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La educación con Milei: alpargatas no, libros tampoco

El presupuesto es la punta del iceberg. El fondo de la cuestión es que Milei no quiere universidades públicas y menos que las deba solventar con el Estado Nacional.

Protesta universitaria (AP Photo/Rodrigo Abd)

En 1985 conocí en Brasil a un amplio grupo de científicos argentinos que estaban haciendo sus doctorados en diferentes disciplinas (desde matemáticas hasta antropología, pasando por física o biología). Me llamó mucho la atención porque hasta pocos años antes, las casi únicas universidades de excelencia en América del Sur eran argentinas y pocos de nuestros mejores investigadores soñaban con estudiar en países vecinos.

Hasta los 70, la mayoría de los que iban a especializarse al exterior se dirigían a Europa o Estados Unidos. Pero gracias a estos compatriotas que estaban becados en Brasil me enteré que, mientras que la Dictadura argentina había golpeado duramente a las universidades (ya que el modelo de especulación financiera implementado por Martínez de Hoz no necesitaba ni científicos ni intelectuales de ningún tipo), los militares brasileños -que también gobernaban dictatorialmente su país- habían llevado adelante un modelo desarrollista que exigía una mejora de los recursos humanos, una mejora en la investigación científica y una inversión en ciencia y en estudios universitarios que fue muy importante.

Intentos de mejora


La democracia argentina intentó recuperar el esplendor de las universidades públicas con diversas políticas, cada gobierno tuvo la suya, pero todas trataron de mejorar la universidad.

Todos los gobiernos tuvieron conflictos universitarios porque la manta presupuestaria siempre es corta y hacer ciencia de punta y educar a millones de jóvenes universitarios en la excelencia cuesta mucho dinero. Pero hubo en todas las gestiones un interés claro en mejorar el sistema universitario argentino.

Y prueba de ello es que si uno toma los datos y va comparando quinquenio tras quinquenio ve que hasta fines de 2023 -y a pesar de las caídas presupuestarias y de las crisis económicas- el presupuesto universitario y el dedicado a la investigación científica fue siempre digno.

Por primera vez en 40 años de democracia tenemos un gobierno que no se interesa por la universidad pública. No es solo que no quiere mejorarla, sino que le parece un gasto inútil, un despilfarro. Le parece mal la mera existencia de una universidad gratuita en la que se permite el ingreso de cualquier persona que cumple con los requisitos.

Habiendo universidades privadas, el gobierno no entiende que el Estado deba solventar la universidad pública.

Ni siquiera viendo que son las universidades públicas argentinas las más reconocidas entre todas las de América Latina y las únicas que han formado a cinco Premios Nobel.

La visión que el gobierno actual tiene de las universidades públicas es muy parecida a la que tenían los militares en la época de la Dictadura: “si la política económica que vamos a desarrollar se centra en privilegiar la especulación financiera, ¿para qué queremos formar científicos, artistas y pensadores? Si alguien quiere estudiar, que se pague una cuota en una universidad privada y si la carrera que le interesa no se dicta en ellas que se vaya al exterior a estudiar, y si no tiene dinero para hacer eso, lo lamentamos.”

El eje del conflicto


El conflicto entre las universidades públicas y el gobierno de Javier Milei recién comienza. No es un problema, como dicen algunos periodistas, solo de bajos sueldos y falta de recursos para que las universidades funcionen correctamente.

Esa es la punta del iceberg. El fondo de la cuestión es que Milei no quiere que haya universidades públicas y menos que las deba solventar con el Presupuesto Nacional. Su deseo de máxima es cerrarlas o pasárselas a las provincias y que sean ellas las que las cierren o las achiquen hasta la inoperancia.

Lo mismo desea hacer con los hospitales nacionales, de ahí los embates contra el mejor hospital de niños de América Latina, el Garraham.

La clase media argentina se ha atrincherado en las universidades porque entiende que son el último bastión contra la caída en lo más brutal de la miseria y el subdesarrollo.

Entregó la escuela pública primaria y secundaria de calidad a partir de la Dictadura. Ya nunca más se volvió a los niveles de excelencia que la educación argentina tuvo hasta 1975. Pero no quiere resignar la última trinchera antes de que nos convirtamos en uno de esos países miserables, extremadamente desiguales, en los que nadie de clase media quiere vivir.

¿Cómo se desarrollará el conflicto entre millones de argentinos que ven en la universidad pública la última esperanza de una vida mejor para los jóvenes y un gobierno que cree que la función del Estado se reduce a sostener la policía, las cárceles y pagar los intereses de la deuda pública? Se vienen tiempos interesantes.


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