La tecnología debilita la respuesta del Estado

Lucas Arrimada*


En tiempos de ansiedad colectiva la sociedad necesita escucha y contención concreta por líderes y funcionarios en lugar de respuestas automáticas de whatsapp.


Que el Estado te clave el visto en whatsapp. El uso de la tecnología puede debilitar en lugar de fortalecer al Estado nacional, a los gobiernos provinciales y municipales, a toda agencia estatal, en tiempos donde más que soluciones digitales la sociedad necesita reforzar lazos de comunidad y sentido de pertenencia, no sentirse abandonada y en soledad ante la crisis.

Una de las reacciones institucionales razonables producto de la pandemia fue abrir canales digitales para comunicarnos a través de dispositivos. Eso tuvo aspectos claramente positivos. Sin duda, la tecnología generó prácticas interesantes en los primeros meses de la pandemia y nos permitió reconfigurar nuestros modos de vida. Muchas de estas prácticas pueden y deben mantenerse como opciones. Otras deben ser repensadas en términos de eficacia, eficiencia y de su resultado en la calidad del servicio otorgado. Como toda solución rápida y de emergencia, trajo consigo otros problemas y efectos colaterales. Páginas que colapsan, whatsapp que nunca responden, bots que alienan a personas que necesitan respuestas sensibles y contención emocional de otro ser humano se encuentran con una respuesta automática o, con algo peor, con el silencio del Estado. En el celular o en las oficinas estatales al caerse el sistema se cae el Estado.

La apertura de foros, webs y grupos de whatsapp pueden terminar alienando y abriendo otro proceso de destrato en lugar de dar un espacio de escucha y posibles soluciones. Reforzar la ya presente ansiedad social con los problemas del uso de una tecnología que potencia esa angustia puede traer problemas estructurales ante un descontento social en aumento.

Pensar que el Estado se puede volver un lugar de autoservicio y autogestión como una institución bancaria sin un seguimiento responsable puede terminar abandonando a grupos enteros, puede fomentar mucha frustración hacia el Estado que delega su respuesta. Puede reforzar la sensación de Estado fallido. Si “el sistema” se cayó, el Estado justamente no puede caerse con “el sistema”. Los funcionarios políticos se lavan las manos cuando responsabilizan a “la gente de sistemas” por una decisión que ellos delegaron. A pesar de la delegación ellos siguen siendo responsables. La debilidad del Estado actual también pasa por las delegaciones invisibles de una mentalidad tecnócrata tan ingenua como peligrosa porque no soluciona los problemas de fondo e implica delegar soberanía que la sociedad le concede a sus representantes y no a plataformas transnacionales que derogan derechos a la privacidad o datos personales protegidos en la Constitución.

La irresponsabilidad de profundizar la debilidad estatal. El Estado no es el único responsable de las respuestas sociales, pero su articulación con comunidades, redes, familias y el sector privado es fundamental. Hay diferentes imágenes del Estado en el imaginario social. Por un lado, el espacio vital de la Escuela pública en la que crecimos y conocimos nuestros amigos de la infancia/adolescencia, el hospital público donde nació toda la familia y el registro civil donde se casaron nuestros padres, hermanos e hijos. Por otro lado, también tenemos al Estado como amenaza ante la arbitrariedad policial, la burocracias opacas y hostiles, las reglas cambiantes y las cámaras sorpresas en municipios que hacen multas para amenazar legalmente a vecinos de la propia provincia o de otras provincias a pesar de no estar homologadas, de no ser válidas. El Estado como espacio de desarrollo de la vida y el Estado como amenaza, problema y obstáculo.

La relación Estado y sociedad está ya en jaque hace tiempo. Pensar al Estado como una institución privada con formas de autoservicio digital tendrá consecuencias autodestructivas. La necesidad de reconstruir espacios que nutran vínculos reales y palpables con las comunidades es vital. En caso contrario se hará fuera del Estado y contra el Estado si la representación política sigue con su cuerpo de respuestas insensibles, escleróticas y desarticuladas.

Los procesos de debilitamiento del Estado deben ser tomados en serio y de manera responsable ante tanto infantilismo político. El uso de la tecnología es el nuevo pensamiento mágico donde el optimismo ingenuo y la delegación irresponsable de decisiones soberanas pueden terminar socavando al propio Estado además de hacerlo depender de plataformas que no controla ni le responden a nadie. Si se cae “el sistema” que llamamos Estado -que costó el sudor y esfuerzo de generaciones de argentinas y argentinos- puede venir un apagón mucho más peligroso.

* Profesor de Derecho Constitucional y Derecho Público Provincial y Municipal en la UBA.


Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Comentarios



Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $2600 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora