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La salud del general San Martín

La vida, las cuestiones domésticas y sentimentales de los grandes hombres y mujeres de la humanidad siempre fueron centro de atención y estudios, máxime si su paso por éste mundo marco huellas e improntas en la vida e historia de los pueblos. Lo mismo sucede con el tema de su salud y hábitos personales en relación a su cuidado o no, lo que ha llevado a hombres de la medicina en particular a indagar sobre ello.

Quizás el interés en profundizar en el conocimiento incluso de patologías diversas que en distintos tiempos y con medios muy escasos debieron ser tratadas y no en todos los casos curadas pues aún no se había avanzado en descubrimientos afines.

Un interesante trabajo titulado “Las enfermedades en la Trayectoria del Libertador San Martin” por Federico Guillermo Cervera y otro “Las enfermedades del General Don José de San Martín”, del doctor Mario Dreyer, indican que San Martín se nos ofrece como perteneciente a una categoría especial de paciente, no son pocos los documentos oficiales y escritos que aluden a la castigada salud del Libertador y su estoicismo y entereza para sobrellevarla.

En enero de 1802, conduciendo un grupo de reclutas a Salamanca, es asaltado por cuatro vándalos de los que se defiende con su espada, no obstante ello, resulta herido en una mano y el pecho.

A ello se sumará padecer reumatismo y asma. Un año antes de partir hacia Buenos Aires, en la batalla de Albuera, el 16 de mayo de 1811 recibe heridas de sable.

Conocido por todos el hecho de haber sido apretado por su caballo en San Lorenzo y una herida en su mejilla izquierda.

En 1814 en Tucumán, al mando del Ejército del Norte tiene un vómito de sangre; Mitre dirá que la medicina lo define como una “hematemesis”, es decir no era orgánica. Eso fue en Abril , ya antes San Martín escribe a Rodríguez Peña que su salud le reclamaba un retiro, pero su mirada sigue puesta en su Proyecto de los Andes y el Pacífico por lo que solicita apoyo pidiendo se le otorgue el Gobierno de las Provincias de Cuyo…

El 22 de agosto del mismo año escribe a Belgrano dando cuenta del estado de su ya quebrantada salud. Cinco días después solicita licencia, los médicos le aconsejan ir a las sierras cordobesas.

En Agosto de ése 1814 es nombrado Gobernador Intendente de Cuyo, Alvear Director Supremo intenta reemplazarlo, algo a lo que fervientemente se oponen los pueblos de Mendoza, San Juan Y San Luis…
Toda una situación política al fin.

Su contracción al trabajo durante la preparación del cruce de los Andes lo llevará a dormir sentado y otras muchas sin dormir acudiendo al consumo de opio, algo que con el tiempo le valió las injurias y habladurías de sus opositores. “No es que no me dejen dormir mis enemigos, sino el pensar como atravesar esos inmensos montes diría”. Estuvo siempre asistido y acompañado por su fiel médico peruano, un “limeño de color” al decir de algunos; el Dr. Juan Isidro Zapata.

Complicado el pecho y estómago, dispepsias y abundantes esputos de sangre, afectaban el pulmón, la médula vertebral y por simpatía el cerebro. Consecuentemente alterada la digestión, la respiración y el clásico insomnio.

En “El santo de la espada “Ricardo Rojas dirá; “es Madrugador, de cortos desayunos comenzaba sus tareas alrededor de las cuatro de la mañana. Matero, de mate con galleta. Pelo negro, ojos de cóndor, siempre delgado”. En su historia clínica no hay registro de las llamadas “enfermedades de la infancia” y que “la úlcera lo atormentó durante 36 años, desde 1814, cuando aquélla hematemesis marcó la iniciación clínica”

Parte del cruce debió realizar en una camilla mandada a construir por Fray Luis Beltrán, “un peón, en las alforjas, conducía remedios y otras provisiones para el jefe, casi siempre enfermo”, dice Rojas. El general escribe a un amigo: “mi salud en malísimo estado pero conozco el remedio; la tranquilidad y en el virtuoso pueblo de Mendoza”. Tomas Guido hará referencia también a severos ataques de gota que padeció en Chile, afectando las articulaciones de su mano derecha, lo que le impedía escribir.

En 1819 visitará las termas de Cauquenes y así hasta el 26 de marzo de 1820 en que emprende la Campaña al Pacífico expresando; “sigo la voz del destino que me llama”. Allá en Perú, acampando en Huaura, una epidemia de paludismo y disentería atacará a toda la tropa y su Jefe es afectado severamente por los vómitos provocados por la úlcera que tenía… Desde éste lugar declaró por primera vez la Independencia del Perú. Finalizada esta campaña retorna a Chile y allí contrae fiebre tifoidea.

En 1826, ya en Francia, comunica a su cuñado Escalada, la dislocación de su brazo derecho debido a un accidente del carruaje que lo conducía.

Visitará los baños termales de Saboya, pero las epidemias y pestes no lo pasan por alto y en 1831 el y su hija contraen el cólera. “Mi hija fue atacada del modo más terrible -escribió a O´Higgins-, yo caí enfermo de la misma epidemia dos días después”. En 1848, Mariano Balcarce, su yerno escribirá a Alberdi que su suegro sigue enfermo y con riesgo ya de perder la vista.

Aquel 17 de Agosto dolores severos en el estómago lo atacaron, el aneurisma paralizó su corazón, deseando el que el mismo descansara en Buenos Aires.

El General San Martín fue un enfermo digno y discreto, todos resaltaban que podía hablar de su salud y dolencias, pero jamás de sus heridas en combate. (Fuente Pro. Luis Cánepa. Revista del Inst. Nacional Sanmartiniano. Año 1948)

Diplomada en Preservación del Patrimonio NyC (UBP)


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