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La urgente necesidad de renovar el poder legislativo, sin privilegios

El reciente intento de nuestros senadores por aumentarse las dietas muestra su lejanía de la sobriedad y la empatía con los ciudadanos.

El miércoles se frustró otro escandaloso intento de incrementar las dietas legislativas, hecho que reveló la vigencia plena de nuestra privilegiada casta legislativa vernácula, que agiganta su déficit de membresía con más yugo social y decepción ciudadana.

Más de la mitad de los argentinos no pueden alimentarse con todas sus comidas nutritivas indispensables, ni tienen agua potable, baños ni cloacas. Mientras, nuestros maestros o médicos rurales en las calles luchando por obtener menos del 10 por ciento de este último furibundo “dietazo infame” para una rotunda infraproductividad legislativa. Simultánea, y cruelmente, se incrementa el número de los “habitantes de la calle”.

Se entiende por qué está rancia casta ineficaz, ineficiente o testimonial, es la misma que con todo cinismo ya está pensando y ocupándose de las próximas PASO o de las generales del 2027… todo un elogio del asco, la repugnancia y el hambre cívico propios del desamparo social de esta democracia de baja intensidad y decreciente catadura moral.

Senadores de baja productividad


Después de cuatro décadas, personalmente, con nepotismo o testaferros, siguen estando intergeneracionalmente casi los mismos “representantes del pueblo” que ya en otras oportunidades abandonaron a nuestros jubilados y a la primera infancia, con las secuelas tan nefastas e irreversibles que ello fatalmente implica para un digno y regular desarrollo humano de nuestro país.

Por caso, hoy mismo cada argentino necesita más de tres salarios mínimos vitales (SMV) para acceder a solo una canasta básica y cinco SMV si se alquila para vivir. Porque con esta procusta baja de la inflación y consecuente alta recesión, el peso no vale nada y la recuperación del poder adquisitivo luce más a utopía que a esperanza, al menos con en esta desaprensiva e indolente praxis macroeconómica.
Estos holgazanes legisladores, socialmente insolidarios, que no viven cómo ni dónde lo hacen sus representados, adicional y gratuitamente disponen a su antojo de cuerpos de asesores rentados, de comidas refinadas, de costosa peluquería, de cariñosas secretarias, de vuelos y gastos de representación… pero siempre ¡todo a cargo nuestro! De la vapuleada sociedad civil, más empobrecida e indigente que nunca.

La pobreza, la indigencia, los sin techo ni trabajo, lógicamente no encuentran modo de entender nada ante todo eso, y muchos de nosotros agradecemos hasta con sorpresa que aún se mantengan en paz.
Por todo ello y por mucho menos, ¿cuántos de estos legisladores podrían ganar en el llano la mitad de esta millonada de pesos en sus bolsillos, sin horarios ni productividad? Al punto tal que hasta gratis serían caros.

La función de los legisladores es servir a la República


Como concepción, fundamento y horizonte de un gobierno republicano, el fin último del orden constitucional y del poder legislativo debería ser la salvaguardia de los derechos y libertades de los ciudadanos, esto es del “bien común” como fin y límite del Estado.

Sin embargo, con esta membresía legislativa en bancarrota, cada desigualdad conforma el camino empedrado de falsas promesas electorales según cada “mentís” institucionalizado. Lo cual injustamente, depositó a la mayoría de los argentinos en sus propias e indelegables ascuas actuales.
Entonces, si la crítica es el momento de debilidad de las cosas, la membresía legislativa parece no tolerar ni admitir su propia trama de fragilidad.

Es del todo necesario recrear la cultura legislativa republicana ante el hartazgo de voces, palabras y figuras políticas que respiran inadvertidamente su fractura esencial, su origen sospechado y el ocaso de su casta. Una casta al margen de la ley, de la ética, de la sobriedad, de la empatía y corresponsabilidad social.

Cabalmente, después de cuatro décadas en democracia, como ciudadanos estamos obligados, perentoriamente, a exigir una regeneración saludable de toda la membresía político-legislativa. Para, finalmente, transparentar, defender, consolidar y encarnar fraternalmente, libertades, deberes, derechos y garantías constitucionales .

Y así, desprendernos definitivamente de este cruel oxímoron, el sentirnos forasteros en nuestra propia casa.
* Experto en cooperativismo. Investigador universitario. Premio Adepa-Faca, 1990.`


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