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La lógica de Milei sobre el manejo de tropas

El Presidente sufrió cuatro derrotas legislativas en el momento de mayor desprestigio del espacio opositor, que pudo maximizar las pocas cartas que tenía.

Si la pregunta central del panorama político hace siete días era cómo usaría Milei el tiempo a favor que le regaló el grave escándalo que tiene en su centro a Alberto Fernández y cómo haría el peronismo para desligarse de esos efectos, jugando con el reloj en contra, la respuesta llegó, rápida y clara: Milei desaprovechó su ventaja y la oposición maximizó las pocas cartas que tenía.

¿Cómo hizo el kirchnerismo para ganar tiempo? Sabiendo que cada noticia sobre Alberto lo convierte en una mancha venenosa, habló con todos los otros sectores políticos -sin reservas de admisión, ni prejuicios ideológicos- y consiguió cerrar algunos acuerdos que lo ayudaron a camuflarse en público.

¿Qué hizo Milei? Lo mismo, con efecto contrario: hablar con todos, al mismo tiempo, pero para cerrar acuerdos cruzados tan poco saludables para los valores que dice defender que quedó sentado como un actor más en territorio de la casta.

Milei se distrajo en un momento clave. Su equipo durmió disfrutando los videos de Alberto Fernández en la Casa Rosada mientras en el Congreso se tejía un ventarrón en contra. Golpeado al extremo por las denuncias contra Alberto y las evidencias irrefutables de su implosión moral, el kirchnerismo no se distrajo. Consiguió el control de la comisión bicameral que supervisa los gastos en inteligencia, usando al radicalismo como mascarón de proa. Al mismo tiempo aportó sus bancas para que fracase el decreto de Milei para ampliar los gastos en inteligencia. Este movimiento venía cantado para Milei desde que Mauricio Macri reapareció con críticas a la gestión institucional del gobierno.

Pero la jugada principal que puso al propio Presidente en el fango fue el sinceramiento en el Senado del acuerdo entre el kirchnerismo y los libertarios para designar al juez Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia.

En términos políticos, Milei cosechó tres derrotas al hilo mientras se regodeaba en las desgracias de Alberto Fernández. Lo sintomático es que -en al menos dos casos- las derrotas vinieron por pactos cuya gestación se le atribuye a su “triángulo de hierro” para la gestión de gobierno. A Santiago Caputo apuntan las miradas por el acuerdo con el kirchnerismo para encumbrar a Martín Lousteau en la comisión bicameral de inteligencia. A Karina Milei la señalan en tribunales como la gestora original del pacto con Ricardo Lorenzetti para nominar a Lijo. A Caputo le subrayan las capilaridades preexistentes con Eduardo de Pedro, que ahora ayudarían a conseguir los votos kirchneristas para Lijo.

En ese contexto es que se produjo la fricción entre Milei y Macri a propósito de una cuarta derrota consecutiva del oficialismo: la aprobación en el Senado del proyecto de movilidad jubilatoria y el anuncio del veto presidencial. Macri quedó en falsa escuadra por un motivo obvio y otro menos visible. Lo obvio es que los senadores del PRO votaron de una manera y él apoyó el veto en sentido contrario. Patricia Bullrich no desaprovechó la oportunidad para remarcarlo. Pero, sobre todo, Macri quedó expuesto en algo que quería evitar: las objeciones a la política económica de Milei.

Tropas desordenadas en el oficialismo y la oposición



Milei le pegó a Macri con un razonamiento lógico: “No maneja la tropa o no entiende el daño que están haciendo”. ¿Es aplicable a Milei el mismo razonamiento? Conviene revisar lo ocurrido durante la semana negra del oficialismo, siguiendo el orden de su impacto institucional.

En primer lugar, se ubica el conflicto abierto que la Casa Rosada mantiene con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Los ataques desde la estructura política y comunicacional del mileísmo son constantes e indisimulados. Villarruel tiene para el mileísmo fanático un pecado original insalvable: fue votada en la misma boleta que el Presidente. No es un ministro designado por decreto, no es tampoco un aliado aluvional. No integra, según el Presidente, el núcleo triangular de su gestión. Pero no puede ser desconocida sin un costo grave para el gobierno.

La sesión que forzó el veto presidencial por las jubilaciones estuvo precedida de la hostilidad con la que el Ejecutivo destrató a la vicepresidenta por el aumento de las dietas de los senadores. Esas hostilidades continúan. Basta con observar el discurso público de la diputada mileísta Lilia Lemoine.

En segundo lugar, aparece el cuestionamiento al “triángulo de hierro” de Milei. La novedad que introdujo Macri al reasumir en el PRO es que algunas críticas que venían solapadas -en especial las que aluden a Santiago Caputo- ahora se han transformado en veto político, como en el caso de los fondos para la Side o el arreglo con Cristina Kirchner para manosear la Corte Suprema de Justicia, empezando con el voto concertado en favor de Ariel Lijo. Sobre Caputo, el macrismo le retribuye a Milei con su propia lógica: “No maneja la tropa o no entiende el daño que está haciendo”.

En tercer lugar, se asoma -a los gritos- el caos imperante en el bloque de diputados nacionales del presidente Milei. Todos los días en esa bancada surge un escándalo de los que se presumía que iban a ocurrir, porque el criterio de selección de candidatos que usó el mileísmo en las elecciones del año pasado navegó por arrabales precámbricos.

Una legisladora que se hizo conocida por sentarse en su banca con un patito de cotillón en la cabeza protagonizó luego un episodio deplorable, durante una visita a represores condenados por delitos de lesa humanidad. Lourdes Arrieta, de ella se trata, decidió continuar su periplo y armó una pelea de conventillo en la Cámara Baja. No sin antes intentar que la Justicia intervenga para rescatarla del pantano en el que se metió. El fiscal federal Sergio Mola, conocido por su actuación en la causa Vialidad contra Cristina Kirchner, desbarató ese intento: “Hace consideraciones de un infantilismo que hiere la inteligencia”, dictaminó sobre Arrieta.

Otra vez cabe la lógica que reclama Milei, pero para aplicarla a su espacio: no maneja su tropa o no entiende el daño que están provocando.


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