Lenguaje inclusivo: como sube la pobreza, lo que bajan son las letras
La promesa de un futuro sin e, que hace el gobierno de Milei, es un camino demasiado corto.
El gobierno de la libertad anunció una prohibición. Manuel Adorni, vocero del presidente Javier Milei, dijo que no habrá lugar en la administración pública nacional para ningún documento que incluya la letra e, x, o el arroba, y se evitará la «innecesaria utilización» del «género femenino».
No está clara la forma en que se implementará esta decisión, pero en principio suena bastante torpe. Entiendo que la promesa que Milei le hizo a sus seguidores es que el Estado no reconocerá a las personas trans, no binarias, travestis, mujeres, gays, disidencias. Que ofrece la restitución de un orden en el que lo masculino es la medida de todas las cosas. Que pretende que en el país, en el que hace 12 años está vigente la ley de identidad de género, y 6 la ley Micaela haya un derrame de letras o.
Una prohibición genera el efecto contrario. Quienes lo usaban lo harán aún más como forma de resistencia, y a quienes el tema les parecía indiferente se pueden entusiasmar ahora que les advierten que no pueden hacerlo. Traficarán las e: en redes sociales, en pancartas, en grafitis, en marchas, en canciones.
Otro debate que nos propone este gobierno es eliminar la perspectiva de género. También lo apuntó Adorni. Malas noticias: el Estado asumió compromisos internacionales en esa materia. Una resolución administrativa debería ir en consonancia con eso, de lo contrario su legalidad sería bastante precaria. El Poder Judicial todavía no fue derogado.
Como cada día de gestión crece la desigualdad -ya que el actual plan de ajuste degrada las condiciones de vida de trabajadores en general y personas jubiladas en particular- resulta más fácil vender proscripciones. El problema con Milei es que ya no se debe a sus fieles misóginos, sino a toda la población que espera tener ingresos para poder alquilar y tomar un colectivo sin endeudarse.
La fantasía de borrar a los feminismos del espacio público o convertirlos en el enemigo del pueblo- preocupado únicamente por cómo se habla y no por si hay comida en la mesa como escribieron Verónica Gago y Luci Cavallero– no se volverá realidad. Por más que lo intenten con tanto ahínco y menos abecedario.
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