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La “batalla cultural” de Milei

Hoy en día, la inteligencia aplicada vale muchísimo más que las fuentes de riqueza tradicionales. ¿Sabrá la Argentina aprovechar plenamente el poder cerebral de sus habitantes?

A Javier Milei le encanta afirmar que, rotas las cadenas que la han mantenido postrada desde hace un siglo, la Argentina volverá a ser “una potencia mundial”. Con todo, aunque tiene razón cuando perora en torno a las consecuencias nefastas que han tenido muchos años de lo que, equivocadamente, llama “socialismo”, subestima los problemas que sería forzoso solucionar para reparar el daño que ha provocado.

Como a esta altura deberían comprender los preocupados por el porvenir del país, el resultado de los esfuerzos por dejar atrás un pasado de frustraciones dependerá del desenlace de la “batalla cultural” que está librándose en las cabezas de todos sus habitantes, una “batalla” que tiene mucho menos que ver con los conflictos ideológicos que obsesionan a los políticos e intelectuales, incluyendo a Milei, que con la voluntad de cada uno de hacer todo cuanto pueda para desarrollar al máximo sus propias dotes naturales.

En el resto del mundo, muchos hablan bien del talento natural de los argentinos que, por cierto, se ha manifestado en muchas actividades. Pero el que tantos millones estén sumidos en la pobreza extrema y que, a juzgar por los resultados, el sistema educativo se haya deteriorado tanto que es peor que el de otros países latinoamericanos que, claro está, no se destacan mundialmente en dicho ámbito, hace pensar que, aun cuando haya una recuperación fuerte, al sector privado nacional le costará muchísimo competir. Con los de América del Norte, Europa y, sobre todo, Asia Oriental, lo que brindará a los proteccionistas un sinfín de pretextos para acusar al gobierno de “industricidio”.

Milei sigue contando con el apoyo de por lo menos la mitad de la población que comparte con él la convicción de que, para salir del pozo en que ha caído, la Argentina tendrá que someterse a un programa de cambios drásticos.

Quienes lo respaldan entienden que en la fase inicial hay que frenar “la maquinita” de imprimir billetes coloridos, poner fin a una multitud de “curros” políticos, barrer a organizaciones que hacen de la pobreza un negocio y adelgazar a un sector público que se ha hecho patológicamente obeso.

Conforme a los datos disponibles, en la tarea así supuesta Milei y su ministro de Economía Luis Caputo se han anotado algunos éxitos, pero sólo se trata de una etapa preparatoria. Después, vendrá la parte más difícil.

Será una cosa dotar al país de una base financiera aceptablemente firme, pero será otra muy distinta crear las condiciones para que las empresas, sean grandes, medianas o pequeñas, puedan aprovecharla. Como buen libertario, Milei confía en que, una vez liberado del yugo estatal, el sector privado no tardará en experimentar un boom de dimensiones históricas, de ahí las alusiones a una recuperación en forma de V.

Son muchos los economistas que, si bien aprueban “el rumbo”, prevén que los empresarios tomen mucho más tiempo de lo que el presidente espera para adaptarse a nuevas circunstancias que, en principio, deberían serles favorables.

Algunos advierten que el país corre peligro de sufrir una depresión prolongada.

En el exterior, abundan los inversores en potencia que, impresionados por lo que están haciendo legisladores kirchneristas y radicales resueltos a impedir que el gobierno lleve a cabo las reformas que considera fundamentales, se sienten desanimados por lo que está ocurriendo en el terreno político. Temen que los comprometidos con un statu quo ruinoso logren frenar “la revolución” que les ha prometido Milei.

La primera fase de dicha “revolución” se ve protagonizada por el gobierno pero, una vez consolidado el marco financiero, si es que consigue hacerlo, tomarán el relevo integrantes del empresariado nacional que serán los responsables de impulsar las fuerzas productivas, en especial las vinculadas con los recursos naturales del campo, la minería, el petróleo y el gas.

Así y todo, en última instancia será aún más determinante lo que hagan los educadores porque, a la larga, lo que más importará será la calidad del capital humano disponible.

Aunque es de suponer que, con legislación apropiada, el país podrá aumentar mucho los ingresos posibilitados por la suerte geológica, a la larga los procedentes de la industria y los servicios tendrán que ser muchas veces mayores.

En el mundo actual, las fortunas más impresionantes – y son gigantescas -, no son las de los dueños de millones de hectáreas de tierra fértil o de zonas petrolíferas, sino de personas que han sabido aprovechar ideas.

Hoy en día, la inteligencia aplicada vale muchísimo más que las fuentes de riqueza tradicionales. ¿Sabrá la Argentina aprovechar plenamente el poder cerebral de sus habitantes? Su destino dependerá de la respuesta a esta pregunta.


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