La insoportable teatralización del fútbol
Según un informe brindado por la plataforma Opta, el segundo tiempo de Colombia-Argentina por las eliminatorias del Mundial de EE.UU. 2026, se jugó hasta los 52 minutos y 22 segundos. Sin embargo, la pelota estuvo en cancha tan solo 19 minutos, ya que hubo demoras, pausa para hidratarse y una revisión del VAR.
De los 100 minutos y 40 segundos que duró el encuentro, apenas se disputaron 44:38, con un total de 78 interrupciones.
Los datos confirman aquello que se ha constituido en una mala costumbre particularmente del fútbol sudamericano ya que, de los hipotéticos 90 minutos de juego, en nuestro país el promedio de lo efectivamente disputado es de 50:19 y en Uruguay de 47:35, bastante menos que la Premier League donde se llega a los 58:31.
Semejante despropósito que motivó el reclamo de Lionel Scaloni en la conferencia de prensa posterior al partido, lamentablemente ha pasado a ser algo habitual en todo tipo de competición.
Ver a un jugador profesional de fútbol, preparado físicamente para responder a todo tipo de choques , golpes o patadas, dejarse caer al piso con movimientos cuasi espasmódicos o girar sobre su eje en endemoniados giros y contragiros, ya es una postal remanida de cada encuentro.
Observar a un arquero permanecer tendido cada vez que se hace de una pelota y su equipo gana, resulta francamente exasperante.
En fin el fútbol se ha convertido en un juego de miserables, una alabanza servil a la especulación.
El resultado manda y si para alcanzarlo hace falta gritar como un marrano, o aparentar ser partido por un rayo, siempre habrá un jugador dispuesto a montar el numerito.
Y en este comportamiento, no hay equipo que salga ileso. Tal vez el Real Madrid o el Manchester City con su enorme poderío, sean quienes menos recurran a estas artes, pero hasta en el partido citado al inicio, el Juez debió cobrar tiro libre para el equipo cafetero cuando en la primera jugada que tocó nuestro Rodrigo De Paul se zambulló cual clavadista mexicano.
Tan es así que, cuando sucede una lesión real, como la padecida por el arquero boliviano Carlos Lampe en el gol de Chile ya nadie le creyó, habilitando con ello una anotación, de reprochable factura.
A las irritantes parodias y pérdidas de tiempo referidas, debe adicionarse la inapreciable colaboración que presta la instrumentación del VAR, con minutos y minutos de deliberaciones fútiles, que terminan con los incautos abrazos de gol de los hinchas.
Eso si con árbitros qué, como emperadores romanos, se ven particularmente seducidos por ceder ante el clamor de las masas.
Cabe preguntarse qué motiva a la gente a ver fútbol. Seguramente para el espectador estético será la búsqueda de un buen juego, o de algún gol. Para el hincha, además, el afecto y la obtención de un resultado.
Pues bien, lamento decir que el ganar a como de lugar se ha llevado todo puesto y si con tal premisa, se defrauda a cientos de miles de personas, poco importa.
Quizás un buen remedio ante tanta ignominia sea el de una vez por todas implementar el tiempo neto en el fútbol, con dos tiempos de entre 25 a 30 minutos cada uno. De ese modo, poco sentido tendrán todas estas estratagemas que fagocitan al fútbol.
Tal vez de dicha manera, volvamos a ver a jugadores ocupados en jugar y no convertidos en actores de reparto de baja estofa, esperando que caiga el telón.
*Abogado. Profesor nacional de Educación Física. Docente Universitario.
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