La política del repudio

Nueve femicidios en doce meses en la provincia de Neuquén exigen respuestas que no sean únicamente espantarse.

El viernes 1 de diciembre mientras la policía, personal de criminalística y la fiscalía estaban a la vera del río Limay con los restos del cuerpo de una persona, cuya identidad se confirmaría a última hora, en redes sociales había repudio. Qué espanto, qué dolor, qué barbaridad.

Es comprensible la conmoción. Luego de ocho días de búsqueda, el cuerpo de Rosana Artigas fue encontrado deteriorado y comprimido en un barril semisumergido en el agua. El sospechoso es su expareja, que hace una año exactamente la golpeó pidiéndole explicaciones sobre por qué se estaba escribiendo con una persona.

A Cristina González la enterraron en un basural, a Norma Morales la mutilaron, a Luz Prieto la guardaron en un freezer, a Karen Ibarra la atacaron con una llave francesa y un martillo, a Carolina Epullán le dieron 18 puñaladas, a Emili Espinoza le dispararon con un arma reglamentaria, a Carina Barrios la dejaron tirada en el patio de su casa y la encontró su papá, a Gisela Fuentes la balearon al grito de: «con quién estás, lo voy a matar».

Esta violencia está cargada de furia y dirigida hacia las mujeres, sean adolescentes u adultas. No la ejercen desconocidos: son varones con los que han tenido o tienen alguna relación afectiva.

En doce meses se cometieron nueve femicidios en Neuquén. Esto debería ser un problema de Estado. Pero no.

Se suman los repudios, que es simplemente expresar el rechazo a algo. Una actitud individual que no exige ningún compromiso. Cuando hay responsabilidades políticas, porque se tiene un cargo, con reprobar no alcanza. Las buenas intenciones no producen transformaciones. Apurar el posteo emotivo. Decir algo rápido, no parecer indiferente.

Gobernar no es salir a cazar un me gusta. Es parar, reflexionar, crear: ideas, estrategias. Barajar y dar de nuevo. Las veces que sea necesario.

Tamara Tenenbaum, en su columna dominical en el Diario Ar, lo sintetizó refiriéndose a una suerte de clima de época: la conversación sobre los sentimientos reemplazó a la conversación intelectual sobre la política.

Es más importante reaccionar que intervenir para mejorar el acceso de las mujeres a la justicia, al trabajo registrado, al salario, a sus posibilidades de estudiar si tienen hijos o hijas a cargo. Construir respuestas, salir a buscarlas y medir la calidad de los resultados.

Nueve femicidios en doce meses es una catástrofe que involucra a toda la sociedad, especialmente a los varones. Necesitamos que se comprometan en la lucha por el fin de la violencia machista. No para repetir qué espanto, qué dolor, qué barbaridad. Sino para reconocer las desigualdades y vincularnos de otra manera: sin sometimientos, ni controles. Que nuestra libertad importe.


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