Esas nubes traen piedras: ocultar la crisis ambiental es acelerarla
La negación electoral y la ausencia de propuestas que respondan a sequías, incendios y otros desafíos estructurales a nivel ambiental es una forma de abandono.
Ni la oposición ni el oficialismo tienen propuesta alguna para los desafíos ambientales que tenemos en el futuro. Todas las fuerzas políticas en campaña están consiguiendo algo increíblemente difícil. Negar lo evidente, ocultar lo inocultable, lo que tiene presencia cotidiana en nuestras vidas: altas temperaturas, sequías, incendios permanentes y casi imposibles de controlar, nubes de ceniza y humo, glaciares disminuyendo, mares avanzando sobre costas y muchos más eventos climáticos extremos. Este breve invierno nos promete un largo verano infernal.
El desastre ambiental está pasando de calentamiento global a un Estado de ebullición global. “La era de ebullición” fue la frase usada por el Secretario General de las Naciones Unidas al destacar que el hemisferio norte tuvo el mes de Julio más caluroso de la historia de la humanidad. Las respuestas políticas del mundo van desde la negación (Trump, Bolsonaro) hasta las soluciones cosméticas que serán una forma distracción. En contraste, lo que sorprende es que en la campaña electoral Argentina haya un silencio que sólo puede augurar lo peor: reacción tardía e improvisación.
Los desafíos ambientales abren la pregunta sobre la supervivencia y el sistema político parece abandonar a una sociedad distraída a su suerte. Prácticamente ninguna fuerza política tiene un plan para pensar un futuro ante eventos que son innegables y cada día golpean más fuerte. Cuando el aire sea irrespirable y el calor inaguantable será muy tarde.
La crisis ambiental es una crisis de salud pública. En las ciudades se harán burbujas de humedad que junto al calor aumentan problemas cardiorespiratorios, descompensación, deshidratación -entre otros- que atacan a grupos vulnerables (mayores, mujeres, niños). Ni mencionar los problemas de salud mental en una generación con múltiples ansiedades.
Los incendios autogenerados provocan desastres difíciles de enfrentar con fuerzas comprometidas pero precarizadas y voluntarias como las que tienen las provincias y el sistema federal. Una fuerza profesional de bomberos contra los incendios que se multiplicarán parece lo razonable. Los incendios -y otros problemas ambientales- dejaron de ser extraordinarios, pasarán a ser cada vez comunes y cada vez más fuertes.
El verano pasado fue el más fresco que tendremos en los próximos 50 años. El verano pasado siempre será más fresco que el que vendrá. Esa es la regla del mundo excepcional que vivimos.
Se pueden proyectar respuestas a las situaciones excepcionales que nos esperan en los próximos años y todavía se puede evitar la reacción descoordinada y tardía. Todavía se puede actuar sin desesperación en cuestiones que nadie -pero nadie- puede evitar. Los efectos de la crisis ecológica golpearán transversalmente, especialmente a los más débiles y humildes, a las personas mayores, niños y mujeres. Sin embargo, el impacto nos tocará a todos.
La mayoría de políticos profesionales, funcionarios públicos, empresarios, sindicalistas y demás actores del poder público y privado parecen abandonar a las futuras generaciones, esto incluye por supuesto, a sus propios hijos, nietos y familiares, a un futuro cada día más di stópico e invivible.
El sistema político y empresarial lo negará hasta que las fuerzas sociales los obliguen a dar respuestas. Mientras tanto seguramente nos ofrezcan aires acondicionados en cuotas para empeorar todo y seguir negando lo evidente: No hay futuro sin un acto de responsabilidad colectiva que fuerce al sistema político a dar una respuesta pública integral ya requerida por nuestra Constitución Nacional.
* Profesor de Derecho #Constitucional y Estudios #Críticos de Derecho.
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