La violencia estética
Esther Pineda G. *
Tras dos años de ausencia por la pandemia de Covid-19 el regreso a los escenarios de los Premios Oscar se caracterizó por la polémica, las imágenes de Will Smith abofeteando a Chris Rock le dieron la vuelta al mundo, sin embargo, quedó invisibilizada la violencia estética perpetrada contra Jada Pinkett, donde en apenas minutos el agresor pasó de victimario a víctima.
Chris Rock recurrió al anacrónico recurso televisivo de burlase del físico de las personas y frente cientos de colegas y millones de espectadores hizo burla de la condición de alopecia que experimenta Jada Pinkett producto de una enfermedad autoinmune.
El comediante parece haber olvidado cómo los comentarios incisivos, las burlas y la ridiculización por el cabello ha sido una de las sistemáticas formas de discriminación a la que se encuentran sometidas las mujeres afrodescendientes en una sociedad racista, y de la cual la industria cosmética ha sabido sacar provecho durante décadas comercializando productos para alisar el cabello, extensiones y pelucas, situación que el mismo Cris Rock visibilizó en el año 2009 con el documental “Good hair” (Pelo bueno).
No obstante, lo que puso de relieve esta situación es que la belleza ha sido construida y erigida como un valor social, a cuyas presiones están sometidas las mujeres con independencia de si tienen o no fama, recursos económicos o visibilidad pública y mediática; por lo cual, en cualquier espacio en el que hagan vida o participen siempre están siendo juzgadas y expuestas a ser violentadas por su corporalidad y apariencia física.
¿Qué es la violencia estética?
El lamentable episodio de los Oscar ha permitido visibilizar la magnitud de la problemática de la violencia estética, la cual he definido como el conjunto de narrativas, representaciones y prácticas que ejercen presión y formas de discriminación sobre las mujeres para obligarlas a responder al canon de belleza, y que se fundamenta sobre la base de cuatro premisas: el sexismo, la gerontofobia, el racismo y la gordofobia.
Si bien todas las personas pueden ser víctimas de la violencia estética, es posible considerar que el canon de belleza es sexista porque se impone y exige de forma exacerbada a las mujeres; es gerontofóbico porque en nuestras sociedades existe un profundo rechazo a la vejez y una obsesión por mantenerse joven; el canon de belleza es racista porque se ha constituido a partir de la blanquitud, siendo excluidas las mujeres afrodescendientes e indígenas por sus facciones y fenotipo; y finalmente el canon de belleza es gordofóbico porque se rechaza, excluye y discrimina sistemática y explícitamente a las corporalidades de grandes proporciones, siendo la gordura concebida como algo a temer y combatir.
* Doctora en Ciencias Sociales, socióloga, magister en estudios de la mujer. Autora del libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer”.
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