optimista a un pesimista
El gobernador rionegrino dejó atrás los días de tuits furiosos por las decisiones de Nación. Igual, no abandona el escepticismo y espera señales.
Ya no es la furia del “saquen de su cabeza la idea de vernos de rodillas”. Atrás quedó aquel “pesimismo” de los últimos días de febrero, en pleno conflicto por los fondos provinciales retenidos por Nación. Ahora el gobernador, Alberto Weretilneck se muestra “optimista de que se pueda avanzar” en una nueva relación con el gobierno de Javier Milei.
Esas declaraciones realizadas ayer por el mandatario rionegrino, luego de la reunión del viernes en la Casa Rosada, confirman el estado de confusión que todavía domina a la política tradicional ante el presidente y su esquema de decisiones.
Weretilneck dijo en público lo que más convenía para esta etapa incipiente, pero hacia dentro de su gobierno transmite las mismas dudas y advertencias que repite desde hace varias semanas.
“Dimos el gesto, la señal de gobernabilidad, pero hasta que no presenten el texto, no les creemos mucho”, confió ayer un colaborador cercano del mandatario, con relación a la nueva Ley de Bases.
Los gobernadores se llevaron el viernes un dossier sobre esos ¿nuevos? 196 artículos y las medidas del ámbito productivo, pero lo ocurrido durante enero en el Congreso, con dictámenes avalados y luego modificados, abre paso a las dudas. Y Weretilneck, por lo visto, no se queda tranquilo con las garantías de palabra.
Las finanzas mandan y Río Negro lo sabe
Ahora bien, la foto de esta semana muestra al gobernador de Río Negro cada vez menos acompañado en sus definiciones duras sobre el gobierno nacional.
Más allá de su giro desde el pesimismo hacia el optimismo, el mandatario definió ayer a la gestión de La Libertad Avanza como “poco proclive a aceptar ideas de otro, con un sesgo autoritario bastante importante”.
Y del repaso de declaraciones posteriores al encuentro con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y con el ministro del interior, Guillermo Francos, aparecen muy pocos mensajes con esa rigidez.
Por el contrario, la jugada de Milei en la apertura de sesiones del Congreso no sólo parece haberlo consolidado en el centro del ring político nacional, sino que sirvió también para potenciar el extravío dentro de bloques hasta hace poco muy firmes, como el que conformaban los gobernadores del PJ.
Y en ese acercamiento o discrepancias muy bien disimuladas puede existir una razón ligada a lo institucional, a la gobernabilidad, pero aparece sobre todo una causa muy importante: las finanzas de las provincias.
Los gobernadores saben que, lejos de retroceder, Milei ya demostró saber qué botones tocar para complicar el día a día de las provincias. Y en ese terreno, el reloj de arena está contando sus últimos granitos en varias jurisdicciones.
En la propia Río Negro está a la vista el efecto de una billetera ajustada: el gobierno no pudo cerrar a tiempo las paritarias y el ciclo lectivo comenzará mañana con paros.
Pero sumado a eso, la Provincia pagó esta semana 40.000 millones de pesos (46 millones de dólares) por la primera cuota de capital del bono en dólares que dio origen al Plan Castello. La mitad de ese dinero surgió de un préstamo de 20.000 millones con el Banco Patagonia, que deberá devolverse en seis meses, con un interés que obligará a erogar 27.000 millones.
La suma representa más que una masa salarial y la mala noticia es que este año todavía deben afrontarse otros 46 millones de dólares por el Plan Castello. En síntesis, el 2024 será recordado como el año en el que se pagaron 15 masas salariales, con una recaudación propia que cayó un 5% en enero y un 4% en febrero, además de tener un 10,9% menos de coparticipación en enero y un 20,1% en febrero.
De manera que, por convicción, pero sobre todo por necesidad, es probable que el diálogo inaugurado el viernes en Buenos Aires tenga campo abierto para avanzar.
Un regreso al lodo no sería una buena señal, sobre todo en lugares como Río Negro, donde la espalda del Estado viene escuálida desde la gestión provincial anterior –del mismo signo político que la actual administración- y cualquier viento de frente amenaza la capacidad de mantenerse en pie.
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