La Justicia restaurativa en el deporte

Marcelo Antonio Angriman

*Abogado, Profesfor Nacional de Educación Física, docente universitario. angrimanmarcelo@gmail.com

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¿Cómo siendo deportistas pudieron quitar la vida de un joven indefenso?, ¿cómo la irracionalidad pudo gobernar sus actos?


Tras la cobarde muerte de Fernando Báez Sosa, en manos de un grupo de jóvenes rugbiers zarateños que veraneaban en Villa Gesell el 18 de enero de 2020, muchos fueron los cuestionamientos que se abrieron.

¿Cómo siendo deportistas pudieron quitar la vida de un joven indefenso?, ¿cómo la irracionalidad pudo gobernar sus actos?, ¿cómo no apareció un líder positivo a la hora de frenar semejante barbarie?

Más allá de que el juicio penal siguió su curso y y espera audiencia para enero de 2023, el caso desde la perspectiva deportiva también fue blanco de todo tipo de análisis.

En tal sentido, frente a la postura punitiva que intenta trasladar el derecho al ámbito deportivo, hoy aparece una visión mucho más reflexiva denominada justicia restaurativa.

Dicha posición asume al deporte como una “práctica social” y, por ende, este tipo de conflictos deben ser atendidos ocurran o no dentro de un terreno de juego.

Al decir de Raúl Calvo Soler:“Desde tal mirada se percibe al deporte como parte del proceso formativo del individuo en tanto persona y no sólo como deportista. Entonces no se puede separar tan fácilmente la idea de ‘yo formo deportistas y no me interesa formar personas’ o ‘yo formo personas y no me interesa formar deportistas’”.

Por ello, a mediados del 2020 y como producto de la muerte de Báez Sosa, la Unión Argentina de Rugby (UAR) implementó el programa “Rugby 2030” que procura un proceso de reflexión hacia adentro del mundo de dicha disciplina en Argentina.

Algo parecido ocurrió con el programa “Rugby 100, Formem Persones” de la Federación Catalana en España que es un plan que pretende poner el foco precisamente en la idea que formar un jugador sin atender a la formación de éste como persona es algo errado, sesgado e incompleto.

El programa Rugby 2030 está centrado en tres grandes pilares. El primero consiste en dar un enfoque sobre estereotipos y prejuicios discriminadores ayudando a su superación, el segundo es dotar a los jugadores de 17, 18 y 19 años de herramientas que le permitan gestionar las situaciones de tensión dentro y fuera del terreno de juego para no convertir esa experiencia en ira a partir de la frustración y el tercero son los coordinadores de infantiles en los clubes en Argentina encaminada a poner de resalto no solo el “hacer algo” sino el enseñar a “ser algo”.

Así cuando, por ejemplo, se enseña la práctica de un tackle, no solo se repara en la técnica, sino a la vez, en el respeto por el propio cuerpo y por el del adversario. Estas líneas de trabajo se están desarrollando en las 25 uniones de rugby de la Argentina, a través de cursos de formación

En otro hecho que tuvo repercusión mediática, por el que tres Pumas (Matera, Petti y Socino) fueron suspendidos por posteos racistas realizados años atrás, merced a este programa, voluntariamente, pudieron manifestar su arrepentimiento y participar de espacios restaurativos.

Si bien concluir que el deporte es educación resulta una piedra basal, mucho habrá que trabajar para que dicha premisa deje de ser un cliché para transformarse en una realidad concreta.

Sobre todo en deportes que se han caracterizado por poner al frente de menores, a ex jugadores o voluntarios, que no siempre están capacitados para ello o que fueron formados bajo otros códigos, que hoy se pretenden deconstruir.

Por más que lo actuado en estos dos antecedentes resulta halagüeño, no dejan de ser soluciones ex post facto, es decir luego de sucedidos los hechos y el título de justicia restaurativa aparece no solo grandilocuente, sino incompleto.

Si realmente se encarna al deporte como parte de la formación de las personas, una de las claves será la de formar y seleccionar a verdaderos educadores en las edades formativas. Profesionales formados en el deporte, con conocimientos en pedagogía, didáctica y psicología evolutiva.

Así la trilogía casa, escuela, club o centro de formación deportiva, se podrán articular y trabajar en sinergia.

Por tal razón es que desde los Institutos de Formación y de las Federaciones deportivas se debiera privilegiar a quienes con su prédica y ejemplo contribuyan a formar personas, más allá de hábiles deportistas.

Este es un terreno que a los argentinos nos cuesta discernir y en el que solemos caer rendidos ante el jugador exitoso y mediático, sin que se repare demasiado en su persona.

Si observamos que sólo unos pocos llegan a ser deportistas de elite y la gran mayoría terminará siendo parte de una sociedad como padres de familia, trabajadores y ciudadanos, la función del deporte como formación vivencial es de un enorme valor.

Si analizamos además que a ese puñado de deportistas profesionales, muchos intentarán imitarlos, la necesidad de formar buenas personas desde edades tempranas resulta indispensable.

Para tal fin se precisa de educadores.

Por ello, si bien la justicia restaurativa aparece como un espacio reflexivo interesante para casos puntuales como los expuestos, su razón de ser resultaría innecesaria si al deporte desde la niñez, verdaderamente, se le diera un lugar privilegiado dentro del proceso de formación integral de la persona.

* Abogado. Prof. Nacional de Educación Física. Docente Universitario. angrimanmarcelo@gmail.com


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