Massa espera aprovechar la desesperación ajena


Convencida de que la única salida que le queda es un ciego salto hacia adelante, Cristina ha puesto a toda su estructura política a degradar el terreno institucional.


El proyecto de disciplinamiento judicial, empresario y mediático que tenía en mente Cristina Kirchner en 2019, en su retorno al poder, no se concretó porque un imprevisto paralizó al mundo durante un año: una pandemia global. Cuando regresó la normalidad, enfrentó una elección en la que perdió por paliza. A la legitimidad que había reconquistado, la perdió dos años después. El tiempo es un enemigo que mata huyendo. En esa clave se entiende la ofensiva salvaje y desesperada para destruir a los tribunales que la juzgan y los medios que narran su desasosiego.

Convencida de que la única salida que tiene es un ciego salto hacia adelante, Cristina ha puesto a toda su estructura a degradar el terreno institucional. No quiere lo que sabe inalcanzable, el juicio político y la destitución de la Corte. Sino lo que tiene a mano: dejar tierra arrasada para el que venga.

Esa desesperación explica las extravagancias que exhibe hoy el Gobierno: un ministro de Justicia que propone cambiar instituciones de la Constitución Nacional con simple decreto de necesidad y urgencia. Un legislador que se dispone a firmar allanamientos en los domicilios de jueces, como si una banca en el Congreso lo habilitara a actuar como el comisario mayor de la república.

El funcionario responsable del funcionamiento legal de los servicios de inteligencia demanda a periodistas porque informan del desquicio público y evidente del espionaje estatal.

Nada de eso ocurriría sin el abismo que Cristina les señala a sus seguidores prediciendo una derrota segura y amagando con renunciar a todo, sin renunciar a nada.

Sergio Massa cree que Cristina no quiere presentarse para gobernar asumiendo la presidencia. Deduce que, si la vicepresidenta hubiese querido preservar de esa manera su proyecto político, hubiese despeñado del cargo a Alberto Fernández, un presidente con menos convicciones que Isabel Perón. ¿Candidata para los fueros? Puede ser. ¿Para gobernar la crisis que ella generó? Lo más probable es que no.


Massa le dio una multimillonaria condonación de deudas a Edenor y Edesur, por un monto que duplica los fondos en controversia entre CABA y Nación. Es su caja, dicen en El Calafate.


Massa cree que hay una oportunidad para él en esa fisura. Hay dos señales que confirman esa especulación. Los legisladores nacionales que responden al ministro de Economía acompañarán con disimulo la embestida contra la Corte. Massa aspira a postularse sin ser impuesto por Cristina, pero sabe que le sería difícil hacerlo contra Cristina.

La segunda señal es inversa. El kirchnerismo está dando una batalla terminal por la coparticipación porteña que manoteó para la caja de Axel Kicillof. Massa acompaña en silencio. Mientras, le dio una multimillonaria condonación de deudas a Edenor y Edesur por un monto que duplica los fondos en controversia entre Horacio Rodríguez Larreta y el Estado nacional. Es la caja de Massa, mascullan en El Calafate.

Para poder presentarse, Massa necesita aplacar la inflación. Las posibilidades de un descenso real son ínfimas. Por ahora mantiene a distancia y en vilo, con múltiples desdoblamientos cambiarios, la expectativa de una devaluación ortodoxa. Pero la bicicleta financiera -dosificando deuda interna y emisión- está al borde de la caída. La calificadora de riesgo Standard & Poor´s revisó el último canje de deuda en pesos. Advirtió: los requisitos se parecen demasiado a los de una renovación obligada por default.

La dirigencia de Juntos por el Cambio está interpelada por estas caras diversas del oficialismo. Podría señalar con insistencia el fracaso antiinflacionario de Massa, pero la embestida de Alberto y Cristina contra el sistema institucional la obliga a un debate urgente. O se soslaya el ataque contra la Corte con el argumento de que es un ardid que no cuenta con los números ; o se lo contradice con toda la energía necesaria.

La cúpula de Juntos por el Cambio venía entretenida con la novela de sus charlas de verano: hasta dónde retendrá su pretensión de armador Mauricio Macri. La ofensiva oficialista cambió las cosas. Importa menos el armado y más el país que le quedará, destruido, a la oportunidad de regreso que cree tener cerca.


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