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Macri y Milei: respaldo al rumbo, críticas al camino

Milei es inflexible en su plan desinflacionario y desoye advertencias sobre el atraso del dólar y la recesión. Macri lo respalda porque padeció las dificultades del gradualismo. El expresidente objeta un sistema de toma de decisiones que parece más omisión que autorización. Y el enorme poder que concentra un pequeño grupo.

La implosión política del chavismo en Venezuela ha provocado un sismo en América latina. No cabía esperar otra dimensión para el problema. El chavismo aspiró a ser un proyecto de hegemonía política y negocios turbios a nivel regional, pero su principal efecto de largo alcance fue la más grave crisis migratoria interna en el hemisferio, inducida por su condición dictatorial y expoliatoria. Mientras los cabecillas del régimen podían sostener con alguna alquimia electoral una mascarada democrática, la diplomacia de sus vecinos tenía algún margen para fingir demencia. Ese tiempo ha terminado y la realidad golpea la puerta de los gobernantes.

El impacto interno en la Argentina fue contundente. El gobierno nacional lideró la posición más frontal contra el régimen de Caracas y debió sortear los efectos de una crisis diplomática con un país de la región, aún en curso; la más delicada de las que se tenga memoria reciente. La Cancillería argentina camina en estos días por un sendero angosto y sinuoso para proteger a los ciudadanos argentinos en Venezuela, los legítimos requerimientos humanitarios de asilo de venezolanos perseguidos por los escuadrones de la muerte de Nicolás Maduro y el territorio protegido por las normas del derecho internacional en la embajada en Caracas.

La suma de estas circunstancias exigió del arco político nacional una definición clara sobre la condición dictatorial del régimen. El contraste fue nítido entre los que hablaron con claridad, los que se expresaron con eufemismos y los que callaron por complicidad. Esa diferencia de grado tiene efectos políticos internos de mediano y largo plazo.

Javier Milei y Mauricio Macri eligieron la opción más clara y fueron protagonistas excluyentes de la semana política. No sólo por eso. También porque la relación entre los dos es la trama central del proyecto político del oficialismo y derrama efectos también sobre sus adversarios.

La reaparición de Macri era esperada en la escena política por su reasunción como conductor del PRO, pero el expresidente habló en nombre de un colectivo político que atraviesa la base electoral del oficialismo y en algunos márgenes también la excede. Su discurso fue muy preciso para afianzar el apoyo al gobierno en aquellos aspectos que la mayoría demanda y diferenciarse en otros que también han comenzado a permear en la demanda social.

Macri fue contundente en el apoyo al rumbo macroeconómico adoptado por el gobierno y elogió la solvencia técnica personal de Milei para emprender ese camino. Las noticias sobre la evolución de la inflación siguen siendo auspiciosas, aunque los economistas más rigurosos advierten sobre dos efectos colaterales de la estabilización inflacionaria que siguen generando incertidumbre: el rezago del tipo de cambio y la caída de la actividad económica en una recesión más profunda. Pero Macri percibe que para una mayoría social todavía consistente la noticia de la inflación en baja no es una novedad que admita la prevención de esos atenuantes. Es un logro de Milei y no duda en destacarlo. Macri manifiesta un apoyo incondicional a ese logro porque entiende que está siendo obtenido con la definición de un rumbo claramente orientado a una economía de mercado.

En otros términos: la política económica de Milei eligió un perfil inflexible en sus dos flancos más vulnerables: pretende que tanto el tipo de cambio, como la recuperación de la actividad converjan obligados al ritmo de la desinflación.

Coalición y consejo

Macri conoce la dificultad de esa opción, pero la respalda porque padeció las dificultades del gradualismo. En cambio, eligió diferenciarse en otros aspectos de la gestión libertaria con críticas particularmente certeras.

La más pertinente de las observaciones de Macri es la referida al método de gestión. De manera didáctica, explicó que “delegar no es desentenderse” de las innumerables tareas administrativas que pesan sobre la espalda de un jefe de Estado. Milei ha elegido un camino para la toma de decisiones que se asemeja más a la omisión que a la autorización. Los datos que aportó Macri son irrefutables. El ejemplo aportado por el expresidente sobre la demora en la reglamentación de la ley Bases opera como una argumentación muy clara.

La crítica sobre la gestión administrativa fue abordada por Macri con habilidad, porque le permitió ensamblar con otra, de mayor profundidad política: la objeción al poder desmesurado delegado en el pequeño entorno presidencial. El método Milei para la toma de decisiones no sólo entorpece el funcionamiento ejecutivo, sino la ampliación de las bases de legitimación social para el proceso de cambio. El entorno del Presidente es pequeño, se reduce a su hermana Karina y a su asesor personal, Santiago Caputo.

Desde Maquiavelo hasta aquí ya se sabe que los entornos políticos sólo son expresión del príncipe y las críticas al entorno son reproches a quien habilita su actuación. Macri no alude personalmente al presidente, pero le comunicó una disidencia. Esa disidencia excede la queja por la escasa integración de cuadros técnicos ofrecidos por el macrismo en los equipos de la Casa Rosada. En realidad, la precaria metáfora de Macri sobre el matrimonio y la convivencia apunta al horizonte inmediato: es imposible pretender una coalición electoral con el PRO (menos aún una fusión por absorción, como propone Patricia Bullrich) si previamente se es refractario a una coalición de gobierno.

La cereza del postre que eligió Macri para su reaparición pública fue la posición de rechazo anunciada para el pliego del juez Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia, cuestionado desde todos lados. El expresidente, ingeniero de profesión, se permitió una licencia -casi un lujo- literario. Le recordó a Milei una anécdota escrita por el historiador Félix Luna en su libro sobre Julio Roca: Carlos Pellegrini, colaborador y amigo, le reclama al presidente Roca apoyo para su plan de refinanciación de deuda, con rechazo de todo el arco político. Roca avanza y luego se detiene por la resistencia generalizada. Vacila. En una reunión secreta le pide opinión a su adversario, Bartolomé Mitré.

Mitre le dice: “Presidente: cuando todo el mundo está equivocado, todo el mundo tiene razón”.


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