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La fe en el progreso infinito: lo religioso en lo tecnológico

Todopoderosa, omnipresente y omnisciente: a la tecnología se le atribuyen rasgos de los dioses. Debemos recordar sus límites y peligros.

1. Razones para dudar de la salvación tecnológica. Reconocemos en la tecnología el impulso vital de la creatividad humana. Desde el fuego pasando por el hueso usado como martillo hasta la nueva religión de la inteligencia artificial, crear es una fuerza vital y social. Más allá de poner en el pedestal esa creatividad distintiva de lo humano, se suele pensar que lo creado viene a solucionar los problemas de su creador.

Mary Shelley, lo reconoció con una sensibilidad única en 1818 al escribir, “Frankenstein, o el moderno Prometeo”. Tan clásico como inescapable a los tiempos de la máquina de vapor y la revolución industrial, al escribir su novela sobre el Dr. Frankenstein lo que estaba haciendo es inaugurar el género ciencia ficción con tintes góticos de la forma más fina e intuitiva.

En esa historia, narra cómo el sueño de la creación técnica, el sueño de la razón tecnológica genera monstruos. Creó “un Frankenstein”. La creación que tomará el nombre de su creador. ¿Quién es el monstruo, el creador o lo creado? Esa es una discusión más amplia. Lo que crea el sueño tecnológico es una pesadilla humana, con toda su fragilidad.

Vivimos tiempos de animismo. Le damos vida a objetos con los que trabajamos y convivimos. Antes era el Dios “sol”, las constelaciones; ahora los celulares y las pantallas.

La inteligencia artificial como solución religiosa


La inteligencia artificial se presenta como un peligro existencial y una solución religiosa. El peligro es crear falsas esperanzas mientras deberíamos construir programas públicos sin delegar poder en magnates excéntricos.

La tecnología no es neutral, desde la rueda hasta la bomba atómica, tienen consecuencias políticas, económicas y hasta psicológicas. Lamentablemente esos efectos múltiples y daños colaterales se ven con el tiempo. En ciertos casos, los sabemos anticipadamente y nadie parece querer evitarlos. Se apuesta a las ganancias de corto plazo, negando las consecuencias de largo plazo. El efecto de las pantallas en una generación nos lo demostrará y deberemos desaprender mucho si queremos recobrar autonomía.

2. Construir la vida pública y privada en la esfera digital es un error. Hoy los Estados cometen un error fundamental al delegar poder a plataformas y sus algoritmos, por ejemplo a whatsapp, a corporaciones que pronto los reemplazarán, que ya desde hace tiempo borraron derechos constitucionales como la intimidad y los datos personales.

Peligros de la delegar poder en las tecnologías


Hay aspectos legales, económicos y democráticos de esa delegación que se realizó silenciosamente hace décadas. Los micrófonos nos escuchan y las cámaras se prenden sin avisar todo el tiempo. El algoritmo se anticipa a lo que vamos a buscar. Saben lo que pensamos o deseamos antes que nosotros.

Los algoritmos nos conocen más que nuestros amigos, más que nosotros mismos.

¿Por qué se habla tanto de inteligencia artificial? Sus desarrolladores con epicentro en silicon valley (EEUU) han generado un pánico hacia fines de 2022 para concentrar las inversiones y el miedo logró su objetivo. “La inteligencia artificial puede tener conciencia (AGI) y nos puede matar a todos”, se gritó de forma alarmista.

Ni la tecnología ni su nuevo Prometeo, la inteligencia artificial, van a traer las soluciones que necesitamos. La experiencia histórica hace pensar que van a empeorar las cosas antes de mejorarlas.

Más allá de las buenas intenciones de algunos y de la evidente oportunidad comercial de acumular millones en inversión de otros.

Las soluciones a los desafíos humanos no vendrán de ninguna herramienta. Es falsa la idea de que el progreso tecnológico solucionará todo. Muchos de nuestros desafíos existenciales son producto de ese dogma llevado al extremo.

Vivimos tecnológicamente pero pensamos y sentimos pre-tecnológicamente. El lenguaje tecnológico que habitamos, nos habita, nos habla en nuestras ansiedades y falsas necesidades.

Lo público se está delegando en la tecnología pero también lo privado está vigilado por las plataformas que inocentemente usamos. La fe en la tecnología en tiempos oscuros es entendible, pero sus límites y peligros nos deberían evitar repetir errores y crear nuevos Frankensteins.

* Abogado. Profesor de Derecho Constitucional y Estudios Críticos del Derecho.


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