La economía social como impulsora de la recuperación económica

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Inmaculada Carrasco Monteagudo, Universidad de Castilla-La Mancha; Enrique Bernal Jurado, Universidad de Jaén y Juan Francisco Juliá Igual, Universitat Politècnica de València

Si algo han mostrado las dos crisis que hemos vivido en lo que va de siglo XXI, y muy especialmente la de la covid-19, es que las economías más avanzadas en el uso del conocimiento en su tejido productivo han sido más resilientes y han afrontado mejor sus consecuencias. Estas economías son, además, las que cuentan con estados del bienestar más desarrollados.

Por eso la recuperación debe suponer también una transformación del modelo económico. El reto va más allá de la mera vuelta al crecimiento y la recuperación del PIB. Para ello se necesita hacer un mayor uso del conocimiento y también incorporar valores a la economía.

Como ya nos recordaba el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz tras la crisis de 2008, para enfrentar lo que él llama fundamentalismo de mercado se necesita una economía más plural, ordenada y con valores, que dé repuesta a los desajustes a los que ha conducido su ausencia.

De ahí que la Comisión Europea haya querido impulsar la economía social, conformada por empresas y organizaciones (cooperativas, mutuas, fundaciones y asociaciones) que centran su atención en primer lugar en las personas a cuyos intereses sirven. Pero también lo hacen en el interés general, lo que les ha hecho merecer la denominación de la economía de rostro humano.

En julio se aprobó el Plan de Acción Europeo de la Economía Social en un intento de que, tras la pandemia, la recuperación económica sea justa e inclusiva, no dejando a nadie atrás.

La economía social de la UE está integrada por cerca de 3 000 000 de empresas que dan trabajo a más de 13 000 000 de personas. Esto representa más del 6 % del empleo europeo (página 11 de este documento).

Lo más importante es que el modelo ha venido mostrando una gran resiliencia y su contribución a una mayor cohesión social y territorial al centrarse en las personas y tener un mayor arraigo territorial.

Al estar más atenta a las necesidades y los intereses de las personas que a los del capital, la economía social se alinea bien con valores relacionados con la sostenibilidad y la inclusión, contribuyendo a una mayor igualdad de oportunidades.

Valores cooperativos y progreso social

Hace unos años, la consultora de finanzas sostenibles Dave Grace Associates presentaba un informe al Secretariado de Naciones Unidas donde mostraba cómo la mayor parte de los países con mayor índice de progreso social coincidía en buena parte con aquellos en los que las empresas de tipo cooperativo tenían un mayor peso social y económico en sus territorios y economías.

Recientemente, CIRIEC–España, organización dedicada al estudio de la economía social, pública y cooperativa, dedicó un número de su revista a reflexionar sobre la contribución de las organizaciones de la economía social a la recuperación tras la crisis de la covid-19.

Un mayor protagonismo y peso de la economía social puede ayudar, y mucho, a que la recuperación sea también transformadora en términos sociales, razón por la que la apuesta de la UE con su Plan de Acción para el impulso de esta en los territorios de la UE ha sido tan bien recibida.

Los problemas de la humanidad

En el último Congreso Internacional de CIRIEC, el también premio nobel de economía Paul Krugman señaló que los dos mayores problemas que afronta la humanidad son las desigualdades sociales, agravadas con las dos últimas crisis, y el continuo deterioro del medio ambiente, acompañado de un agotamiento de los recursos naturales que está siendo difícil de contener.

Todo ello nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de incorporar modelos empresariales basados en valores como la sostenibilidad y la inclusión y que no estén centrados solo en maximizar los retornos del capital.

La necesidad de la cooperación pública-privada y la necesidad de una acción desde lo público se han hecho más que evidentes. La salida de una crisis como la de la covid-19 sería impensable solo desde la iniciativa privada.

Por todo ello, la economista Mariana Mazzucato propugna un modelo de economía más abierto y participativo que favorezca el interés general.

La economía social ha venido mostrando una estrecha colaboración en las respuestas a las demandas sociales, muchas veces de forma colaborativa con las instituciones públicas, reforzando la creación de una inteligencia colectiva. En este sentido, conviene recordar que la economía social no es otra parte de la economía, sino el resultado de organizar las actividades económicas de una manera diferente, que busca maximizar el valor social.

Inmaculada Carrasco Monteagudo, PTU. Departamento de Economía Aplicada 1 (U.D. Política Económica), Universidad de Castilla-La Mancha; Enrique Bernal Jurado, Catedrático de Universidad. Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Jaén, Universidad de Jaén y Juan Francisco Juliá Igual, Catedrático de Economía Agraria, Universitat Politècnica de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.


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