México busca a casi 100.000 desaparecidos; halla horror

MARÍA VERZA *


El número oficial de desaparecidos se elevaba a 98.356. Esta cifra sólo es superada en la región por Colombia.


Un pie quemado, pero todavía con tejido dio una pista clara: esta casa en ruinas junto a la frontera con Estados Unidos, con techos calcinados, impactos de bala y marcas de hachazos en el suelo había sido utilizada para hacer desaparecer personas hasta fechas recientes.

Después de casi seis meses de trabajo, los peritos no se atreven a estimar cuántas personas pudieron haber sido desaparecidas en este “sitio de exterminio” de Nuevo Laredo. En una pequeña habitación, la masa compactada de restos humanos y escombros llegaba a unos 50 centímetros de altura.

Todavía hay incontables trozos de huesos humanos esparcidos en los más de 7.000 metros cuadrados del árido rancho y alambres retorcidos que aparentemente fueron usados para atar a las víctimas.

Cada día, los peritos guardan todo lo que encuentran -huesos, botones, aretes, trozos de ropa- en bolsas de papel en las que detallan el contenido: “Zona E, Punto 53, I Cuadrante. Fragmentos de restos óseos con exposición al fuego”.

Al llegar al servicio forense de la capital de Tamaulipas, las bolsas apiladas en cajas esperan su turno junto a otros restos. Tendrán que pasar meses hasta que sean analizadas porque hay pocos recursos y demasiados fragmentos, demasiados desaparecidos, demasiados muertos.

La casa de Nuevo Laredo, a la que The Associated Press tuvo acceso, es la más dolorosa evidencia de la magnitud del fenómeno de los casi 100.000 desaparecidos de México, las 52.000 personas sin identificar en morgues y cementerios y los miles de restos calcinados que sólo pueden cuantificarse por kilos. Y estas cifras no dejan de crecer.

La mayoría de los desaparecidos aquí eran camioneros y taxistas, pero también había al menos una familia y algunos ciudadanos estadounidenses. Una decena fueron localizados con vida.

Según explicó en julio Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), las desapariciones parecían estar relacionadas con una disputa entre el Cártel Jalisco Nueva Generación, que quiere entrar en la zona, y el del Noreste. No está claro si esas personas hacían traslados ilegales, por ejemplo de migrantes, si sus vehículos fueron confundidos o si la intención era simplemente generar terror.

El fenómeno de las desapariciones en México estalló en 2006 con la guerra frontal contra los cárteles. Durante años el gobierno miró para otro lado mientras la violencia vinculada al crimen organizado crecía y los familiares de los desaparecidos se veían forzados a convertirse en detectives.

Gracias a su incansable lucha en 2018, al final de la anterior administración, se aprobó una importante ley de la que surgieron nuevas instituciones con este gobierno. Primero se creó la CNB, a la que siguieron comisiones locales en cada estado; se aprobó un protocolo sobre cómo buscar de manera efectiva y separar los trabajos de búsqueda de la investigación criminal y más recientemente nació el Mecanismo Extraordinario de Identificación Forense, un ente temporal e independiente con apoyo de Naciones Unidas con el que se espera agilizar el trabajo pericial pendiente desde hace años.

El número oficial de desaparecidos se elevaba el domingo a 98.356. Sin haber vivido las guerras civiles ni las dictaduras militares de otros países latinoamericanos, esta cifra sólo es superada en la región por Colombia, un país marcado por cinco décadas de conflicto armado interno.

México tiene, además, una peculiaridad: su problema tiene principio, pero no fin. Se busca a quien desapareció en los años 60 y que al que se perdió hoy, incluidos los migrantes que cruzan el país.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador fue el primero en reconocer públicamente la magnitud del problema, en hablar de “sitios de exterminio” -un concepto que no es legal pero que tiene gran calado político- y el primero en buscar activamente a los desaparecidos.

En Tamaulipas se han localizado unos 15 “sitios de exterminio” y numerosas fosas clandestinas.

En 2010 impactó el descubrimiento de 191 cuerpos enterrados en una de las rutas de los migrantes que cruzan este estado hacia la frontera estadounidense. Siguió el hallazgo de muchas más fosas de una a otra esquina de México. El caso de los 43 estudiantes desaparecidos en 2014 en el sureño estado de Guerrero, todavía sin esclarecer, demostró la complicidad entre el crimen organizado y las autoridades. Sólo tres de los jóvenes han sido identificados gracias a fragmentos óseos quemados.

La mayoría de estos lugares se han localizado gracias la perseverancia de las familias que buscan en cada cerro cualquier pista o a mensajes anónimos, a veces de la propia delincuencia. En casi todos los estados se han organizado en grupos y desde hace pocos años cuentan con el apoyo de las autoridades.

* Periodista AP.


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